boyfriend; kian lawley (libro 1)

Capítulo 41

Dos semanas después.

Dylan’s POV

Salí de mi habitación mientras ordenaba mi cabello en una coleta alta. Me dirigí a la cocina con pasos cansados. Habían pasado catorce malditos días desde lo que pasó con Sm. Por más que pienso, aún no me cabe en la cabeza que ese chico pueda hacer tanto daño. Me manipuló como quiso, hizo que peleara mil veces con Kian, y sólo para cumplir su objetivo. Joderle la vida, y lo había logrado.

Kian se encontraba en la clínica, en la sala de cuidados intensivos. Aquella bala que disparó Sam, perforó la parte izquierda de su cráneo, de forma milagrosa no murió, pero las probabilidades de que despierte del coma son de un veinte por ciento. Me siento realmente sola sin él. He tenido el apoyo de mamá, y Troye y Connor no se separan de mí ni un solo instante, pero la única persona que quiero ver está postrada en una camilla, con miles de cables en su cuerpo  y con un tubo de oxígeno que llena sus pulmones con aire, respiración artificial.

Hace catorce días que no lo veo, que no veo a aquella persona que tanto amo. Lo extraño tanto que duele.

―¿Dylan? ¿Qué haces parada en la escalera, cariña? ―habló mamá desde la puerta de la cocina. ―Mi amor, estás llorando? Oh, cielo…

Se acercó a mí y tomó mi mano con cuidado para guiarme hasta la sala. Hizo que me sentara y ella se ubicó a lado mío. Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, perdiéndose en mi mentón.

―Lo extraño tanto, mamá..

―Lo sé, cariño, lo sé―susurró y acarició mi espalda―, pero tienes que ser fuerte. Él despertará. Ya lo sabes.

―¿Y si no? ―la miré, tratando de encontrar la seguridad que tanto necesitaba en su mirada. Ella se remojó los labios, tratando de buscar una respuesta.

―Y si no lo hace…, tu sólo…, tu sólo tienes que seguir con tu vida. Salir adelante, por los dos.

―No lo lograré, mamá―solté en llanto. Con la mano temblorosa acaricié el pequeño anillo que aún adornaba mi dedo anular.

―Claro que podrás, cariño. Pero ahora, no pienses en eso, porque Kian despertará. Te lo prometo.

La miré, sorbiendo la nariz y asentí tratando de convencerme a mí misma. Kian iba a despertar.

(…)

Los cuchicheos de Connor y Troye llegaban a mis oídos, como susurros. Ellos habían pasado por mí con la intención de salir a despejarme un poco. Accedí, pero cualquier cosa que haga, diga o veo me recuerda a Kian.

Subí la mano hasta mi rostro, sintiendo que una gota corría por mi mejilla derecha, la sequé con rudeza y tomé varias respiraciones. Alcé la vista al no escuchar nada más que silencio en  la mesa. Troye y Connor se encontraban mirándome, sus ojos demostraban lástima y pena.

―Nena―susurró Troye. Y un recuerdo vino a mi mente, Kian me llamaba así―, tienes que ser fuerte. Hazlo por él.

Cuando escuché su última línea, la furia se apoderó de mí. El estado de ánimo me cambiaba rotundamente estas últimas semanas, ya estaba cansada de que todos me pidieran que me calmara y que me mantuviera fuerte. Sé que tenía que hacerlo, pero no podía cuando la vida de la persona que más amo colgaba de un hilo.

Troye posó su manos obre la mía, pero la arrebaté.

―No me pidas que me mantengan fuerte―espeté con los dientes apretados―, estoy hasta la mierda con todo esto. ¿Acaso no entiendes que es difícil? ¡Claro que no lo sabes!

―Dylan, cálmate. Estas llamando la atención―dijo Troye con cautela. Connor se encontraba perplejo, sus ojos verde abiertos como platos.

―No me calmaré hasta que ustedes no me dejen de decir que me mantenga fuerte. ¡Es difícil! ―chillé. Me paré de golpe, haciendo que la silla se fuera hacia atrás.

―Dylan, cariño, siéntate, por favor―habló de nuevo.

―¡Cállate! No me sentaré, ni una mierda. Estoy cansada de tus estúpidos comentarios. Siempre me dices “te entiendo” o “tranquila todo va a estar bien” Dices que me entiendes cuando claramente no lo haces.

―Dylan…―empezó Connor, pero lo frené.

―No, Connr. Tu tampoco comiences ahora. Estoy aburrida de él―me dirigí a Troye, que me miraba con incredulidad―¿Saben qué? Váyanse al diablo, ambos.

Saqué un poco de dinero de mi bolsillo y lo arrojé a la mesa. Sin mirar a mis dos mejores amigos, me giré sobre mis talones y comencé a emprender camino hacia el único lugar donde tenía que estar. Mis manos temblaban y el nudo en mi garganta hacía que mi respiración fuera defectuosa. Me dolía el corazón y no sabía que mierda hacer. Me sentí una estúpida e incompetente al no poder ayudar a Kian.