CAPÍTULO II
RETORNO
Santiago, Chile. 2018
Extraño ser una niña. Extraño que mi mayor preocupación sea pintar dentro de las líneas, aprender a dividir con dos dígitos y saber qué quiero ser al crecer...
Creo que a todos, en algún momento de nuestra infancia, nos han hecho dibujar lo que soñamos ser de grandes.
Soñar.
Utilizar ese verbo puede tener tantos significados:
«Soñé contigo», «Sueño con el futuro», «Sueño con poder volar».
El usarla deriva a dos posibles significados: el significado que le da la persona que la usó y quien la interpreta
«¿Soy importante en su vida?», «¿Quiere dinero?», "¿Quiere escapar?»
Tanto que decir y descifrar, sobre todo cuando soy yo misma quien tiene que interpretar mi propio enunciado: «soñé con un propósito...» ¿Tengo el propósito? ¿Añoro ese propósito? ¿Siquiera lo conozco?
Todos llegamos a esa edad donde cumplimos con la escuela, luego con la universidad y nos preguntamos «¿Ahora qué?» ¿Buen trabajo? ¿Diplomados? ¿Casa propia? ¿Casarme? ¿Hijos?
Y ahí es donde recién somos conscientes que ese lindo y llamativo globo que hemos estado inflando desde niños repleto de «sueños» ya reventó hace mucho tiempo.
Reventó cuando dejamos de buscarnos a nosotros mismos y la prioridad cambió a lo que consideramos en masa el gran y renombrado «éxito».
Tengo 24 años y ya tengo mi licenciatura en literatura, trabajé por un tiempo, pero debido al inútil intento de autodescubrimiento he pasado por momentos realmente penosos que me aún me mantienen viviendo y dependiendo emocionalmente de mis padres.
A veces quisiera ser como algunos que solo siguen la corriente y encuentran su vocación en un simple test, pero no, ahí voy yo como estúpida con la necesidad de saber a dónde debo apuntar.
Pueden llamarlo problemas existenciales, de autoestima, depresión, ansiedad... Tantas clasificaciones que se nos pueden agregar como apellido si tan solo pensáramos en voz alta.
En resumen... solo quiero saber si voy en buen camino.
En fin, en búsqueda de cambios, hoy será un día interesante. Ni siquiera pude dormir en toda la noche.
Es el gran día.
Mamá y yo nos mudaremos a Quellón, Chiloé. Nunca hemos tenido grandes mudanzas, pero esta vez papá consiguió un trabajo como gerente administrativo y financiero de una planta de cultivos en el sur, ya lleva poco más de un mes allá, pero mamá y yo nos quedamos para empacar unas últimas cosas y vender otras.
Nos vamos a vivir a una de las casas heredadas de la familia y tiene siglos pasando de generación en generación.
—¿Crees que la casa esté en las condiciones que papá dice?
—Honestamente no le creo nada a tu padre, a él le basta que hayan colchones y alimento.
La casa tiene al menos unos 46 años deshabitada. Mis abuelos son del sur y fueron los últimos en vivir allí, pero se mudaron a la capital después que mi papá cumplió 3 años.
Mi abuela sufrió un infarto hace 8 años que acabó con ella, a los meses mi abuelo murió por causas naturales mientras dormía, todos pensamos que se lo llevo la pena de un corazón roto.
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VIENTOS DEL SUR ©
Fantasi«Y si eso me hace la mala de la novela... pues les demostraré qué tan mala puedo llegar a ser.» (Historia basada en mitología Mapuche, Chile)