Capítulo Cinco

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La conversación entre Cleopatra y Aaron se deslizaba suavemente hacia recuerdos más ligeros, buscando refugio en las memorias compartidas que aún podía arrancarles una sonrisa

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La conversación entre Cleopatra y Aaron se deslizaba suavemente hacia recuerdos más ligeros, buscando refugio en las memorias compartidas que aún podía arrancarles una sonrisa.

— Cambiemos de tema, ¿qué te parece? —propuso Cleopatra, secándose las lágrimas con el dorso de la mano—. ¿Hay algún recuerdo feliz que tengas de nuestros días aquí? —Aaron se acomodó mejor en su asiento, una chispa de alegría iluminando sus ojos. 

— Claro, Cleo, hablas como si hubiera pasado una eternidad —dijo con una sonrisa—. Tengo un montón de buenos recuerdos. ¿Recuerdas aquel día lluvioso? Terminamos cayendo en un enorme charco de lodo. —y su risa, franca y contagiosa, llenó el espacio entre ellos. Cleopatra no pudo evitar reír también, recordando aquel momento con cariño. 

— Imposible olvidarlo. —respondió, su sonrisa amplia y sincera—. Y qué decir del día que me propusiste matrimonio de la manera más insólita. —Aaron rodó los ojos, aún divertido por el recuerdo. 

— Ese día fue una locura. Había comido unos brownies que resultaron ser mágicos, sin tener la menor idea de que estaban... potenciados. —admitió, y ambos estallaron en carcajadas.

— Fue un día memorable, sin duda... —continuó Cleopatra, aún entre risas— y tú, en medio de esa confusión, sacaste un anillo de lata y te arrodillaste. Pensé que era otra de tus bromas.

— Lo recuerdo como si fuera ayer. —dijo Aaron, su mirada perdida en el pasado—. Ahí estabas tú, con ese vestido azul que tanto te gustaba, y yo, con la mente en las nubes gracias a esos brownies, decidí que era el momento perfecto para una propuesta de matrimonio.

La nostalgia los envolvió como una manta cálida, y por un momento, pudieron olvidar el dolor y la tristeza. En esos recuerdos, encontraron consuelo y la certeza de que, a pesar de todo, la vida les había regalado momentos de pura felicidad y conexión.

Cleopatra se perdió por un momento en el recuerdo agridulce, dejándose llevar por la nostalgia. Su sonrisa no se desvaneció, pero un toque de melancolía se coló en sus ojos. No pudo evitar preguntarse cómo habrían sido las cosas si el incidente no hubiese sucedido.

— Esos fueron tiempos mejores... —Sus palabras fueron apenas un susurro, llenas de añoranza. Aaron observó la expresión melancólica en el rostro de Cleopatra, notando la sombra de tristeza en sus ojos. Su sonrisa también se desvaneció ligeramente. Sabía a qué se refería ella con esas palabras, y él mismo sentía esa nostalgia apoderándose de él.

— Lo fueron —admitió él, su voz suave y llena de comprensión—. Ojalá pudiéramos volver a aquellos tiempos... incluso por un instante. —Cleopatra asintió, compartiendo esa misma sensación de anhelo. Deslizó sus dedos por los mechones de su cabello, buscando consuelo en ese gesto.

— ¿Quién sabe? —dijo ella suavemente, suspirando profundamente. No quiso expresar en ese momento la pequeña duda que rondó su mente, ni tampoco el temor que aún se escondía en algún lugar dentro de ella. Aaron la miró con atención, notando la duda que se asomaba en su voz y la tensión en sus hombros. Sabía que ella luchaba con algún pensamiento no dicho, así que se acercó más a ella y la tomó de la mano, entrelazando sus dedos con los suyos.

— Hey, ¿Qué pasa por esa linda cabecita tuya? No puedes esconderme nada, ya lo sabes.

— ¿Sólo has vuelto por lo que dijo Jordan? —Preguntó ella, con una leve sensación en su pecho. Aaron la miró con confusión, un pequeño frunce apareció en su frente.

— ¿A qué te refieres? —Cuestionó él, desconcertado por su inesperada pregunta. Sus dedos se aferraron un poco más a los suyos, como si quisiera asegurarse de que estaba ahí, a su lado.

— Fuiste a buscarme a esa fábrica, sabías que yo estaría allí. Al principio pensé que era sólo lo de Jordan que te traía de nuevo, pero no es así ¿O sí? —La comprensión se reflejó en el rostro de Aaron. Suspiró, sabiendo que no podía engañarla.

— No, —admitió él suavemente— no fue sólo por Jordan. Fue... porque necesitaba verte.

— ¿Por qué? ¿Por qué has vuelto después de tanto tiempo? —Su tono era triste, melancólico. Las palabras de ella tocaron su corazón con una dolorosa precisión. Aaron sintió una punzada de culpa mientras buscaba las palabras adecuadas para responder.

— No quería irme en primer lugar. —Dijo él, con voz entrecortada—. Nunca quise dejarte... Sólo necesitaba tiempo para entender algunas cosas.

Cleopatra dejó salir un suspiro tembloroso, su mente llena de preguntas sin respuesta. Su relación había terminado en términos amargos, y ella había luchado duro para superar su dolor. Su inesperada reaparición había abierto heridas que aún no estaban curadas. Aaron apretó su mano con más fuerza, como si temiera que ella se desvaneciera en cualquier momento.

— Lo siento, Cleo, —susurró, lleno de remordimiento—. Sé que no tengo derecho a aparecer en tu vida así, tras tanto tiempo. Pero no podía... —Su voz se quebró, y tragó saliva visiblemente.

Cleopatra lo estudió con atención, sus ojos oscuros llenos de emociones encontradas. Su corazón todavía estaba dolorido por la ruptura, pero también había una parte de ella que anhelaba su presencia. Su mano, entrelazada con la suya, le envió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo.

— Yo también lo siento, Aaron. —Dijo ella finalmente, sus palabras llenas de vulnerabilidad. Sus ojos buscaron los de él, tratando de encontrar respuestas en sus profundidades oscuras—. No fue fácil para mí lidiar con todo lo que pasó, y mucho menos intentar mantener una relación cuando me sentía completamente vacía.

La compañía de Aaron hacía que las horas se deslizaran como minutos en un reloj roto. La conversación fluía tan naturalmente que el avance del tiempo les era ajeno, hasta que las campanadas distantes anunciaron la llegada de la medianoche. Fue entonces cuando Aaron, con una sonrisa amable y la gentileza que lo caracterizaba, se ofreció a llevarla de vuelta a su hogar. Aceptando su oferta, ella se sumergió en la calidez de su voz mientras conversaban durante el trayecto, compartiendo risas y confidencias bajo el manto estrellado de la noche.

Al llegar, un silencio cómplice se instaló entre ellos, un silencio lleno de palabras no dichas y promesas de futuros encuentros. Con un adiós que parecía más un hasta pronto, se despidieron en la puerta de su casa, donde la luz de la farola dibujaba sombras danzantes.

Un Año Problemático [Publicando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora