Capítulo XIV

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CAPÍTULO XIV

NGEN

Quellón, Chiloé, Chile. 2018

La gran cantidad de tierra que levantaba por la alta velocidad a la que iba bloqueaba mi visión del camino que dejaba atrás.

Esto saldrá mal.

Todo saldrá bien.

¿Cómo te aseguras que no te tomará por sorpresa?

Estaré atenta a cada movimiento, a cada gesto y mantener al menos tres a cuatro metros de distancia.

¿Qué harás para que no te alcance?

Correr.

¿Y si te alcanza?

—No lo hará.

Dije pensando en voz alta convencida de que las cosas saldrán a mí manera.

Iba tan sumida en mis pensamientos que no me di cuenta que iba a 93 km/h y la camioneta negra de Ángel se encontraba a tan solo unos metros de mí.

Derrapé el auto dando un giro de casi 180 grados sorprendiéndome a mí misma de mi habilidad con el volante.

Los latidos de mi corazón los sentía tan acelerados y fuertes en cada parte de mi cuerpo.

Bajé con las manos hechas un puño, aún no tenía a Ángel en mi campo visual, pero sabía que estaba por aquí, su camioneta lo delataba.

—No pensé que vendrías.

Su voz grave se escuchó desde mi espalda y volteé obteniendo una imagen de Ángel vestido de negro con el pelo revuelto y aspecto desaliñado.

—Es segunda vez que casi chocas mi auto —dice asomando una leve sonrisa que no llega a sus ojos.

Yo solo me quedé parada mirándolo fijamente con una expresión neutra lo que lo obligó a eliminar esa sonrisita de su cara.

—Julia yo... —comenzó a hablar y dio un paso hacia mí.

—Te dejaré las cosas claras —dije levantando una mano para callarlo —vuelves a dar un paso hacia mí, haces cualquier movimiento brusco o hablas sin que yo te pregunte. En resumen... yo vine por respuestas y si no me las vas a dar me largo ¿Nos entendemos o no?

—Pero, Julia, yo...

—¿Nos entendemos o no? —dije alzando la voz para sonar firme.

No le he soltado la mirada en ningún momento.

—Haremos preguntas intercaladas ¿Te parece bien?

No era así como lo tenía planeado y estaba segura que no tenía respuestas inmediatas para sus dudas, pero no quería desaprovechar la oportunidad de despejar las mías.

—Yo empiezo —dije aceptando sus términos —. Claramente sabes mi historia familiar paterna ¿Por qué?

Su mirada se desvió hacia la costa soltando un suspiro sonoro.

—La historia de la familia Rosenstock está registrada desde que llegaron Aleska y...

—No te estoy preguntado lo que sabes de mi ascendencia —lo interrumpí —te pregunté por qué lo sabes.

—Porque... —paseó su peso de una pierna a la otra en repetidas ocasiones —¿No hay otra pregunta?

Lo miré incrédula. No me quería responder y eso volvía evidente que me ocultaba cosas, cosas que me involucraban.

VIENTOS DEL SUR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora