Hola y Gracias.

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—Jung, ¿tienes las cosas listas para ir a recoger a mamá? — preguntó Jumin cogiendo el balancín portátil con la pequeña dentro y guardándose las llaves en el bolsillo.

El pequeño llegó corriendo con abrigo incluido y una mochila en la espalda. —¡Sí! — exclamó algo nervioso.

—¿Qué llevas en la mochila? — preguntó Jumin dejando a Hina en el suelo y arrodillándose para subir la cremallera del abrigo de su hijo.

—Pensé que mamá tendría hambre o sed cuando fuésemos a por ella, así que cogí agua, unos plátanos y manzanas de la cocina para ella. — dijo el pequeño dejando que su padre le abrochase el abrigo y le peinara algún que otro cabello rebelde. —¿Es mala idea?

—Es una idea fantástica. — dijo Jumin volviendo a coger el balancín y ahora la manita de su hijo para poco después dirigirse a la puerta.

Siendo Zen, lo más seguro es que no hubiese comido de forma adecuada por estar memorizando y practicando el guión todo el rato en su camerino o los descansos, así que tendría sed o hambre una vez su turno del día acabase.

Siendo Zen, lo más seguro es que no hubiese comido de forma adecuada por estar memorizando y practicando el guión todo el rato en su camerino o los descansos, así que tendría sed o hambre una vez su turno del día acabase

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—*¡Tomemos un descanso por el día de hoy! ¡Las escenas fueron muy buenas!* — exclamó una voz por el megáfono.

Escuchando aquello, Zen no pudo evitar dirigirse a su camerino para secarse el sudor que le habían provocado los focos y el maquillaje encima.

Cogiendo una de las toallas que le habían llevado los asistentes a medio tiempo al camerino, el albino empezó a pasársela por el cuello y cara, esperando a que el calor que había absorbido su cuerpo a culpa de los focos, se fuese yendo a medida que se pasaba la toalla y quitaba las prendas más acaloradas de encima.

¿Quién le iba a decir; que esa importantísima serie que iba a protagonizar, iba a ser sobre la Corea antigua? Eso, y que los trajes diesen tanto calor.

Deslizando el Jeogori por sus hombros, Zen lo dejó en una de las perchas bien colocado, mientras se quedaba con el Baji, el Sokgui aún puestos y la toalla sobre sus hombros que le quitaba un poco del calor.

Deseando en deshacerse la coleta baja para hacerse un moño improvisado y así poder dejar respirar a su nuca, unos toques en la puerta sonaron, dejando pasar poco después a su suegro y a una joven que seguramente vino para retirarle el maquillaje que aún tenía puesto.

—Hiciste un trabajo maravilloso. — dijo el hombre mientras veía a la joven ir corriendo a desmaquillar al actor. —Me alegro que aceptaras éste papel.

—Tendría que ser yo quien agradezca por dejarme ser parte de ésta historia. — dijo Zen intentando inclinarse para agradecer, sin molestar mucho a la joven que le ayudaba con el maquillaje. —Fue maravilloso poder hacer éste papel después de mi baja por los niños. — dijo Zen con una sonrisa, sin darse cuenta de que había puesto más nerviosa a la asistente y por culpa de ello, ahora la temblaban las manos.

—No tienes que agradecer, solo vi un poco sobre los personajes y sus características, y ¡chan! Tu cara se pasó por mi mente una vez vi las cualidades y personalidad del protagonista.

Unos toques en la puerta entreabierta, hicieron a ambos mirar a la misma, sorprendiéndose al ver como la cabeza de su esposo e hijo se asomaban curiosas. —¿Se puede?

—Adelante. — dijo Zen con una pequeña risilla al ver que su marido estaba más dentro que fuera del propio camerino.

Abriendo la puerta al completo, Zen se arrastró del sofá en el que se había sentado para acabar de rodillas y con los brazos abiertos, esperando a su hijo que no tardó en ir corriendo a abrazarlo.

—Hola mi príncipe. — saludó Zen con el niño entre sus brazos mientras sentía como éste se aferraba más a su madre.

—Aquí también hay otras dos personas que quieren saludarte. — dijo Jumin con Hina aún en el balancín en sus manos y su figura esperando en la puerta.

Levantándose con el niño agarrado a una de sus manos, Zen indicó a la joven que se podía retirar por hoy, para poco después encaminarse a saludar a su marido con un beso y a su bebé dándole el dedo que tanto quería para abrazar, chupar y jugar que le daba su madre siempre que la veía.

Volviendo a ponerse de pie, Zen se quedó frente a su pareja, viendo y siendo casi hipnotizado por la sonrisa y el pelo revuelto/peinado que le traía.

Colocando los mechones rebeldes por aquí y por allá, Zen lo miró con pena en sus ojos. —Siento dejarte con los niños todo el día. Debes estar agotado... — dijo aún así con una sonrisa que se le contagió por ver la de su pareja.

—Mientras tú puedas volver al mundo que más amas y seas feliz, como si tengo que vender mi alma al diablo. — coqueteó el azabache al sentir la mano de su esposo posarse en su mejilla para brindarle apoyo por lo cansado que estaba.

—Gracias... — dijo Zen con los ojos brillantes. —Pero no te vendas a ti mismo nunca. — dijo al recordar las palabras tan despreocupadas de Jumin.

Besando los nidillos de la mano de su pareja, ambos parecían casi estar en su propio mundo, hasta que... —¿Hina y yo somos una carga? — preguntó Jung que iba agarrado a la mano de su madre.

Agachándose, Zen pasó sus dedos por la cabellera de su hijo para depositarle un beso en la frente. —No, solo es que papá también está trabajando al mismo tiempo que os cuida, pero tanto Hina como tú sois muy, muy buenos niños. — dijo con una sonrisa que calmó el corazón de su hijo.
Recordando a su suegro, Zen le dio un pequeño toque a su hijo para después guiñarle un ojo y hablarle. —Ahora ¿por qué no vas y saludas al abuelo?

Viendo como el hombre esperaba a su nieto casi con los brazos abiertos y éste iba corriendo hacia él, Jumin no pudo evitar decir: —Jung, no es necesario que lo llames abuelo. — palabras que poco después fueron devueltas con un codazo en el estómago por parte de Zen que veía la escena feliz de su hijo y suegro saludarse y quererse de forma mutua.

—Jung, llama al abuelo como quieras. — dijo Zen con un tono amable a su hijo y que su esposo tomó como el de un regaño.

El niño miró confundido a sus padres y luego al hombre mayor enfrente de él, y con una inocente voz preguntó: —¿Abu'? — haciendo que Zen soltara una pequeña risa, el padre de Jumin sonriera en respuesta, Jumin gruñera y se llevara un codazo de Zen, y Hina soltara uno de sus soniditos tan característico de ella, la visita al camerino se hizo más amena.

El niño miró confundido a sus padres y luego al hombre mayor enfrente de él, y con una inocente voz preguntó: —¿Abu'? — haciendo que Zen soltara una pequeña risa, el padre de Jumin sonriera en respuesta, Jumin gruñera y se llevara un codazo de Zen...

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P.D:
Puede que en el siguiente capítulo, haga feliz a más de un@ ;)

Familia [Zen X Jumin] [Mystic Messenger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora