Capítulo 24 -El Lazarillo de Tormes

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Los días posteriores a aquello fueron muy extraños. Aquel día, Jules y yo no llegamos hasta el punto que él quería llegar, el miedo me había atrapado otra vez y yo había preferido no dar ningún paso. Eso provocó que Jules se enfadara mucho, empezó a tirar cosas contra el suelo, rompió el cenicero de una forma brutal al tirarlo contra el suelo, en una explosión de cristales que todavía resonaba en mi mente. El intenso calor que se sentía había sido sustituido por un frío gélido que inundaba mi piel y helaba mis huesos. El mínimo contacto de Jules me hacía sentir miedo, su respiración acelerada, su mirada penetrante y sus gritos me hacían estar aterrado, conseguí que el chico se calmara, se quedó dormido sobre su cama completamente desnudo, no pude ayudarle a vestirse ni ponerle ninguna manta, no paraba de gritar que estaba ardiendo que se moría de calor... yo no tenía muy claro que pensar, así que me puse en pie, rajando las plantas de mis pies con los cristales y soltando de forma inevitable algún quejido, tomé mi ropa, me la puse y me fui de allí. La madre de Jules estaba dormida sobre la ropa tirada del suelo, con una botella de vodka en la mano y un cigarro ya consumido en la otra. Salí de la casa y miré al cielo, ya estaba casi negro por completo, había perdido la noción del tiempo sin apenas darme cuenta, era bastante extraño. Me quedé estático durante unos segundos sin tener muy claro que hacer, pero tras ese tiempo, me entraron nauseas y corrí hace un árbol en el que vomité mientras las lágrimas me cruzaban el rostro. Me encontraba fatal, la felicidad que había sentido horas antes se iba disipando y cada vez volvía más a la realidad, pero todo parecía diferente, como si algo hubiera cambiado de manera imprevista y solo yo fuera capaz de notarlo. Elevé la cabeza y vi en la acera de enfrente al que di por hecho que sería el chico del otro día, completamente quieto, con la capucha puesta sin que apenas pudiera ver su cara. En cuanto me incorporé y clavé la mirada en él, este se marchó del lugar como si huyese de mi, lo dicho, nada allí tenía sentido alguno.

Continué caminando hasta mi casa, mis padres ya habían cenado, pero mi madre me había dejado algo de comida en el microondas, la calenté un poco y cené. Después de eso me fui a mi habitación, de primeras no tenía nada de sueño, estaba bastante activo y una parte de mi quería bailar, saltar y disfrutar como si no quedara preocupación alguna, pero conforme pasaba el tiempo, dejaba de sentirme tan ligero, para sentirme pesado, como una carga que había que liberar mientras empezaba a nublárseme la vista, y finalmente fue el propio sueño el que terminó adueñándose de mi cuerpo, reclamando aquel territorio como suyo sin darme ninguna elección.

El día siguiente lo pasé en la cama, no quería salir, o quizá simplemente no era capaz de encontrar las fuerzas necesarias para salir, era extraño, como si algo me agarrase por las muñecas y los tobillos obligándome a quedarme en aquella cama todo el día, aunque en el fondo no fuera eso lo que yo quería hacer. Mi temperatura no hacía más que aumentar cada hora, y yo intentaba mantenerme con una sonrisa como si me encontrase bien para poder evitar preocupar a mi madre más de lo necesario, a fin de cuentas, lo último que quería era que me llevase al hospital y me hicieran un examen toxicológico, no iba a acabar nada bien aquello. Es por eso que me esforcé en aparentar estar bien, a pesar de que no me encontraba nada bien. Me quedé en mi cama y poco a poco se me fue pasando el calor, hasta que finalmente desapareció, pero seguía bastante cansado, por lo que aquel día lo pasé prácticamente por completo durmiendo.

El día siguiente fue diferente, tuve algo más de energía para levantarme de mi cama, mi madre me preparó un desayuno energizante porque según ella, un chico de mi edad debía estar completamente activo y no tirado en la cama. Realmente me daba cuenta de que no había valorado nunca lo suficiente a mi madre, era una mujer bastante fuerte y abnegada, siempre pensó en lo que era mejor para mi, su vida había sido centrada en mi bienestar a pesar de lo que le pudiera pasar a ella o como se pudiera sentir. Quizá era eso lo que la había impulsado a tomar la decisión de ocultarme que mi padre la estaba engañando, ella sabía a la perfección que descubrirlo me iba a afectar, y decidió no contármelo para evitarme el dolor... joder, quizá debería haberme dado cuenta de eso antes de enfadarme con ella, era tan evidente y ella se había limitado a aguantar mi rabieta de niñato inmaduro... bajé al salón donde se encontraba ella y me senté a su lado a ver la telenovela que estaba viendo.

Moral of the StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora