15|Billie

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Era más probable despertar en su cama cuando se quedaba dormida en el sillón que despertar en su cama cuando realmente se iba a acostar en ella. Sonaba curiosa la idea pero, era cierto. Desde hacía años Billie presentaba cuadros de sonambulismo, a pesar de que en varias ocasiones se trató con especialistas, las cosas no han mejorado del todo. 

Billie se puso de pie siguiendo la misma rutina de todos los días. Primero bajaba el pie derecho, luego el izquierdo; se ponía una calceta y luego la otra, y después colocaba la pantufla derecha y después la izquierda. A algunas personas le resultaba peculiar la forma en la que hacía las cosas, siempre debían seguir un orden específico o todo su día comenzaba a empeorar. Desde que Lana había aparecido en su vida, ese orden se había visto inmerso en una serie de cosas que no previa y la ponían nerviosa. Sin embargo, no le molestaba en absoluto tener cerca a Lana. 

Cuando salió de su cuarto se dirigió sin pensarlo dos veces, a la habitación de Finneas. No porque esperara ver ahí a su hermano, sino porque anhelaba ver a Lana tendida en la cama tan pacífica como un pétalo de rosa. No tocó la puerta al entrar, solo abrió la puerta y permaneció unos minutos de pie a un costado de la cama. 

Se agachó para mirar de cerca a Lana y pasó un mechón de su cabello, que caía indecente a través de su cara, por detrás de su oreja. Notó que tenía la boca ligeramente abierta y una mancha de baba escurría por toda la almohada. 

-Buenos días -- le susurró. 

La chica que yacía en la cama despertó poco a poco sin sobresaltarse. Billie andaba en su pijama luciendo tan cómoda y fresca como si llevara un vestido primaveral. 

-Buenos días. -- Si Lana no lo pensaba tanto, era agradable ver algo tan hermoso como aquella chica al despertar. No podía quejarse de la vista. 

-¿Quieres bajar a desayunar? Finn siempre deja un poco de comida en el horno. Igual puedo hacerte un sándwich, me quedan deliciosos -- dijo Billie. 

Lana se removió con una gran sonrisa en su rostro, estiró los brazos y dejó escapar un sonido de satisfacción que llenó los oídos de la joven a su lado. 

-Eso sería increíble. -- Billie se sintió útil y contenta por primera vez en mucho tiempo. No era alguien que le tuviera compasión o que quisiera atenderla como si fuera una niña pequeña. Ya la estaba adorando y no se imaginaba cuánto. 

-Te esperaré abajo... -- pero Lana la detuvo del brazo sintiendo la delgadez del mismo. 

-Voy contigo. -- Se puso de pie en un santiamén y, colocando ambos zapatos al mismo tiempo sin el mínimo esfuerzo de agacharse a atarlos, llamó la atención de Billie. Le intrigó pero no le incomodó como solía ocurrir con cualquier persona. 

Se dirigieron juntas hasta la cocina, buscaron las cosas en la alacena y, cuando menos lo esperaban, ya se encontraban haciendo el desayuno juntas. 

-¿Qué haces mientras estás aquí? ¿No vas a la escuela? -- le preguntó mientras colocaba tiras de queso al pan. 

-Ya no mas. Terminé la preparatoria el año pasado. No porque fuera un genio sino porque todo el mundo concordaba que ya tenía suficiente para preocuparme por, en mi vida. -- Su voz sonaba tranquila, estaba entretenida colocando la mayonesa. -- Y, usualmente me quedo en casa tocando el ukelele hasta que se entumen mis manos y salgo a caminar. Ayer quería pedir trabajo en el cine, pero... Bueno, ya sabes el resto.

-El ukelele es interesante. ¿Cantas? -- la curiosidad salía por si sola. Lana había ignorado por completo el hecho de que Billie no había tenido una vida adolescente del todo normal y par ser sincera, no quería abordar un tema del cual seguramente ya estaba harta. 

-A veces. No lo hago tan bien como mi hermano, pero lo intento. 

-Seguro lo haces mejor que yo -- Lana rió y comenzó a tararear la misma canción que escuchaba cuando vio por primera vez a Billie. Tears dry on their own de Amy Winehouse. Como le gustaba aquella canción. 

-No lo haces tan mal -- dijo Billie saliendo de la cocina para volver con su pequeño instrumento. Tocó un par de cuerdas y pronto ya le estaba cantando el coro de la canción.

A Lana le recorrió una sensación de satisfacción por todo el cuerpo. No es como si Billie tuviera una voz de estilo Witney Houston pero, la manejaba tan bien que te hipnotizaba al momento de salir de su diafragma. 

La pesadez en sus hombros comenzaba a disminuir paulatinamente, todo lo que cargaba cuando llegó, de pronto ya no parecía el mundo entero sino que ahora parecía más sencillo. No recordaba en qué momento del camino se había perdido tanto para haber olvidado esta sensación de paz.

-¿Quieres ir al pueblo para conseguir ese empleo? Creo que te vendría bien salir un poco -- comentó Lana dándole una mordida a su sándwich. 

-No lo sé -- dijo Billie dejando a un lado el ukelele. -- No creo que sea algo para mí. 

-Yo digo que deberías intentarlo. No tengas miedo, ahí estaré por si algo sale mal. 

Mirar a alguien a los ojos nunca había significado tanto como lo significaba en ese momento para ambas chicas. Ni si quiera el roce de una mano con la otra las hubiera hecho sentir tan en contacto con la otra, y eso resultaba peligroso.

Las flores que tornaron azules; B.EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora