3| Lana

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Masajeo su cuello en un semáforo en rojo, el símbolo de la gasolina del auto se prendió recordándole que debía detenerse a cargar gas cuanto antes. Había estado manejado por cuatro horas ya sin saber a dónde quería ir exactamente. 

Prendió la direccional y cambió de dirección en cuanto pudo, si continuaba derecho se encontraría con la salida a la autopista y quizá podría cruzar Alberta por completo. Sin embargo, le pareció gracioso volverse ante el pueblo de Baff y cargar gasolina ahí. Al final del día, por primera vez en veinticuatro años, no tenía un plan que seguir. Bueno, cuando era niña tampoco lo tenía, pero ese no es el punto. 

Lana subió el volumen del estéreo y sacó una mano por la ventanilla sintiendo un poco de frío de la intemperie. Antes de llegar a la primer gasolinera un auto se colocó a su lado pitando la bocina. 

-Hola, bonita. ¿Llevas prisa? -- eran un par de jóvenes en auto deportivo. Ella bajó ligeramente sus gafas suspirando de cansancio y decidió ignorarlos. 

-Uuuu -- dijo uno de ellos con aires de burla. Le molestaba que los hombres se comportaran como si fueran dueños del mundo. 

-¿No se les hace tarde para llegar a la primaria? -- les respondió finalmente y ellos comenzaron a reír. 

-Depende, ¿tú eres la maestra? -- ambos chocaron los puños y aceleraron a toda velocidad dejando nada más que polvo a sus espaldas. 

Lana bufó casi enfurecida y finalmente logró llegar a su destino. Dejó cargando el vehículo y acudió hasta la tienda de autoservicio, no había tomado nada desde hacía unas horas y su panza ya sonaba exigiendo un poco de comida. Tomó unas galletas y un agua, pagó por todo en la caja y volvió al auto. De ninguna manera esto podría ser el inicio de unas vacaciones alejada de todo. 

Amarró su cabello y retomó el camino por la avenida. Le gustaba el ritmo de la canción, no recordaba que estuviera dentro de su playlist. Anduvo unas calles más adelante hasta detenerse en un tercer semáforo. Se recargó en la orilla de la ventana mirando tranquila la parte exterior, alguien vociferó alto: de nuevo los chicos de hace rato estaban acosando a una mujer. Frunció el ceño con molestia y, en cuanto pudo avanzar se acercó hasta la acera en la que ellos seguían de cerca a la chica, colocó el carro frente a ellos y frenó súbitamente. 

-¿Qué ocurre preciosa? -- le preguntó el conductor del otro auto en cuanto ella descendió. 

-Lo que ocurre es que están fastidiando personas con su existencia. 

-Eres ruda, bonita -- le respondió el mismo piloto. 

-¿Quieres saber lo que es ser rudo? ¿Le quieres preguntar a mis puños? -- A pesar de que Lana era de una estatura apenas promedio, siempre había tenido la gran maldición de no dejarse vencer por bravucones. Su actitud era lo que mantenía a las personas a raya, a veces se maldecía por su gran boca que la metía en más problemas de los que podía estar fuera.

-Da igual -- volvió a su auto con vehemencia, azotando la puerta y pisando el acelerador en reversa.

-¿Estás bien? -- le preguntó a la chica. Se miraron por unos segundos y ella asintió. 

-Sí, gracias. 

-¿Quieres que te lleve? -- seguía haciendo preguntas amables pero nerviosas. Aquella chica tenía una chispa peculiar en todo su ser. 

-No voy lejos. 

-Yo tampoco. -- Lana hizo una mueca y le indicó con la cabeza con subiera. Por el otro lado, la chica, pálida como la nieve con la nariz sonrosada y unos ojos azules que tornaban rojos cada noche, avanzó hasta la puerta del auto en el lado del copiloto. 

-¿Eres de por aquí? -- se colocó el cinturón de seguridad. 

-De Kindersley -- encendió el auto. 

-¿Vas a algún lugar en específico? ¿Un hotel, quizá? -- sus grandes ojos aprisionaban a Lana haciéndola sentir demasiado nerviosa. 

-En realidad no, solo hice una parada breve. No tengo idea de lo que hago. 

-Bueno, al menos tenemos algo en común -- ese comentario hizo reír a la conductora. 

-¿Qué edad tienes? -- le intrigaba la seriedad con la que tomaba las cosas, como si sus problemas fueran los más grandes del mundo.

-Dieciocho -- su voz era suave, breve y con un tono demasiado parsimonioso. 

-Entonces bienvenida al mundo de los adultos. La mitad del tiempo no sabemos lo que hacemos pero pretendemos que así es.

Las flores que tornaron azules; B.EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora