Arco argumental: Arrancar: el rescate de Orihime en Hueco Mundo.
N/A: ¡He vuelto! Sé que llevo meses sin subir nada, pero esta vez juro que he vuelto para quedarme y subir todos los pedidos que tengo pendientes con el nuevo formato. Espero que os guste mucho y un millón de gracias por las más de 10k lecturas. Os amo y lo siento muchísimo por haceros esperar tanto y por todo el tiempo que llevo inactiva. Que disfrutéis la lectura uwu <3.
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Los Espada, un reducido grupo formado por los arrancar con mayor poder y muy cercano a Aizen. "La diferencia de poder entre los Espada y los siguientes más fuertes que no forman parte de ellos es mucho mayor que la existente entre los diferentes miembros de dicho escuadrón". Eso era algo que sabía cualquiera en Hueco Mundo, pero, como dice el dicho, toda regla tiene una excepción que la confirma y, en este caso, yo era ese cabo suelto.
Un puesto me separaba de convertirme finalmente en uno de ellos. Si uno cometía un error y caía, yo le remplazaría, pasando a formar parte de la élite. Conseguiría mucha más autoridad sobre mis compañeros de la que podía soñar, pero ninguno de los Espada tenía pinta de ir a morir pronto y dudaba que un grupo de humanos consiguiera siquiera tocarles, por muy impresionantes que fueran los poderes de la prisionera.
— Vaya, vaya, mira a quién tenemos aquí... — me giré para mirar directamente al de pelo azul.
— ¿Qué quieres ahora, Grimmjow?
— Solo venía a saludarte, aunque, ya que te ofreces tan amablemente, tengo algo de sed —mantenía una sonrisa de oreja a oreja mientras hablaba, lo cual solo aumentaba mis ganas constantes de pegarle un puñetazo en la cara.
— Pues vas a por un vaso de agua y me dejas tranquila.
— Creo que se te olvida quién es el Espada y quién la número 11 que, por lo tanto, tiene la obligación de obedecer mis órdenes — rodé los ojos mientras suspiraba bajo su arrogante mirada.
— Está bien, ahora te lo traigo.
— Así me gusta.
Apreté mis puños en un intento por reprimir mis ganas de atacarle y fui rápidamente a por la bebida. Una vez tuve el recipiente en mis manos, volví junto al de ojos azules.
— Por fin, pensé que no ibas a acabar nunca.
Esbocé una sonrisa inocente mientras me acercaba a él, quedándome a centímetros de su cuerpo. Con lentitud, subí mi mano hasta lo alto de su cabeza y derramé el contenido del vaso sobre esta.
— Ahí tienes — en un acto de ira, hizo ademán de atacarme, agarrándome del cuello con brusquedad y juntándonos aún más —. No creo que te convenga enfadar a Ulquiorra. Además, tu querido Ichigo y sus amiguitos están de camino a Las Noches, no me parece una muy buena idea malgastar tus fuerzas ni ese cubito tuyo ahora — le guiñé un ojo, logrando que finalmente me soltara, pese a mantener su afilada mirada sobre mí.
