La verdad de Carter II

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Emilio POV

Regresamos al apartamento cerca de la medianoche, habíamos llevado a la familia de Joaquín a su hotel y a Niko a su piso, íbamos en el ascensor rumbo a nuestro piso, mi castaño estaba entre mis brazos con los ojos cerrados y la respiración acompasada, después de que el miedo por la presentación se esfumó, cayó rendido en la camioneta apenas entramos a la carretera, tenía pensado llevarlo cargado hasta la habitación, pero despertó de golpe apenas lo tome con cuidado del asiento.

―Tengo hambre. ―murmuró más dormido que despierto, luchaba por no dejarse llevar por el sueño con cada piso que subíamos. ― ¿Puedes ordenar la cena?

― ¿Estás seguro que seguirás despierto para cuando llegué? ―murmuré besando su cuello con delicadeza, él asintió girándose en mis brazos.

―Me retracto, puedes cargarme hasta la cama. ―musitó con un bonito puchero enredando sus brazos en mi cuello y parándose de puntitas para que lo levantará, sonreí tomándolo de la cintura para levantarlo hasta que me envolvió con sus piernas. ―Solo despiértame cuando llegué la comida.

Entramos a nuestro apartamento en completo silencio, Joaquín se quedó dormido solo un piso después de que lo tome en brazos y en la oscuridad del piso lo lleve hasta la cama. Busque en mi teléfono las opciones para pedir la cena a esa hora, no había muchos lugares abiertos, pero conseguí una pizzería, tardarían cuarenta minutos y tendría que bajar a buscarla a la puerta del edificio, pues después de las nueve no dejaban entrar a nadie desconocido a los apartamentos.

Era una regla de seguridad desde que me mude aquí.

Me cambie por un pants que usaba a veces para dormir y me asegure de quitarle a mi castaño todo aquello que pudiera incomodarle para descansar mientras llegaba la comida, encendí la luz de la sala cerrando la puerta de la habitación, necesitaba mantenerme entretenido con cualquier cosa, porque si tocaba esa cama me quedaría dormido junto a él.

Recogí un poco el desastre que dejamos al salir esa tarde, colocando todo en su lugar nuevamente, estaba por sentarme un momento en los sillones cuando recibí la alerta de que el repartidor estaba en la entrada, regresé a la habitación en buscar de mi cartera y la llave del piso para bajar en busca de la pizza.

Salude al hombre de seguridad en la entrada con una sonrisa educada, tome la pizza del chico que esperaba en la acera, le pague la orden junto con una buena propina y justo cuando me disponía a subir el guardia me detuvo.

―Espere, ¿es el dueño del apartamento veintisiete? ―fruncí ligeramente el ceño, pero asentí. ― ¿El señor Marcos? ―volví a asentir y el hombre sonrió. ―Dejaron un paquete para usted hace unas horas, deme un segundo y lo traeré. ―exclamó con simpleza, adentrándose en una puerta detrás de su modulo, suspiré esperando que no fuera algo muy grande, no recordaba haber hecho un pedido, pero Joaquín solía ordenar sus artículos de trabajo de internet.

El hombre salió con un sobre amarillo, no tenía datos en ninguna parte, solo tenía mi nombre en la esquina superior de éste, fruncí aún más el ceño y lo miré confundido, definitivamente esto no eran materiales de pintura.

― ¿Quién lo trajo? ―el hombre se encogió de hombros.

―Mi compañero del turno anterior lo recibió, no vi a la persona que lo trajo y solo dejo su nombre para entregarlo. ―asentí inquieto por lo que podría contener el sobre, agradecí por la entrega, firme una hoja en que aceptaba haberlo recibido en perfectas condiciones y subí de regreso al piso.

De camino abrí el sobre curioso de ver su contenido y me encontré con una serie de fotos en las que podía ver a Joaquín en la universidad, en el club latino, en la tienda que le gustaba visitar para comprar pinturas, en la entrada a su viejo apartamento y entrando a nuestro edificio.

Mi ExDonde viven las historias. Descúbrelo ahora