Muchas gracias, mucho gusto.

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Lino es un chico amable, no muy inteligente, bastante torpe y distraído, pero determinado en lo que quiere lograr. Es hijo de una gran empresaria, la señora Lee quien es accionista en una de las mejores compañías de artículos electrónicos de Seúl. Por ello el chico estudia mucho, pues quiere ser tan bueno como su madre algún día.

Todo va más o menos bien en su vida hasta que un día, cuando él ya había comenzado a laborar para aquella gran compañía, al entrar a la sala de reuniones comenzó a sentirse distinto.

El calor que se expandió por cada fibra de su ser lo hizo tener problemas para respirar. Bajó la mirada y notó que su cabeza daba vueltas hasta hacerlo sentir como que todo a su alrededor se balanceaba. Lo que tenía al frente suyo eran tres alfas bastante más corpulentos que él, usando su "voz" para hacerlo doblegar hasta caer de rodillas.

Lino era omega, pese a que era débil, destacaba en muchas cosas y a veces eso confundía a otras personas. Pero no a los alfas, ellos podían sentir el aroma de Lino y lamentablemente, esos tres lo habían llamado para una supuesta reunión cuando en realidad el plan era otro.

La voz de un alfa podía ser usada de muchas formas, por lo general, la usaban para marcar territorio o defenderse. Pero en esta ocasión la estaban usando sobre Lino para hacerlo entrar en celo, para debilitarlo y humedecerlo.

El chico quiso gritar pero su voz no salía, quiso correr pero sus piernas temblaban. Con terror miró a esos tres frente a él y sus ojos se llenaron de lágrimas. Apretó sus párpados con fuerza y sintió asco por la lubricación que comenzaba a descender por su propia entrepierna. No quería ver, no quería sentir, porque apenas uno de sus hombres lo tomó del brazo, el terror y el repudio recorrieron sus venas.


—¡¿Qué demonios creen que están haciendo?! —Un grito los sorprendió a todos y el fuerte golpe en la puerta hizo que el seguro se quebrara y cayera casi en pedazos. Un alfa no más alto que los otros tres se apareció —¡Les ordeno que suelten a ese omega! —Su voz de alfa fue jodidamente pesada, tanto así que hizo que Lino cayera al suelo y que aquellos tres salieran corriendo —¡Conozco sus malditos nombres, así que más vale que no vuelvan aquí jamás!


Se acercó rápidamente a Lino pero ya era un poco tarde, el chico ya estaba en celo. Respiraba profundo, sudaba, su rostro estaba muy rojo y la erección en sus pantalones era insoportable.


—Descuida... ya pasó... Eh, ¿te duele algo? ¿te lastimaron? ¿Tienes supresores contigo? —Era un hombre rubio, de cabellos ondulados pero perfectamente peinados. Su impecable traje se arrugó cuando se inclinó más cerca de Lino y trató de tomarlo en brazos. Pero éste lanzó un manotazo rechazando también su toque, aunque por suerte, no lo tocó —Está bien, descuida... yo no puedo hacerte daño. ¡Oh! Llamaré a mi secretaria, ella es una omega también —El hombre rubio se sentó en el suelo frente a Lino y tranquilamente sacó su celular de uno de sus bolsillos. Hizo una corta llamada y después le sonrió al omega —Estará aquí pronto con algunos supresores, ¿de acuerdo? No te preocupes, me quedaré aquí cuidándote.


Y eso fue confuso. Lino conocía a los alfas, toda su vida había huido de ellos. A donde sea que fuera habría algún alfa idiota creyéndose superior a él o queriendo meterle su maldita porquería en el trasero. Pero el hombre rubio estaba ahí, sentado frente a él como si nada. Lino literalmente estaba despidiendo feromonas por toda la sala de reuniones, con el trasero lo bastante húmedo para recibir a un alfa, estaba excitado y débil, pero era como si nada de eso afectara al hombre rubio, ¿cómo? Bueno, realmente Lino no quería saber la respuesta, porque más que confundido estaba aliviado.

Tan aliviado que comenzó a llorar.


—M-muchas gracias... lo siento, de verdad lo siento mucho... Muchas gracias por ayudarme, mi nombre es Lino... mucho gusto —Susurró entre lágrimas mientras frotaba sus ojos, avergonzado y demasiado aliviado.

Lazo Roto [ MinChan | Banginho | ChanHo ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora