Franqueza Floreciente con los Arrepentimientos y la Añoranza.

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Fue tan repentino e inesperado que la joven se quedó paralizada, como aletargada por tener el contacto de un veneno tóxico con su organismo. Con la mirada fija en la figura del arquero, quien estaba a una quincena de metros, de forma aproximada, quedó boquiabierta. Bajo ninguna circunstancia esperaba encontrarle de aquella manera... Tan pronto. Sabía que andaba por esa zona de la isla, pero creyó que tendría que esmerarse para rastrearle o algo así. Nunca pensó en hallarle un día después que decidió ir en su búsqueda. No estaba preparada para eso. ¿Cómo no se le había ocurrido que, al igual que ella, cabía la posibilidad de que él se moviese del lugar donde le hubo situado Hanzo dos días antes? (T/N) incluso llegó a imaginar que el arquero hubiera cambiado su localización, puesto que él no era un árbol que permanecía paciente en sus raíces, pero siempre había llegado a la conclusión de que, si el joven se movía, sería dentro del rango de la zona de las praderas o, si acaso, para ir más allá hacia los límites de la playa. No se le había pasado por la cabeza la opción de que fuese al río. Aunque, bien pensando, no era en realidad algo tan descabellado. Seguramente aquella sarta de pensamientos e ideas la asediaban solo para dar una explicación coherente a la inopinada aparición del aspirante... O quizá solo estuviera alargando el momento de acercársele.

Al parecer, el joven estaba muy concentrado en su tarea, puesto que no dio indicios de percatarse de la presencia contraria a la que seguía dando la espalda. Quizá se debiera al par de pies silenciosos que había desarrollado la chica desde su niñez, cosa que a menudo solía producir sustos en otras personas cuando se aparecía en su espalda sin ruido y siempre le gritaban sus deseos por colgarle un cascabel al cuello. Aquel recuerdo le producía sonrisas a (T/N), pero en esta ocasión estaba tan perturbada que siquiera hubo indicio de aquella morriña.

Ahí estaba... Sin más preámbulos ni ostentaciones. De forma conveniente y directa. Y el sentimiento de impresión en nuestra joven protagonista era un delicioso plato de confusión, condimentado por una pizca de alivio y excitación, pero ligeramente arruinado por un exceso de salpimentación en miedo. Y, sin embargo, no había llegado hasta ahí para seguir escondida tras un árbol y dando miradas furtivas entre la zarzamora que parasitaba el espacio personal del pobre roble con sus espinosas e invasoras ramificaciones. Debía ser valiente y dar un paso al frente.

Tras un silencioso suspiro, la joven apretó los puños y avanzó. En cierto momento, el rumor de una ramita quebrada bajo su calzado invitó a Pokkle a girar la cabeza de manera brusca en su dirección. Por primera vez desde la pelea, ambos se encontraron compartiendo una mirada a los ojos, sin la alternación del espionaje silencioso de reojo, sino que se vieron de frente y sin eludirse. Las negras pupilas del arquero brillaban con fiereza y una desconfianza hacia el entorno, a pesar de la postura corporal que relucía en sus músculos, la cual expresaba comodidad por la naturaleza del bosque, como si aquel fuese su territorio habitual. Y sin embargo, las ojeras oscuras bajo sus cuencas indicaron a (T/N) el poco descanso que tuvo el joven en los últimos días. Parecía cansado, pero se mantenía firme. Aunque, sin duda, lo que más protagonismo tomó en los globos oculares de la chica fueron la sucesión de expresiones que desfilaron por el rostro del arquero al verla allí plantada.

El ambiente se volvió pesado con aquel par de miradas compartidas. El silencio resonó con fuerza, solo interferido de forma leve con el rumor, que ahora parecía lejano, del cauce del río siguiendo su senda con la indiferencia típica de los elementos. Pero no había más sonido que les distrajese. Ni siquiera un soplo de aire que balancease las hojas y les recordara el sutil resquemor de la risa de los infiernos, aullando extasiados por la incómoda sensación de los pecados trepando por tu espalda y lamiendo con un escalofrío la espina dorsal. Solo quietud. Aunque eso tampoco era del todo cierto, era más bien lo que pudo captar la percepción de (T/N), quien estaba sorda al sonido del aleteo nervioso de un pajarillo que pasó apresurado sobre sus cabezas, mínimo a una treintena de metros por encima. O el pequeño golpe que se llevó una de las botellas de agua que estuvo llenando el joven cuando esta cayó de lado al incorporarse él y dejar de darle el apoyo que tuvo contra su muslo. La chica solo escuchó un silencio, quizá distorsionado por alguna espiración de sus pulmones al notar el errático intercambio de gases en sus pulmones por contener de forma inconsciente la respiración por la tensión de su cuerpo, y un montón de sus pensamientos abrumando su racionamiento con los bramidos de las órdenes que le mandaba el cerebro y el cuerpo ignoraba. No sabía qué hacer... Por lo que, con cierta torpeza y una media sonrisa incómoda, dejó ir su voz al encuentro del aire con el comienzo de la conversación.

Lo ilegible. (HxH y Reader) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora