CAPÍTULO XII
COFRE
Quellón, Chiloé, Chile. 2018
Una semana y dos días que no he visto a Ángel.
Desde que Don Pedro lo sacó de casa me ha estado reventando el celular en llamadas y no me quedó otra que bloquear su número.
Don Pedro me dijo que volvió a aparecer el día viernes a medio día pasándole la dirección y la información de contacto del taller donde estaba mi auto junto con el mensaje que necesitaba hablar conmigo, que tenía preguntas...
La verdad es que no pretendo verlo. Por poco me cago encima cuando me gritó, en ese momento un montón de alertas y reflejos se activaron en mí provocándome el peor deja vú.
En fin, mi autito ya está sano y salvo en casa, pero esta semana con suerte salí de casa a comprar pan y mantequilla. Me la pasé leyendo y respondiendo algunos mails porque la sola idea encontrarme a Ángel en la calle o sufrir otro ataque de pánico no era una opción agradable para considerar.
El día jueves de esta semana tuve mi cita con mi nueva terapeuta y le expliqué todo lo que pasó. Me recomendó volver a retomar la meditación y yoga por las mañanas que había dejado de hacer desde hace unos meses, dijo que era normal tener recuerdos vívidos y que no me frustrara porque no era una recaída.
Era sábado y la luz del sol recién estaba comenzando a entrar por la ventana. Apagué la alarma de mi teléfono, me di un par de vueltas entre las sábanas y después de saludar a la rama de pino, me levante colocándome mi ropa deportiva.
Creo que esa rama merece ser bautizada.
Salí de casa respirando hondo y con mi colchoneta bajo mi brazo comencé a caminar hacia el pequeño cerro que había al final de la propiedad para hacer mi hora de ejercicios.
Hace meses era difícil para mí esa cosa de tener la mente en blanco, sobre todo cuando se tiene una segunda voz con mente propia debido al TEPT, pero con el tiempo lo fui logrando.
La hora de meditación y yoga se me pasó entre el canto de pájaros y la sexy voz del instructor de mi aplicación.
—¡Buenos días princesa! —dijo mamá desde la cocina al oírme entrar a casa.
Deje mi colchoneta al lado de la puerta junto con mis zapatillas húmedas por el rocío.
—Buenos días mamá —la saludé dándole un beso en la mejilla cuando llegué a su lado.
—Acabo de haber huevos revueltos ¿Quieres?
—Claro.
Me senté en la isla de la cocina mientras servía una taza de café para mamá y una de té verde para mí. En un gesto distraído mi mirada fue a dar al ventanal donde pude ver a Don Pedro haciéndome unas señas disimuladas con un papel en su mano izquierda.
—Mamá, vengo en un segundo, creo que dejé mis audífonos en el patio.
Abrí la puerta buscando a Don Pedro sintiendo que mi pulso se aceleraba.
Tu yoga se acaba de ir a la mierda.
—Señorita Julia, lo siento. El joven volvió esta mañana...solo dejó este sobre. Si quiere lo boto.
—No, está bien. Le agradezco mucho Don Pedro ¿Ya desayunó?
—Sí, señorita. Gracias de todas formas, que tenga buen día.
—Igualmente.
Don Pedro se fue hacia la zona de cultivada del terreno y yo me fui a sentar debajo del manzano mirando el sobre blanco en mis manos con mi nombre escrito en tinta negra.
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VIENTOS DEL SUR ©
Fantasi«Y si eso me hace la mala de la novela... pues les demostraré qué tan mala puedo llegar a ser.» (Historia basada en mitología Mapuche, Chile)