V

405 35 4
                                    

Esa noche volvía a su lugar de siempre, la barandilla de su balcón, también volvía a estar sola, la peliazul se había marchado la noche anterior.

Observaba las estrellas con envidia, eran tan bellas y estaban tan lejos de aquel mundo, deseaba con ansias ser una de ellas.

Llevaba un cigarrillo entre sus dedos, pero dejaba que se consumiera solo, ella no le había dado ni una sola calada. Se le habían quitado hasta las ganas de fumar.

Vestía con una camiseta de Nirvana que antes le había pertenecido a Neith, pero la había dejado olvidada.

Neith. Maldecía el día en el que lo había conocido.

Sentado en esa cafetería con su sonrisa maliciosa y sus ojos azul celeste, siempre con su cabello rubio peinado hacia arriba. Ella lo había amado, lo había amado con todas sus fuerzas, pero se había cansado. No podía esperar por siempre.

Apagó el cigarrillo contra el cenicero y miró el vacío recordando que al principio de la noche no había estado pensando en el rubio de ojos celestes, había estado pensando en el castaño de ojos negros.

Sin querer sonrió.

John que lo dañaba todo, con su cabello castaño y rizado siempre despeinado, con su boca siempre curvada en una sonrisa -se preguntaba si no se cansaría de sonreír siempre-, con sus moradas ojeras que delataban largas noches de insomnio, porque sí, sufría de insomnio al igual que ella. Se lo había contado el día que se habían ido a tomar aquel café, también le había contado que su insomnio tenia nombre y apellido y ese era Sea Walker y cuando se lo dijo ella dejo de sonreír. Ella le contó sobre Neith y se dio cuenta que el brillo de sus oscuros ojos se había marchado.

Accidentalmente se encontró comparando al castaño con el rubio. Eran tan diferentes.

Miestras Neith era dolor, locura, caos, prisa e infierno.

John era ilusión, cordura, orden, calma y cielo.

¿Qué había hecho que se fijara en dos personas tan distintas?

Negó con la cabeza ignorando sus pensamientos. Tomó su celular y marcó rápidamente el número de John. Este contesto al segundo tono.

-¿Moon?

-¿Podrías venir?

-Estoy allí en un minuto. Pero no me cuelgues, hablame durante el camino. -le dijo mientras tomaba la primera camiseta que encontró y se la ponía rápidamente.

-Esta bien. -se escuchaba mal. Él no quería que estuviera mal. -¿Corres? Te escuchas agitado.

-Sí, corro. -le contó mientras bajaba por las escaleras.

-¿Por qué? -él sonrió.

-Porque quiero llegar a ti lo mas pronto posible.

Ella se quedo en silencio y él solo escuchaba su respiración. Era agitada. Estaba llorando.

-¿Le extrañas? -volvió a hablar con voz rota.

-Antes, todo él tiempo.

-¿Antes? ¿Por qué ya no?

-Porque ahora te tengo a ti, mi querida Moon.

Las calles estaban vacías y esa era una ventaja para él, pronto estaría junto a su adorada pelirroja.

Estaciono el impala frente el edificio de ladrillos azules y entró tomando el ascensor ya que Moon vivía en un piso 18  se le haría imposible llegar rápido.

Moon seguía al teléfono, pero seguía sin hablar.

El ascensor se detuvo y luego de bajar tocó al 102, pero nadie abrió.

-Esta abierto. -susurró.

-Deberías dejar de ser tan confiada. -sin verla aun pudo jurar que había encogido los hombros. Era un gesto bastante común en ella.

Entró y encontró el apartamento que constaba de una sola habitación hecho un desastre, el suelo estaba lleno de acuarelas y pintura, los pinceles y lápices estaban regados por todas partes al igual que las tazas de café sin terminar. Los cuadernos de tapas grises estaba apilados por pontones, había libros y vinilos esparcidos por toda la cama, aun desecha.

El apartamento de Moon no era la gran cosa, tenia una barra que separaba la cocina de la improvisada estancia, su cama estaba al fondo al lado del gran ventanal que ocupaba toda la pared, tenia un pequeño armario donde tenia la ropa necesaria. Sus botas de combate y unas botas de agua de azul celeste. Y una sola puerta, que suponía él que era el baño.

Caminó hasta el balcón que estaba al lado del ventanal y se sentó junto a ella, ambos colgaron al tiempo. La pelirroja descanso su cabeza en su hombro.

-Hola, Moon.

-Hola, John.

-¿A sido por él? -tragó en seco recordando que la última vez que había preguntado eso no le había agradado la respuesta.

-Sí y no. La verdad es que te extrañaba. -abrazó su brazo derecho.

-¿Recuerdas la primera vez que vine a verte? -mencionó luego de un rato.

-Sí, te mande al 101 a las 3 de la mañana y la vieja Collins me llamo muchachita loca. -rió.

Él adoraba su risa, eran de esos sonidos tan dulces y melodiosos que deseabas que no salieran nunca de tu cabeza. Así como tú canción favorita. Moon era su canción favorita.

Ambos se miraron y sin querer John se quedo observandola, era hermosa con esas pequeñas pecas doradas al rededor de su nariz y sus ojos grises y perdidos, sus finos labios rosados y su largo cabello rojo con ese flequillo que caía por su frente y le molestaba la vista. ¿Alguna vez se habría dado cuenta de lo preciosa que era?

Quería besarla, pero aquel no era el momento. Se encontraba vulnerable ante él. No se aprovecharía de ello. Besó su frente. Y bajó la mirada.

-Esto esta muy alto, ¿no crees? -dijo percatandose por primera vez de lo lejos que estaban del suelo.

-Luego de un tiempo te acostumbras a la altura.

-Supongo. -la miró y ella sonreía.

Lamentablemente estaba enamorado y no sabia lo mucho que le costaría eso.

Moon bajó de la barandilla y tomó su mano, el la imitó y la siguió. Se acostaron entre decenas de canciones y poemas. Él no podía parar de mirarla, ni ella a él.

Los ojos de la pelirroja empezaban a cerrarse, debía estar cansada. Aquel día había sido largo y lo que mas necesitaba era dormir, pero no quería hacerlo sola.

-Quedate esta noche. -murmuró antes de cerrar los ojos por completo y quedarse totalmente dormida.

John le observó unos minutos más hasta que el sueño empezó a vencerlo. Y unos segundos antes de imitar a la pelirroja susurró esas palabras que un día llegarían a dolerle tanto.

-Te quiero, Moon Shivers.

N/A:

Hola, en serio lamento que sea tan corto, pero es que mi inspiración se ha ido a no sé donde y bueno. He tratado de escribir algo medio decente para ustedes y dudo haberlo conseguido, pero aquí esta otro capítulo.

Además lamento tardar tanto para actualizar.

-Con amor, Alex.

In my veinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora