Prólogo: Un caballero de férrea armadura

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En aquel reino de artísticos paisajes, armonizado por música de ambiente que aparentaba ser alguna de las tantas composiciones del maestro Erik Satie, existía un ostentoso castillo, el cual, recibía a sus invitados con el cálido abrazo de su inmenso jardín, decorado por colores más brillantes que los del propio arcoíris. Tonalidades rosáceas, anaranjadas y ambarinas, difuminadas entre sí cuan pintura impresionista, eran capaces de captar la esencia pura de Dreamland, embelesando hasta al más insensible individuo.

En aquel reino de oníricas tierras residía un hermoso caballero de férrea armadura, de gran carácter y valentía digna de su profesión. Su nombre era Meta Knight, de cabellos color noche y ojos ambarinos tal cual lo era la luz de las farolas que conformaban el alumbrado público.

Tras años de esfuerzo hercúleo, Meta Knight se convirtió en un caballero de alto rango, al punto de que su monarca, el Rey Dedede podía depositar su entera confianza en él.

Meta Knight nunca fue de muchos amigos, sin embargo, intentaba dar su mejor esfuerzo cuando se trataba de entablar y pulir sus relaciones sociales, aunque tal vez esto no fuese del todo obligatorio en su labor.

Pese a los rumores toscos y burdos alrededor de su persona, el portador de Galaxia demostraba de diversas maneras que, como todos, tenía un corazón, y uno muy cálido por cierto. Sin importar que su profesión requiriese hasta cierto punto la "frialdad", Meta Knight no podía ser alguien completamente imperturbable.

Si este fuera el caso, no sería un humano. De hecho, se acercaría más a la definición de una estatua.

Como cualquier persona, podía reírse de chistes inocuos o de doble sentido, tenía gustos y una gran historia que contar. Tenía sentimientos, pensamientos y necesidades. Era un humano, y su profesión no podría jamás quitarle todas esas cosas.

Para su infortunio quizá, varios de sus compañeros seguían describiéndole de manera muy superficial con aquellos adjetivos que desde siempre se le habían atribuido "Reservado, frío e insensible". Pero ¿Por qué? Se preguntaba, merodeando entre los senderos de su mente con el propósito de formular alguna respuesta.
Sí, sus habilidades sociales nunca fueron las mejores, pero no era para tanto, suponía.

Y por todo esto, aún le era complicado concebir que tenía dos amigos, o al menos así se refería a ellos, Blade y Sword.

En fin, ese día no había sido muy bueno a decir verdad, y la noche reflejaba que, en efecto, iba a terminar de una forma horrenda. Lo peor del caso es que era lunes.

Meta Knight estaba acostumbrado a tener rachas bastante extensas de días excelentes, con paga extra y comida incluida. Pero también estaba acostumbrado a recibir golpes por parte de días malos, repletos de miradas cortantes y heridas verbales.

La lluvia no ayudaba mucho en estas circunstancias, incluso, podría decirse que el manto de tristeza que envolvía al ambiente, provocaba que el joven caballero sintiera como sus ánimos se enterraban en el suelo tan profundo como lo harían las raíces de una flor, dispuesta a presumir sus hermosos pétalos.

Abrazaba con ahínco el encargo que su monarca le había indicado recoger. Era lo único a lo que podía aferrarse en ese momento.

Su camino era iluminado por la tenue luz de las farolas, ayudándole a no perderse entre la eterna oscuridad nocturna que ahora invadía a Dreamland.

Estaba cansado, tanto física como emocionalmente. Anhelaba cuan pequeño infante llegar a su dormitorio y desplomarse sobre el colchón blanco en el que siempre dormía. Quería dormir tanto como lo hacía en su juventud, cerrar sus ojos y despertar en un mundo fantasioso en donde hasta la meta más quimérica podía convertirse en una realidad.

Meta Knight sonrió con nostalgia, recordando casi de manera tangible la felicidad que invadía su corazón en esa época.

Hubiera podido seguir pensando en todo lo que deseaba vivir de nuevo, si el llanto de un bebé no hubiera perturbado la poca paz mental que había logrado obtener luego de un largo día de laburo excesivo.

Su sentido auditivo se agudizó tal cual lo haría en una misión cualquiera, buscando el origen de ese llanto ensordecedor.
Sus botas chocaban contra el asfalto de las calles, mojándose gracias a los charcos de agua que la lluvia había dejado como vestigio de su presencia.

El ruido lo guio hasta un callejón cercano al castillo. El bebé lloraba sin consuelo alguno, sintiéndose solo en ese mundo abrumador que lo había recibido de una manera no muy grata. En cuanto vio al niño, lo primero que hizo fue cargarlo entre sus brazos, soltando el encargo que abrazó durante la mayor parte de su trayecto.

Shhh... calma pequeñín, ya estás a salvo. —Con cuidado recogió la manta blanquecina que cubría el rostro del bebé, pudiendo observarle con mayor detenimiento.

Sus ojos, apagados hasta ese momento, brillaron cuan estrellas decorando el cielo nocturno, mirando las facciones del niño que traía en sus brazos.
¿Por qué alguien abandonaría a un alma tan indefensa? ¿Qué propósito tenía haberlo traído al mundo entonces?

El bebé tenía un cabello de color rosáceo pastel, haciendo juego con sus ojos añiles, aparentando ser un inmenso mar inundado en lágrimas.
Meta Knight sintió como si el niño le estuviese suplicando que se quedara con él, pues en cuanto comenzó a arrullarlo su llanto cesó al instante.

El caballero se creía incapaz de poder cuidar de un niño. Era mucha responsabilidad para él, pues siempre había sido de la idea de que a los niños se les debía dar una vida plena dentro de lo posible.

Y él, sin duda, no podría dársela... o al menos así lo creía.

Ay, mi niño... ¿Qué voy a hacer contigo? —Murmuró a lo bajo, apegando al bebé contra su pecho, percatándose de que su pequeño cuerpecito se había mojado por la lluvia. —Necesito darte un baño antes de que te enfermes pero... —Suspiró con pesadez.


Sin duda, convertirse en padre, y más aparte soltero, nunca estuvo en sus planes.

Aunque ¿Por qué ese niño había despertado una chispa de esperanza genuina que parecía extinta desde hace mucho tiempo?

Un padre solteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora