Prefacio.

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- Y bien, señorita Miller, ¿Cómo va el tratamiento? - me preguntó un tanto monótono.

- Oh! Excelente, ya sabe, agujas, desintoxicación, duchas frías, comida asquerosa. ¿Que acaso no es el paraíso? - contesté escupiendo el sarcasmo a su rostro.

- Ya veo, al menos el sentido del humor sigue intacto - me respondió frunciendo el ceño.

- Por favor, esto es demasiado, llevó un mes aquí y no me han permitido verla ni un sólo instante - supliqué, más de lo que hubiera querido.

- Un mes, que parece no ha tenido los resultados esperados, la doctora Robinson dice que no eres muy abierta con el grupo - me mira expectante.

- ¿Y qué quiere que haga? ¿Qué les diga a todos lo patética que es mi vida? ¿Todos mis fracasos? Y esperar a cambio de ello miradas tristes y palabras de lástima - le digo exasperada.

- Su vida no es mejor que la tuya - contesta simplemente - pueden apoyarse mutuamente.

Ruedo los ojos, este sujeto no entiende, es cómo hablar con la pared.

- La cosa es ésta Miller - me mira fijamente - o eres más cooperativa con el tratamiento o te trasladaremos a Branstok y ahí, te aseguro, no te dejaran ver a Molly nunca - su tono y su mirada me dicen que está hablando en serio.

- Quizá, ni siquiera te dejen salir del cuarto de desintoxicación, y si el mes que llevas aquí te ha parecido eterno, en Branstok los tratamientos pueden llegar a durar hasta 3 años, según ellos, si tienen el control sobre ti lo tendrás sobre ti misma.

- Así que, tú decides.

Reflexiono acerca de lo que dijo el señor Sanders, tiene razón ¡maldita sea! por lo que sólo atino a responder:

- Ok, lo intentaré.

Simulacro de amor©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora