Capítulo IV

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CAPÍTULO IV

REINICIO

Quellón, Chiloé, Chile, 2018

—¿Es aquí? ¿Es broma? —dije al ver la casa que ahora será nuestro nuevo concepto de hogar.

Conocía este lugar de las fotos familiares y de vagos recuerdos que tengo cuando vine por última vez a los cinco años, pero definitivamente no recordaba esa sensación de imponencia que provocaba el portón de fierro dejando ver la construcción de una enorme casa de ladrillos rojos y tejuelas.

—Sus majestades, bienvenidas a la parcela de los Rosenstock.

Era obvio que mi papá estaba encantado con mi cara de impacto. Mi mamá recordaba este lugar mejor que yo, pero de igual forma su impresión era más de lo que esperaba.

Luego de estacionar junto a una camioneta con el logo de la nueva empresa donde trabaja papá, bajamos del auto y se nos acercaron dos señores.

—Pedro, Miguel, les presento a mi familia. Mi esposa Victoria y mi hija Julia. Ellos trabajan en la casa de hace años y me han estado ayudado con la restauración de la casa.

—Un placer —respondió mi mamá acercandose a estrechar las manos de los dos señores.

—Un placer conocerlas a ambas —les respondí el saludo con la mano.

—Permítannos ayudarles con las maletas —dijo uno de ellos.

—Gracias —no insistí en negarme a su oferta y fui disparada a la entrada, estaba curiosa por ver el interior.

Subí los escalones de la entrada en dos zancadas para chocar de plano con la puerta. No se abrió.

—¡Las llaves! —me gritó papá lanzándomelas.

Las atrapé en el aire y al abrir la puerta de madera sonó un eco en toda la recepción.

Lo primero que vi fue un salón vacío, no muy grande, solo lo suficiente para generar eco debido a los pocos muebles y vida en él. Era todo blanco y con buena iluminación, no daba la impresión de ser una casa antigua. El frente da directo a unas escaleras y en ambos lados había puertas.

—A la derecha hay algo así como un estudio con otras habitaciones, pero lo mantengo cerrado, no nos hemos metido ahí aún —habló mi papá desde mi espalda seguido por mamá —A la izquierda está la cocina y comedor, les aclaro que está todo limpio y con la cocina abastecida.

—Es muy... grande —fue lo primero y único que se me ocurrió decir —Somos solo tres, papá.

—¡Será divertido! Yo veo todo un proyecto de decoración —dijo mamá emocionada.

Ella estudió diseño y decoración de interiores y, a pesar que ejerció por un tiempo breve porque moi nació, le encantaba la decoración de hogar, ahora de seguro lo ve todo como un lienzo en blanco.

—Y ahí se va mi primer sueldo —dijo papá resignado ante el entusiasmo de mamá. — Vengan, les mostraré las habitaciones.

Al subir las escaleras sentí alivio instantáneo al notar que no crujían a cada paso.

El segundo piso consistía en un corredor con ventanas de un lado y puertas en el otro. La iluminación entraba de manera tibia por las ventanas calentando la madera del suelo.

—La primera es nuestra, y esta... —papá se acercó a la segunda puerta abriéndola con un manojo de llaves que tenía en el bolsillo —es la tuya.

Abrió la puerta y vi que ya varias de mis cosas estaban acá. Una cama más grade de la que ya tenía estaba pegada a la pared del fondo, del lado contrario estaba un escritorio de madera oscura con algunas de mis cosas y un par de cajas al costado.

VIENTOS DEL SUR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora