Capitulo Nueve

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No podía creer la frialdad que pintaba sus palabras. Ella nunca hablaría de esa forma ni mucho menos pondría una expresión tan cruel como la que tenia en ese momento.

Su rostro de piel pálida estaba endurecido, sus labios rosa tenían un rictus desdeñoso y sus ojos eran mortalmente fríos.

Ava se quedó callada ante la amenaza y observó a la bruja, que ahora manejaba su cuerpo, levantar una mano frente de su rostro y mirar el anillo. Lo estudió por un rato.

Ella sabia lo que intentaría hacer. Intentaría quitárselo.

Pero no seria fácil, en realidad, no podría quitárselo a menos que usara magia. Y el cuerpo de Ava no la tenía. Ella no había heredado ni un poco de la magia de sus ancestros, lo cual era molesto, en opinión de Ava.

No podrás quitarlo. —Advirtió.

Pareció que la bruja sabia eso, porque bajó su mano.

—Pronto. —Murmuro en respuesta y caminó lentamente hacia la habitación de Ava. —Primero debo acostumbrarme a mi nuevo cuerpo.

«¡No! ¡No lo harás!», quiso gritarle pero se contuvo y la siguió.
Dentro del cuarto, la vio ir hacia el pequeño closet y sacar ropa al azar.

¿Que crees que estas haciendo?

Observó a la bruja evaluar sus prendas y luego descartarlas con una mueca. Incluso vio su cara contraerse cuando alzó un corto vestido veraniego con estampados de girasoles.

¿Como te llamas? —Ava decidió olvidar el desastre que estaba haciendo con su ropa y centrarse en lo importante. Y era saber quien era ella.

Había decidido que era un alma errante. Ellos eran los que más se aferraban al mundo, al contrario que las almas en pena, quienes más bien casi nunca eran consientes de que estaban muertos. Los errantes eran más inteligentes.

La bruja no respondió hasta que finalmente encontró algo de su agrado.

—Esto está mejor. —Dijo en cambio. En sus manos, en las manos de Ava en realidad, había un vestido de brocado en diferentes tonos de rosa que le llegaba hasta los tobillos.

Ella lo había usado para la boda de sus tíos hacia solo un año. Era lindo, con un escote de corazón y una cinta alrededor de la cintura.

—Las chicas de ahora visten como prostitutas. Tu igual.

Ava arqueó sus cejas. «¿Perdón?».

¿Decía que ella vestía como prostituta? No lo creía. Su ropa era bastante modesta comparada con la que usaban otras chicas. Solo tenia veinte años, por supuesto que le gustaban las faldas y los vestidos cortos. Estaban en el siglo veintiuno.

Por supuesto que no. —Contradijo.

—En mi época estarías arruinada por vestir de esta manera. No encontrarías esposo.

«¿Qué?».

No podía creer lo que estaba diciendo.

«¿En su época?».

Eso la llevo a preguntarse cuanto tiempo la bruja llevaba deambulando. 

Oh valla. Pero que suerte que no estemos en tu época. Estamos en el siglo veintiuno. Y la gente usa lo que quiere y no se casa si no quiere, y no por ello termina arruinada. Bienvenida al futuro. —El sarcasmo rodó por su lengua fácilmente. —Y aún no has respondido a mi pregunta.

Ignorándola como si solo fuera molesta, la bruja caminó hacia su cama y dejo el vestido allí tirado.

—Mi nombre es Rose Margaret Rosewell. Hija del conde Rosewell y bruja líder del aquelarre Well.

Ava la miró.

Nunca había escuchado sobre ese aquelarre. En la actualidad aún habían, pero muy pocos. Durante años las brujas habían decidido mezclarse con los humanos y el resultado fueron mestizos con algo de magia, algún poder o don. Así como el de ella. O como el de su prima Quenn, quien podía leer las auras de las personas.

Claramente la bruja era bastante vieja y eso la llevo a preguntarse por qué después de tanto tiempo ella seguía allí. Ava pensó que debía haber algo que la mantenía anclada.

«¿Quizás un poderoso juramento que no pudo cumplir antes de morir? O tal vez no encontraron su cuerpo y lo velaron como se debía».

Las antiguas brujas tenían muchos rituales y el más importante era el de enterrar a sus hermanas en tierra santa y junto a sus familiares.

Su madre solía contarle el proceso y le dijo una vez que solo eso les traía paz después de la muerte, que de lo contrario se volvían almas malas.

Ava se acercó.

¿Por qué sigues aquí, Rose? — Segundos de silencio llenaron la habitación. —¿Que aún te mantiene en este mundo?

—Algo muy poderoso, niña. Algo difícil de olvida.

Ava dio otro paso hasta que estuvo frente a su cara fría e inexpresiva.

¿Que es?

—La venganza.

«Por supuesto que si».

La venganza también era una buena ancla. Lo que sin duda la hacia mucho más peligrosa.

«Genial. ¡Simplemente genial!». Ava quería gritar de frustración y miedo. «No puedo creer que dejé que esto pasara».

Miró sus ojos verdes ahora vacíos y que no podían verla. —¿De quién te quieres vengar?

La bruja se volteo y tomó de nuevo el vestido.

—Del hombre que me asesinó.

Bueno, Ava se esperaba algo así, era muy obvio. Pero no sabia que pensar. ¿Que iba hacer ahora? ¿Como iba a recuperar su cuerpo de una bruja antigua, mala y vengativa que quería venganza?

Las preguntas solo la llevaron a más preguntas.

¿Quién la asesino? ¿Por qué? Y lo que más le extrañaba era, ¿como que es que dicho hombre aún seguía vivo?

«Esto es una pesadilla».

Pero no lo era.


|Capitulo más corto de lo normal|

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