CAPÍTULO VI
ÁNGEL
Quellón, Chiloé, Chile. 2018
Esto es inútil.
Arrojé mi laptop a un costado sobre la cama y me recosté mirando el techo. Llevo todo el día actualizando mi CV y mi perfil de LikedIn, pero siento que todo es en vano.
Han pasado unas tres semanas desde que llegamos y solo he gastado mi tiempo como chofer de mi mamá yendo a Ancud, Puerto Montt, Chonchi y otras ciudades con tal de encontrar muebles que le gusten, pintura y otros suministros para la casa.
Por más que quise explicarle a mi mamá lo que es la compra en línea ella se negaba rotundamente a comprar algo sin antes verlo, tocarlo, olerlo y... bueno, se entiende el punto.
Las únicas salidas que he hecho por mí misma han sido una a la semana para ir a ver a mi terapeuta
Por lo mismo quiero conseguir trabajo y sentirme más que la chofer o la de los encargos. Ya he postulado a tres concursos de empleo, mañana seguiré buscando nuevas ofertas.
Este tema me agota mentalmente.
Escribe ese libro
Esa idea la descarté hace tiempo y lo hice por una buena razón.
Miedosa.
No quiero perder mi tiempo.
Como si tuvieras algo mejor que hacer.
Conseguir un trabajo remunerado y seguro que me permita ahorrar para mi diplomado y maestría.
De qué te sirven más diplomas si no haces algo con ellos.
Esto es frustrante. Suspiré y bajé a la cocina para hacerme un té de manzanilla.
Encendí el hervidor mientras sacaba la miel y la bolsita de té. Siempre he tenido la manía de endulzar las infusiones con miel.
Miré por la ventana de la cocina con mi té entre las manos sentada sobre la encimera. El cielo se ve hermoso a esta hora. Los colores celestes se van transformando en un naranjo intenso moteado por nubes blancas sombreadas con morado y rosado.
Mi vista cayó sobre la pared donde se cuelgan las llaves de los autos y de la casa. Tomé lo que quedaba de mi té en dos sorbos y fui por mi celular junto con una chaqueta de mezclilla oversize que siempre he dejado cerca de la puerta.
Abrí rápido la aplicación del chat que tenía en grupo con mis padres y teclee rápido un mensaje:
*Saldré a dar una vuelta en el auto, no demoraré*
Conduje siguiendo las calles principales hasta llegar a una costa. Solo demoré 7 minutos en encontrar una playa cerca de la carretera. Estacioné metiéndome entre unos árboles teniendo vista plena del horizonte frente a mí.
No suelo hacer cosas así, tal vez podría culpar al tráfico o a las calles concurridas de Santiago, pero la verdad es que no soy esa persona que es fácilmente capaz de encontrar placer en si quiera tomar una taza de té mirando un lindo cielo.
Se sentía bien dejarse fluir.
Salí del auto y me senté sobre el capó con las rodillas sobre mi pecho y ahí me quedé por los siguientes 15 minutos. Silencio total, solo escuchaba unos cuantos vehículos pasar por la carretera, las olas y las hojas de los árboles.
Todo el estrés se fue junto con esa puesta de sol.
—Linda vista ¿no? —habló una voz masculina a mis espaldas.
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VIENTOS DEL SUR ©
Fantasy«Y si eso me hace la mala de la novela... pues les demostraré qué tan mala puedo llegar a ser.» (Historia basada en mitología Mapuche, Chile)