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ˏˋ ꒰ ᥕᥱᥣᥴ᥆꧑ᥱ ᖯᥲᖯᥙᩛ ꒱ؘ ˊ-

Valentín estaba acostumbrado a comer comida basura, hamburguesas de cadenas de comida rápida, bandejas de comida precocinada y, sobretodo, toneladas y toneladas de bollería industrial

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Valentín estaba acostumbrado a comer comida basura, hamburguesas de cadenas de comida rápida, bandejas de comida precocinada y, sobretodo, toneladas y toneladas de bollería industrial. Por eso, cuando la pequeña galleta de chispitas de chocolate rozó sus papilas gustativas, no pudo evitar cerrar los ojos y gemir con satisfacción.

— ¿Te gustaron las galletas, Vale? —.

Valentín estaba demasiado concentrado degustando el dulce como para contestar, demasiado concentrado incluso como para procesar el apodo de Martín, así que se limitó a asentir con la cabeza.

— ¡Las hice yo! Bueno, Manu me ayudó un poquitín. Él mezcló los ingredientes y les dio forma, y también las puso en el horno...¡pero yo les puse las chispitas de chocolate! Y todo el mundo sabe que la parte más importante de una galleta son sus pepitas. - Declaró Martín con orgullo —.

Manuel rió y negó la cabeza, pensando que su hermano no tenía remedio, mientras Valentín miraba con admiración al omega. ¿Había algo que no supiera hacer?

— Son las mejores galletas que he comido nunca —. Dijo con franqueza —.

Aquella merienda era casi tan dulce como las sonrojadas mejillas del castaño. Oliva solo quería apretarlas entre sus manos y besar los abultados labios de Manuel, quería comprobar hasta qué punto el tierno rostro del omega podría sonrojarse.

— Eres un exagerado —. Dijo Manuel apartando su mirada avergonzado y sin poder retener una tímida sonrisa halagada —.

— ¡Manuel es el mejor cocinero del mundo! Siempre me hace pasteles y bollos, mamá dice que, si sigue dándome de comer, me pondré redondito como una pelota —.

Martín acompañó sus palabras abriendo sus brazos alrededor de su cuerpo e hinchando mucho sus mofletes, como si fuera una persona muy gorda. Manuel rió suavemente y miró a su pequeño hermano con ternura.

— Mamá tiene razón, no debería darte más dulces —.

— ¡No, Manu! ¡Los dulces no! —. Exclamó Martín alarmado y su hermano mayor volvió a reír —.

— Solo bromeaba, pequeño —. Dijo revolviéndole el pelo al asustado niño —.

El mayor solo sonreía al tiempo que degustaba otra de las deliciosas galletas. Antes de llegar a casa de Manuel, pensó que no sabría cómo actuar ni qué decir, que se sentiría incómodo delante del dulce omega, nervioso, y que terminaría por espantarlo, sin embargo, estar entre los dos hermanos era, de alguna manera, reconfortante. Aquel lugar era acogedor, y la dulzura de Manuel parecía impregnar cada rincón de la casa, llenándola de luz y envolviendo a Valentín en una esponjosa nube de felicidad.

— Nunca me hubiera imaginado que supieras cocinar —.

Y eso era mucho decir, Oliva se pasaba la mayor parte del tiempo imaginando a Manuel de todas las formas posibles.

— Bueno, aprendí cuando era muy pequeño. Nana me enseñó —.

— Nana es nuestra abuela, tiene una pequeña pastelería en un barrio antiguo —.

— ¡Nana es genial! Siempre me deja lamer la cuchara de remover la masa después de hacer galletas —. Intervino Martín —.

— Ella fue la que me enseñó a cocinar, me gustaría seguir sus pasos y convertirme en un gran repostero. Quizá abrir también mi propia pastelería —.

El aire soñador de Manuel envolvió al rubio y por un momento se imaginó al omega ataviado con un delantal y con restos de harina en sus mejillas, cocinando lo que quizá sería un delicioso pastel de crema mientras él lo mira embobado y de vez en cuando prueba un poco de masa solo para molestarle. Detuvo aquellos pensamientos y se golpeó mentalmente. Tenía serios problemas, estar expuesto durante tanto tiempo al embriagador aroma del menor estaba causando estragos en el alfa.

—  Ah.. Manuel. Llevamos mucho tiempo trabajando, quizá deberíamos parar por hoy y continuar otro día —.

Mentiría si dijera que no estaba cansado, y la idea de estar a solas con Manuel un día más se le hacía realmente tentadora.

— Claro. Lo siento, a veces pierdo la noción del tiempo. Podemos volver a quedar mañana, si le parece bien, claro. Si ya tiene algo que hacer...

— ¡No! — . Interrumpió bruscamente, sobresaltando al castaño —. Quiero decir, que no tengo nada que hacer. Podemos quedar, para acabar el trabajo —.  Se apresuró a añadir —.

Manuel sonrió, había temido que a Valentín no le pareciera la idea de estar otra tarde encerrado con él y un montón de libros, pero, por algún motivo, el que Oliva aceptara le llenó de una extraña y cálida alegría. Se moría de ganas por decirle a Mateo que él tenía razón, que no se debía juzgar a un libro por su portada. Valentín no era malo, ni antipático, era una persona muy inteligente, a pesar de lo que todos pensaban, y había sido muy dulce con su hermanito. También era el alfa más guapo que Manuel había visto nunca, aunque prefería no pararse a pensar mucho en eso.

Cuando el mayor se marchó, no podía borrar la estúpida sonrisa que se había dibujado en su rostro. Su alfa interior estaba pletórico, y aún podía sentir el aroma de Manuel impregnado en su ropa. El omega era como un sueño hecho realidad, y era reconfortante saber que no le tenía miedo. Quizá fuera la primera persona después de Daniel que no retrocedía intimidada ante su presencia.

Esa vez llegó a tiempo para tomar el autobús, aunque prefirió no haberlo hecho, así habría tardado más en regresar. El vehículo se detuvo en la parada que estaba a unas dos calles de su casa, y Valentín caminó sin prisas hasta la puerta de aquella especie de mansión incrustada en uno de los barrios más ostentosos de todo Buenos Aires.

El portero le abrió la ornamentada puerta saludándole con un "Bienvenido de nuevo, señorito Oliva", como si se tratara de la grabación de un contestador automático. Él asintió a modo de respuesta y subió las escaleras de mármol hasta su cuarto. Su habitación era enorme, diáfana e impersonal. Se dejó caer pesadamente sobre el colchón King Size y cerró los ojos, trasladando su mente de nuevo a la casa del omega. Sus hogares eran tan distintos; el de Vainstein irradiaba calor familiar en cada metro cuadrado, y el suyo era tan sumamente frío que le helaba la sangre. Aunque, para Oliva, todos los lugares eran fríos sin la presencia de su omega.

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Wenos días, tardes, noches :3

Gente disculpen mi ignorancia, solo conozco como unas 4 ciudades de Argentina ;-;

— Flores de cempasúchil para ustedes.

𝐈𝐍𝐓𝐎𝐂𝐀𝐁𝐋𝐄 / Wosplik.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora