Cristal

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Seth

Trate de concentrarme en la clase, pero era imposible. Sentía un nudo en el estómago que me hacía estar inquieto. No entendía que me sucedía, pero no haría que estropeara mis planes. El sábado iniciaba el campeonato entre institutos.

Sin decirle ni una palabra al maestro, recogí mis cosas y salí de la clase. Ni siquiera se sorprendió con mi comportamiento acostumbrado a mis salidas para entrenar.

— ¿Que te sucede? —pregunto mi hermano preocupado atrás mío.

—Nada. —dije como pude. —Solo regresa a clases. —gruñi sin más.

—Si te sientes mal puedo ir a la enfermería a pedir algo. —siguió hablando haciendo omiso a mis palabras.

—Elliot. —apreté la mandíbula lleno de cólera.

—Sentir dolor no te hace débil. —me encaro rabioso. No había duda de que éramos hermano, teníamos el mismo temperamento. —Eres un humano maldito idiota, hacer como si no te sucediera nada no hará desaparecer tu malestar. —y con esas últimas palabras se fue.

Por alguna razón que no comprendía tuve la necesidad de ir del gimnasio en vez de ir a la casa. No llame a mamá, no quería que se sintiera inquieta o preocupada por mi malestar. Seguro ya se me pasaría en cualquier momento. Deje todas mis cosas y agarre mi otra maleta que tenia en el casillero. Había sido buena idea comenzar a traer dos bolsos, uno para los cuadenos y otra para irme a los entrenamientos.

Le devolví un saludo a los chicos que estaban practicando fútbol americano. No era mucho de amigos, pero gracias al boxeo me había ganado fama por ser un tipo deportista. Algo que detestaba porque tenía gente estúpida queriéndose acercar a mi. Sobre todo las porritas.

Respire profundo y se me hizo un largo camino hacia el lugar de mi entrenamiento. Al menos ya me faltaba poco para terminar de ahorrar para comprar mi propio auto. En todos los pequeños torneo que se había realizado en gimnasio o en el instituto había ganado una cantidad considerable de dinero.

—No deberías estar en clases. —dijo Dylan al verme entrar al local.

—Donde tu también deberías estar. —respondí irónico dejándolo con la palabras en la boca cuando me iba a responder.

Deje todo mis cosas guardadas y me cambie. Coloque las vendas en mis manos, esta ocasión no entrenaria con los guantes. Me sentía tan fuera de sí, que necesitaba sacar todo de mí de alguna forma.

No se si pasaron horas o minutos. Pero tenían tanta adrenalina de mi que no pude contenerme y derrumbar dos sacos de boxeo. Mis nudillos estaban ensangrentados que pasaba las vendas.

Cambié nuevamente de saco y busque otras vendas. Me concentre tanto en mi entrenamiento que no me di cuenta que la mañana se había pasado volando. No le di importancia, seguí destrozando este saco.

Sentí una mirada penetrante, pero no me detuve. Seguí golpeando una y otra vez hasta que percibí que alguien se estaba cercando a mí. Frunci el ceño, todos los del gimnasio sabían que detestaba que entrenarán cerca de mi.

–No te acerques a el –era la voz de Dylan. Apreté fuertemente los puños, a quien quiera que sea que acerque le romperé los huesos.

–No es tu problema si lo hago o no. —Es una chica, su voz es tan suave como terciopelo.

–Él te puede lastimar, así como lo está haciendo con el saco de boxeo. Te puede destrozar.

–Él no me va a lastimar –bramo enojada. Tenía carácter, se notaba mucho.

– ¿Cómo estás tan segura? –pregunto incrédulo –No lo conoces –dijo –Él te va hacer daño, niña. Mejor aléjate de él.

–Un desconocido no me va a venir a decir que es lo que tengo que hacer así que apártate de mi camino –siseo molesta por su intromisión. Admire su valentía.

–No soy un desconocido –dijo en tono de superioridad –Soy Dylan Miller, mejor amigo de él desde pequeño. –aclaro – Sé cómo es y por eso quiero advertirte –explico ya exasperado.

–No necesito que me adviertas de nada. Sé cómo cuidarme y sé que él no me va hacer nada. —trate de entender lo que dijo. ¿Cómo puede saber eso? Ella no me conoce.

No conoce mi historia.

No conoce mi corazón

Llego hasta mi y me observo por un largo rato, no me gire a encararla. Su perfume de rosas me envolvió logrando cautivarme.

–Tenías que seguir su advertencia –dije haciéndola sobresaltar, sonreí de lado sin que se diera cuenta.

–No me vas a lastimar –hablo muy segura. Alce mis cejas, no me sorprendi con esa respuesta.

– ¿Cómo estás tan segura? –pregunte sin mirarla al momento en que lanzaba un fuerte puñetazo al saco casi arrancándolo donde estaba suspendido.

–Solo lo sé –se encogió de hombros restándole importancia.

Negué con la cabeza mientras terminaba de derribar con todas mis fuerzas el saco de boxeo destrozándolo completamente.

–No te acerques a mí. Te voy a lastimar –respiré agitadamente quitándome las vendas.

–No lo vas hacer y si lo haces no me importa. No voy alejarme.

Me quede callado por un momento antes de alzar mi mirada y observarla por un segundo. Me quedé pasmado por unos segundos, ella era la niña rubia que había visto hace tiempo en el instituto.

Desvíe la vista y agarre otro saco que estaba cerca de mi. Coloque nuevamente las vendas en mi mano antes de comenzar a golpear el nuevo saco que.

Sus ojos tan profundos me atraparon de una manera tan rápida que me asuste. Algo dentro de mi se removió.

¿Qué era eso?

Ninguno de los dos volvió hablar. El silencio fue interrunpido por el  sonido de un celular. Ella.
 
–Parece que te buscan.

–Si –hizo una mueca antes de sonreír. Quise grabarmela por siempre. –Nos veremos luego nuevo amigo –se giro para marcharme, pero se detuve abruptamente. – ¿Cómo te llamas? –pregunto curiosa.

Me quedé en silencio sonriendo de lado sin que se percatara de mi gesto.

–Seth –dije – Seth Price –le di una última mirada antes de volver a golpear duramente el saco.

–Yo soy Charlotte Black –sentí un estremecimiento recorriendo todo mi cuerpo al escuchar su nombre. –Y nos volveremos a ver eso tenlo por seguro Seth.

Charlotte.

Lottie.

Mi Lottie.

Furia Black #1.5 Cristal GrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora