20.Claroscuro

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C-3PO identificó la nave atracada en la baranda como un Deslizador
Intergaláctico DC0052 y no desconectó la cortina de seguridad, por si acaso. En
estos tiempos difíciles, la seguridad pesaba más que la cortesía, incluso para él.
Un varón humano con capa y capucha bajó del DC0052 y se acercó al velo de
energía. C-3PO acudió a recibirlo.
—Hola, ¿en qué puedo ayudarle?
El humano se llevo las manos a la capucha y, en vez de quitársela, la apartó hacia
atrás lo suficiente para que C-3PO pudiera registrar la distintiva combinación de ojos,
nariz, boca y barba.
—¡Maestro Kenobi!
Hacía tiempo que C-3PO había recibido instrucciones detalladas y muy
específicas sobre el procedimiento a seguir ante la llegada inesperada de algún furtivo
Jedi.
Desactivó al instante la cortina de seguridad y le hizo una seña.
—Pase, deprisa. No deben verlo.
—¿Ha estado aquí Anakin? —preguntó el Maestro Kenobi mientras C-3PO lo
conducía rápidamente a la sala de estar.
—Sí —dijo C-3PO con reticencia—. Llegó poco después de que el ejército y él
salvaran a la República de la Rebelión Jedi…
De pronto notó que el Maestro Kenobi parecía dispuesto a desmantelarlo allí
mismo, tornillo a tornillo, y decidió callar. Igual no debió darse tanta prisa en hacer
pasar al Jedi.
¿No era ahora como un proscrito?
—Yo, ah, debo… —tartamudeó C-3PO, retrocediendo—. Iré a buscar a la
senadora, ¿le parece? Está acostada… No se encuentra muy bien desde la Gran
Convocatoria de esta mañana, y no…
La senadora apareció en lo alto de la curvada escalera, con una bata encima del
vestido, y C-3PO decidió que el rumbo de acción más apropiado a seguir sería
retirarse discretamente.
Pero no demasiado lejos. Si el Maestro Kenobi pensaba hacer algo malo, C-3PO
debía estar en posición de alertar al momento al capitán Typho y al equipo de
seguridad.
Desde luego, la senadora Amidala no parecía dispuesta a tratar al Maestro Kenobi
como si fuera un peligroso proscrito…
Más bien todo lo contrario. Había caído en sus brazos y tenía la voz ahogada por

la emoción mientras expresaba un nivel de alegría posiblemente inapropiado al
descubrir que el Jedi aún seguía con vida.
A eso le siguió una discusión que C-3PO no comprendió del todo. Era
información política completamente al margen de su programación relacionada con el
amo Anakin, con la caída de la República (significara lo que significara eso), con
algo llamado un Señor Sith, con el Canciller Palpatine y con el Lado Oscuro de la
Fuerza; y, la verdad, no conseguía encontrarle sentido alguno. Las únicas partes que
comprendía con claridad mencionaban que la Orden Jedi estaba proscrita y
prácticamente exterminada (la noticia había corrido esa mañana por toda la Vía
Lipartiana), y revelaba algo no muy inesperado: el Maestro Kenobi había ido allí
buscando al amo Anakin. Después de todo, eran compañeros, aunque la reciente
conducta del amo Anakin dejaba tristemente claro que, pese a todos los años juntos,
los encantadores modales del Maestro Kenobi no se le habían pegado.
—¿Cuándo fue la última vez que lo viste? ¿Sabes dónde está?
Los fotorreceptores de C-3PO registraron el sonrojo de la senadora cuando ella
bajó la cabeza y dijo:
—No.
Tres años a cargo de la casa de un político impidieron a C-3PO presentarse en la
sala y recordar a la senadora que el amo Anakin le había dicho ayer mismo que se
dirigía a Mustafar. Sabía muy bien que la memoria de la senadora sólo fallaba cuando
ella decidía que fallara.
—Padmé, debes ayudarme —dijo el Maestro Kenobi—. Hay que encontrar a
Anakin. Hay que detenerlo.
—¿Cómo puedes decir eso? —ella se apartó de él y se volvió, cruzando los
brazos sobre la curva de su vientre—. ¡Acaba de ganar la guerra!
—La guerra nunca fue entre la República y los separatistas. Fue entre Palpatine y
los Jedi. Y la hemos perdido. Lo demás fue sólo una ficción.
—¡Fue muy real para todos los que han muerto!
—Sí —esta vez le tocó al Maestro Kenobi bajar la mirada—. Incluso para los
niños del Templo.
—¿Qué?
—Fueron asesinados, Padmé. Yo lo vi —la cogió por los hombros y la hizo
volverse para que le mirase a la cara—. Fueron asesinados por Anakin.
—Eso es mentira… —ella lo apartó con fuerza suficiente para que C-3PO
estuviera a punto de disparar la alerta de seguridad allí mismo, pero el Maestro
Kenobi se limitó a mirarla con una expresión que encajaba en los archivos internos de
reconocimiento de C-3PO: era pena y compasión—. Él nunca podría… Nunca
podría… Mi Anakin no…
La voz del Maestro Kenobi era suave y baja.

STAR WARS LA VENGANZA DE LOS SITH [ NOVELA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora