Capítulo Ocho

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— Emma, tengo hambre

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— Emma, tengo hambre. —Se quejó Cleopatra, dejándose caer en el sofá de la sala con un suspiro dramático. La casa de su mejor amiga era su refugio, un lugar donde podía ser ella misma sin reservas. Habían pasado la tarde rememorando el campamento del fin de semana, aunque Cleopatra solo había estado en su casa viendo películas. Entre risas y confidencias, Cleopatra le había contado sobre un chico que había conocido recientemente, aunque todavía no estaban seguras de si estaban saliendo o no.

— Ya sabes, mi casa es tu casa, ve a buscarte algo. —Respondió Emma sin levantar la vista de su laptop.

— ¿Tienes esas galletitas con relleno de crema? —preguntó Cleopatra, sus ojos brillando con la anticipación de la golosina.

— Sí tengo, están en el estante de la cocina, junto a los fideos y eso. —le indicó Emma, tecleando con rapidez.

— ¿Qué haces?

— Estoy hablando con Luke, me invitó a salir este sábado...

— Mi bella perra tiene una cita. —Bromeó Cleopatra, una sonrisa traviesa adornando su rostro.

— ¡Cleo! —Emma no pudo evitar reírse a pesar de su fingida indignación.

— ¿Qué? —Cleopatra la miró con seriedad antes de rendirse a la risa—. Bueno, voy a buscar las galletas, ¿Quieres algo?

— Un batido de chocolate, por favor. —Pidió Emma, ahora ella era la que se ponía seria.

— ¿Es en serio, Emma? —Cleopatra alzó una ceja, pero Emma le respondió con un beso volado.

Cleopatra salió de la habitación, su cartera colgando del hombro, y se dirigió a la cafetería más cercana. Ella entró en la cafetería, el tintineo de la campanilla sobre la puerta marcando su llegada. El aroma del café recién molido y las masas hojaldradas recién horneadas llenaba el aire, creando una atmósfera acogedora. Mientras se dirigía hacia el mostrador, sus ojos se encontraron con los de un chico de cabello castaño que estaba sentado solo, su taza de café humeante en la mesa frente a él. Sus miradas se entrelazaron por un breve momento, y Cleopatra sintió una chispa de curiosidad. Había algo en la intensidad de su mirada que la cautivó, un brillo en sus ojos que parecía ocultar mil historias.

Intentando ignorar la extraña conexión, Cleopatra se acercó al mostrador para hacer su pedido. Sin embargo, no pudo evitar lanzar miradas furtivas hacia donde el chico estaba sentado, preguntándose quién sería y qué historias tendría para contar. Mientras esperaba sus batidos, se perdió en sus pensamientos, construyendo en su mente historias imaginarias sobre el misterioso desconocido.

— ¿Vas a pedir algo? —La voz de la camarera la sacó de sus pensamientos.

— Sí, disculpa, quiero dos batidos, por favor. —Pidió Cleopatra, y la camarera asintió.

— ¿De qué sabores?

— Vainilla y chocolate.

Cuando la camarera le entregó los batidos, Cleopatra se giró para echar un último vistazo al chico, pero su silla estaba vacía. Sintió una punzada de decepción, preguntándose si había perdido la oportunidad de conocerlo. Fue entonces cuando escuchó su voz, un susurro suave y cálido que le hizo estremecerse.

— Soy Matteo, por cierto.

El corazón de Cleopatra dio un vuelco. Se giró rápidamente, solo para ver a Matteo alejándose, su figura alta y esbelta recortándose contra la luz que entraba por las ventanas de la cafetería. Su partida fue tan repentina como su aparición, dejándola con un batido en cada mano y un sinfín de preguntas girando en su cabeza.

De regreso en la casa de Emma, mientras buscaba las galletas en la cocina, Cleopatra no podía dejar de pensar en Matteo. ¿Quién era él? ¿Por qué se había acercado a ella de esa manera tan enigmática? ¿Se volverían a encontrar? Estas preguntas la acompañaron mientras regresaba a la habitación de Emma, donde una conversación sobre viajes y vacaciones la esperaba.

— Tardaste mucho en buscar unas... —Emma se giró y la vio, una sonrisa iluminando su rostro—. Woah, si te tomaste en serio lo del batido, te quiero. —La abrazó y tomó su batido con entusiasmo—. ¿Te parece ir a Roma? Necesito vacaciones. —Propuso de repente.

— Em, ¿podemos hablar de esto en otro momento? —Cleopatra estaba distraída, su mente aún en el encuentro fugaz con Matteo.

— Pero Cleopatra, necesitamos conversar, —insistió Emma—. Y no pienses que me voy a olvidar de que saliste con Aaron, no me contaste nada sobre eso.

— Estoy en el baño, Emma, después te cuento. —le gritó Cleopatra desde el baño.

— Bueno, ahora, cuando salgas de ahí, hablamos.

Después de que Cleopatra salió del baño, ambas se pusieron a organizar lo que sería su viaje. Decidieron ir en un coche rentado, ya que no estaban muy lejos de Roma, y ya habían escogido el hotel con comida incluida. Por último, avisaron a sus padres. Sabían que si preparaban todo con anticipación, sus padres no tendrían motivos para quejarse.

Este viaje significaba mucho para Cleopatra; era una oportunidad para salir y distraerse como no lo había hecho en años, una escapada necesaria para despejar su mente y quizás, para encontrarse a sí misma.

Emma observó a Cleopatra salir del baño, con la mente todavía en el breve encuentro con Matteo. Ella observó la distracción de su amiga, era evidente que su mente estaba en otra parte—. ¿Está todo bien? Pareces... distraída.

— Cuando fui a comprar los batidos me crucé con un chico, pero fue muy extraña la situación.

— ¿Eh, en serio? ¿Qué tenía de extraño? —Se inclinó hacia delante, con curiosidad. Emma alzó una ceja, intrigada.

— Primero nos miramos de lejos, solamente cruzamos miradas, pero luego se me acercó y sólo pronunció su nombre, fue demasiado misterioso y atractivo.

— Espera, espera, espera. ¿Sólo pasó eso? —El interés de Emma se disparó y una sonrisa curiosa se dibujó en la comisura de su boca.

— Así es, la breve historia se cortó ahí, no dijo nada más y se fue.

— ¿Eso fue todo lo que hizo? ¿Se presentó y luego, simplemente, se fue? ¿Ningún número de teléfono, ningún coqueteo, ninguna broma ingeniosa? —La voz de su amiga estaba llena de incredulidad—. Te faltan clases de coqueteo, amiga. No puede ser que el primer chico que se te acerca, luego del idiota de tu ex, se vaya de esa manera sin siquiera dejarte el número de teléfono.

— Es que el propio chico no me dio tiempo a nada, me susurró su nombre en el oído y se marchó, no tuve más opciones. Por lo menos sé que se llama Matteo.

— Eso debió haber sido muy frustrante, ¿Qué clase de persona hace eso?

Emma se inclinó hacia delante, claramente intrigada por la historia de Cleopatra. Sus ojos estaban llenos de interés y un toque de sorpresa ante lo que había sucedido.

— Es un misterio, —dijo Cleo con un encogimiento de hombros, aunque había algo de nerviosismo en su voz— fue bastante frustrante. Ni siquiera tuve tiempo de reaccionar antes de que él desapareciera nuevamente en la multitud.

— ¿Y sabes cómo era ese tal Matteo?

— Era un chico alto, con cabello castaño y ojos verdes. —Respondió Cleo, recordando la breve interacción—. Era bastante guapo, si soy honesta.

— Un chico guapo y misterioso que apareció y se fue sin dejar rastro, es como algo sacado de una película de romance cliché.

Cleopatra no pudo evitar sonreír ante el comentario de su amiga, aunque una pequeña punzada de tensión atravesó su interior—. Sí, algo así —admitió ella—. Pero, por otro lado, me ganó el gusto saber más acerca de él, y por qué se fue tan repentinamente sin siquiera decir algo más a excepción de su nombre.

— Tal vez te volverá a encontrar, ¿Quién sabe?

Un Año Problemático [Publicando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora