Capítulo Doce

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Los días transcurrían con una tensa calma, sin más amenazas ni mensajes del misterioso perseguidor

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Los días transcurrían con una tensa calma, sin más amenazas ni mensajes del misterioso perseguidor. El grupo había considerado prudente informar a la policía local sobre los recientes acontecimientos, pero se encontraron con un muro de indiferencia; sin pruebas tangibles, sus preocupaciones fueron desestimadas. Para empeorar las cosas, cualquier evidencia que pudiera haber respaldado su caso había desaparecido misteriosamente del departamento.

Cleopatra se encontraba en el balcón, una figura solitaria envuelta en humo, su vicio persistente desde la juventud. Observaba la calle con ojos inquisitivos, buscando señales de peligro a la luz del día. La normalidad parecía reinar con transeúntes despreocupados, pero la aparente paz no lograba engañarla. Mientras dos grupos de familias se acercaban a un callejón, una silueta oscura, vestida de negro, emergió brevemente, un presagio oscuro que desapareció tan rápido como apareció. Cleopatra parpadeó, cuestionando su cordura, preguntándose si la sombra era producto de su imaginación o una señal de que el peligro acechaba en cada esquina.

— Esto parece una típica película de terror. —Se dice a sí misma en voz alta.

— ¿Qué cosa? —Preguntan a sus espaldas y Cleopatra se sobresalta— Perdón, no quería asustarte. —Se disculpa Jordan.

— Creo que todo este asunto me está enloqueciendo, juro que acabo de ver a una persona complemente de negro mirando hacia aquí, pero se esfumó.

— ¿Estás segura de lo que viste?

— Ya no lo sé, debe ser la falta de sueño, no he podido pegar un ojo en varios días, más sabiendo que la policía no quiere meterse en nada.

Una discusión había comenzado en la cocina, Jordan estaba reprochando a Aaron que comió algo de él sin pedir permiso, todos sabían que no era momento de peleas entre ellos, pero fue divertido ver como se hacen calzón chino el uno al otro. Necesitaban un poco de risa entre toda la mierda.

La risa no duró mucho, cómo la tranquilidad que se generaba por momentos, hasta habían organizado turnarse para dormir mientras una o dos personas vigilaban. Parecía un apocalipsis toda esta mierda, sin hablar de los vidrios que les habían roto hasta ese momento. La noche cayó, como siempre, la peor parte de sus días.

Todas las malditas noches alguien los molesta, ya sea poniendo notas bajo la puerta, tirando piedras a las ventanas, o golpeando la puerta varias veces y que al salir no haya nadie del otro lado. Esa noche tocó lo de la puerta, golpeaban y tiraban de ella durante varios minutos sin lograr nada, siempre Jordan y Aaron la sostenían del lado de adentro para que no pudieran abrirla. Cuando el ruido se frenó ambos salieron con bates en las manos, no había nadie como era de esperarse. Al observar la puerta se dieron cuenta que la cerradura había sido forzada de todas maneras posibles, una noche más y se rompería.

Todos preocupados y consternados con lo que pasaba cada noche, comenzaron a hablar sobre que iban a hacer ahora, sabiendo que este sujeto no pararía hasta entrar y hacer quién sabe qué.

— Yo diría de ir a otro lado de la ciudad. —propone Eva, su voz temblando ligeramente mientras mira a sus amigos con preocupación.

— Vayamos donde vayamos, sabrá encontrarnos. No hay muchas soluciones. —Responde Jordan, cruzando los brazos con frustración. Sus ojos recorren la habitación, buscando una salida que sabe que no existe.

— Jordan tiene razón. —Añade Eva, su voz apenas un susurro—. Él sabe cada movimiento que hacemos, sabe dónde quedan nuestras casas, supo que nos mudamos a este lugar, el viaje y todo eso. No hay escapatoria. —Un silencio tenso se apodera del grupo. El sonido del reloj en la pared parece más fuerte, marcando cada segundo que pasa.

— Hay que mantener la calma, encontraremos una solución. —Dice Aaron, tratando de infundir esperanza. Se pasa una mano por el cabello, pensativo.

— Primero podríamos pedir las cámaras de seguridad. —Propone, con la mano en su barbilla y mirando expectante a sus amigos—. Teniendo en cuenta que siempre están activas en cada punta de los pasillos.

— ¿Tú crees que nos la darán?

— Eso espero... —respondió Aaron, su voz firme pero con una sombra de incertidumbre.

El grupo asiente lentamente, sabiendo que es su mejor opción. La tensión en el aire es palpable, pero hay una chispa de esperanza en sus miradas. Saben que, aunque el camino sea difícil, no están solos en esta lucha.

Primero llegaron a un acuerdo luego de conversar qué harían, pero lo que tenían planeado era juntar a su familia y contarles sobre los últimos días. Era una especie de reunión familiar, estaban los padres de cada uno. Fue inevitable que no se preocupen, aunque sabían que ellos podían controlar la situación y que nadie les podía poner un dedo encima.

La madre de Cleopatra preguntó por Emma, se suponía que estaba con ellos, fue en ese momento que el resto del grupo se dio cuenta del detalle faltante. No la amenazaron, conoce perfectamente a Cleopatra y sabía lo que hacían últimamente.

— ¿Estás segura de lo que estás diciendo? —Le preguntó Hanna a Cleopatra con incredulidad y ella asintió con firmeza.

— Te lo juro, Hanna. Hay algo raro en ella, lo siento en el estómago.

— ¿Qué tipo de cosas? —insistió Jordan, frunciendo el ceño.

— Pues que ella nunca recibió ninguna amenaza, estaba conmigo en Roma cuando todo pasó y, sin querer, le solté el tema del departamento. Yo pensaba que era inocente y otra víctima más, pero ahora estoy convencida de que puede ser una cómplice.

— Yo también creo que Cleopatra está en lo cierto, hay muchas cosas que no encajan en esta historia.

— Por eso tengo que verla en persona, necesito mirarla a los ojos y escuchar lo que tiene que decir.

— Pero no puedes ir así como así y acusarla de todo.

— Tranquilo, no voy a hacer una locura. Solo quiero sacarle algo de información.

Regresaron al departamento, bautizado por ellos como el 'departamento del terror', donde el encargado los esperaba con las cintas de seguridad ya preparadas. La incertidumbre flotaba en el aire mientras insertaban la primera cinta en el reproductor. Durante el día, todo parecía normal: vecinos yendo y viniendo, una rutina suburbana sin fisuras. Pero al caer la noche, la pantalla reveló una figura desconocida, un ente que se deslizaba entre las sombras, su rostro era imposible de discernir.

Revisaron las cintas una y otra vez, cada repetición mostrando a diferentes personas, nunca las mismas, nunca un rostro familiar. La extrañeza de la situación se les clavó en la mente: el perpetrador no actuaba solo. Detrás de los actos inquietantes, se ocultaba un grupo grande, una red de sombras que operaba con una coordinación escalofriante. La revelación los dejó con una sensación de vulnerabilidad, conscientes de que el peligro que enfrentaban era mucho más grande y organizado de lo que jamás habían imaginado.

Un Año Problemático [Publicando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora