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ˏˋ ꒰ ᥕᥱᥣᥴ᥆꧑ᥱ ᖯᥲᖯᥙᩛ ꒱ؘ ˊ-

ˏˋ ꒰ ᥕᥱᥣᥴ᥆꧑ᥱ ᖯᥲᖯᥙᩛ ꒱ؘ ˊ-

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— Manu, tengo hambre —.

Los dos estudiantes sacaron la cabeza de sus libros cuando escucharon la voz del pequeño. Manuel le echó un vistazo al reloj de pared y frunció el ceño.

— Lo siento, peque, se me ha pasado la hora de merendar. Velen, ¿te importa que tomemos un descanso? A nosotros tampoco nos vendría nada mal parar un poco —.

Valentín asintió y frotó sus ojos intentando despejar la vista, llevaban más de dos horas sumergidos entre documentos. Si bien no tenía queja alguna por haber tenido la oportunidad de observar a Manuel todo lo que había querido y más, él no estaba acostumbrado a trabajar tanto. Y, si aquella tarde había descubierto algo, no era que los autores del romanticismo vivían en un estado permanente de disconformidad, si no que Manuel, a parte de ser el chico más bonito del mundo, era tremendamente inteligente. Quizá Valentín no estaba poniendo toda su atención en aquel trabajo, pero cómo hacerlo si tenía sentado a apenas unos palmos de distancia al chico del que estaba perdidamente enamorado. Manuel siempre hablaba con dulzura y se explicaba con calma y paciencia, sonreía amablemente y arrugaba su pequeña nariz cada vez que algo le confundía. Valentín también pudo apreciar que el omega tendía a morder su labio inferior cuando se concentraba y, en esos momentos, el alfa no podía hacer más que mirar embelesado cómo la tentadora carne era apresada entre los dientes blancos y perfectos. Realmente, nadie podría culparlo por su falta de concentración. Vainstein era el prototipo perfecto de omega, todo en él incitaba la atracción de los alfas; su mirada chispeante, sus labios gruesos y apetecibles, su piel perfecta y su olor...su olor. Valentín podría escribir mil y un poemas sobre la esencia del omega, y ninguno se acercaría siquiera a describir la perfección de aquel olor. Nunca había estado lo suficientemente cerca del menor como para apreciar su aroma de omega con exactitud y, una vez lo hizo, su lobo interior se volvió automáticamente adicto a él. Manuel olía a vainilla y canela, a manzanas asadas y a caramelo líquido, olía a infancia y a hogar, dulce y acogedor, suave y enloquecedoramente embriagador. Oliva debía contenerse mucho para no asaltarle y deslizar la nariz por su esbelto cuello, bebiendo de aquella esencia con deleite. A ese paso, su lobo enloquecería.

—¿Qué quieres merendar? —.

Manuel había alzado a su pequeño hermano y lo mantenía sobre su regazo.

— Mmm... —. El niño se llevó su pequeño dedo índice a la barbilla y miró al techo, meditando su respuesta —. ¡Galletas con chispitas de chocolate! —. Exclamó al fin abriendo sus brazos —.

Valentín no podía hacer más que contemplar la familiar escena, algo en su interior se revolvía al ver a Manuel siendo tan dulce con el pequeño, algo cálido y desconocido para él. La palabra "hogar" resonaba en algún rincón de su subconsciente, pero desconocía su verdadero significado.

— Bien, vamos a ver si mamá no se ha comido las galletas que sobraron —.Dijo el castaño dejando a Martín en el suelo —. Valen, ¿quieres galletas? —.

Valentín contempló la amable sonrisa de Manuel y asintió. Quizá, el sentido de la palabra "hogar" se escondiera tras aquella hermosa expresión.

Los dos hermanos se perdieron por el pasillo, dejando al rubio solo en el salón. El alfa se levantó de la silla y estiró su cuerpo, escuchando el crujir de sus articulaciones como respuesta. Dio una pequeña vuelta por la estancia, deteniéndose a observar el mueble de la televisión y la decena de fotos que lo adornaban. En ellas se veía a un Manuel más joven, con su rostro más aniñado y una figura menos marcada. Aún así, igual de hermoso a los ojos de Oliva. También habían fotos de Martín de bebé, y otras tantas de los dos hermanos juntos, sonriendo alegremente a la cámara. Hubo una foto que llamó en especial la atención de Valentín, en ella también salían los hermanos, pero no estaban solos. Una pareja se encontraba junto a los chicos, sonriendo con serenidad. La mujer era hermosa, con un cabello negro azabache y un rostro fino y elegante, de baja estatura y ojos grandes y despiertos. Entre sus brazos, envuelto en una manta azul celeste, sostenía a un pequeño bebé que alzaba su manita intentando atrapar uno de los mechones rebeldes del cabello de su madre. Junto a ella se alzaba un hombre de aspecto exótico, con marcados rasgos. Era alto, de piel bronceada y unos ojos color avellana, una espesa mata de cabello castaño claro caía en ondas sobre su frente. El hombre rodeaba con uno de sus brazos la cintura de la mujer, mientras posaba su otra mano en el hombro de un muchacho, un chico sonriente de unos trece años, con cabello castaño oscuro y mejillas abultadas. Por lo cual sonrió.

— Aquí están las galletas —. 

Valentín se giro sobresaltado en cuanto escucho la voz del omega.

Manuel dejó la bandeja que traía sobre la mesita de café y se sentó en el mullido sofá de estampado floral que presidía la sala. Su pequeño hermano prefirió dejarse caer sobre el parqué. Oliva los miró, sin saber muy bien si debería acompañarlos, hasta que el menor palmeó el hueco junto a él en el sofá.

El alfa se sentó, bastante cerca del castaño si consideramos que era un tresillo. A ninguno pareció molestarle.

— Traje jugo de manzana, no sé si te gusta —.

— ¡El jugo de manzana es lo mejor! ¡Es el favorito de Manu y mío! —.

Valentín sonrió mirando sutilmente al pequeño.

— Así que es el favorito de Manu... —. Martín asintió —.  Entonces me encantará —.

Y el alfa tomó el vaso y lo llevó a sus labios, ignorando el sonrojo que había aparecido en las regordetas mejillas del castaño.

— ¡Manu parece un tomatito! —. Exclamó Martín —.

Manuel adoraba a su hermano pequeño pero, en aquel momento, bajo la divertida mirada del alfa que tan nervioso le ponía, había deseado tener algo de esparadrapo para cubrirle la boca, o una bolsa para ocultarse de la tremendamente atractiva sonrisa ladeada del mayor.

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Amikitos, les aviso que en esta historia Ania no existe x'd

— Flores de cempasúchil para ustedes.

𝐈𝐍𝐓𝐎𝐂𝐀𝐁𝐋𝐄 / Wosplik.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora