Capítulo 8

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Día 7 en Las Vegas. Atrapados en el supermercado. Pt. I

La mala suerte era algo que les quedaba corto al grupo desde siempre. Todo el tiempo les pasaban cosas que los metían en problemas o arruinaban su día, por ejemplo que una vez hace 5 años una pelota se estrelló con la cara de Mérida y rebotó en la de Kristoff justo un día antes de la foto de anuario, o cuando Anna tropezó y chocó con tres camareros en un café teniendo que pagar un total de 15 pedidos que arruinó e incluso cuando un bebé por alguna razón metió unos lentes y collares en las bolsas de compras del grupo logrando que todos terminarán en la cárcel de un centro comercial.

Esa clase de hechos que sólo le pasan a un mínimo porcentaje de la población le ocurría a ellos y no era sorpresa, pero eso no quitaba el hecho de que no era completamente agradable en el momento. Ya habían estado encerrados ahí por más o menos una hora y las cosas se estaban saliendo totalmente de control, probablemente porque la mayoría, si es que no todos, aún seguían siendo unos adolescentes tontos que por alguna razón llegaron a la universidad y a conseguir el título de sus sueños. De hecho, el que se hayan graduado de la escuela es razón suficiente para creer en la abducción de parte de aliens.

Eugene se desmayó durante los primeros quince minutos después de hacer una dramática y larga escena de claustrofobia cuando buscaban linternas en el pasillo junto a donde estaban. Mérida había sugerido llamar al 9-1-1 mientras Eugene estaba tendido sobre una máquina de pago con Jack tirándole viento con una revista, pero a pesar de ser la solución más inteligente, ellos no lo eran tanto.

— Amm, yo no traje teléfono — Dijo Jack sonriendo nervioso sin parar de sacudir la revista.

— Ni yo. — Agregaron Anna, Kristoff e Hiccup.

— ¿Y cómo sabían que llevar de la lista si no tenían el mensaje? — Pregunta Rapunzel confundida.

— Pues en verdad tú y Elsa son tan perfeccionistas que compraron todo solas. — Confesó Anna nerviosa.

— Como sea, yo tengo.

La pelirroja de rizos saca el celular de su bolsillo, pero mala fue su sorpresa al ver que la pantalla no prendía y lo único que veía era un símbolo rojo el cuál indicaba que el teléfono se había quedado sin batería.

— Esto debe ser una broma. — Dice Rapunzel al ver que tampoco tenía batería. — ¡Bendito sea el día en que se me ocurra cargar el celular antes de salir!

— No se preocupen, al parecer siempre debo sacarnos de los aprietos.

Elsa sacó el teléfono del bolsillo de su chaqueta y este sí estaba encendido y con un 89% de batería. Marcó la línea de emergencias tranquilamente con la esperanza de que los sacaran pronto del lugar, pero como ya he dicho, las cosas no son así de fáciles para este grupo.

Lamentamos informarle que ahora mismo su teléfono se encuentra fuera de servicio y no disponible. Intente de nuevo más tarde. — Suena el mensaje de la contestadora.

— ¡Es un número de emergencias! ¡¿Por qué pide señal para una llamada?! — Reclama Hiccup moviendo sus brazos exageradamente.

Después pasaron 30 minutos en los que el grupo de quedó sentado junto a Jack quién seguía abanicando al castaño. Estaban en silencio pensando en alguna solución pero nada se les venía a la cabeza, según saben el supermercado abría a las 8 de la mañana y sus ansias de esperar más de 7 horas para que puedan salir no era algo que les llamara especialmente la atención.

— ¡¿Qué pasó?! — Gritó Flynn de repente mientras levanta su cabeza la cual chocó con la de Jack.

— ¡Ahh! — Gritaron todos mientras Jack ponía sus dedos en su frente.

— ¡Sabía que eras cabeza dura pero jamás pensé que fuera literal! — Exclamó el peliblanco golpeando al castaño con la revista.

— Sisi, soy muy tonto, ya lo sé, ahora... ¿qué pasó?.

— Te desmayaste por casi una hora luego de que nos dimos cuenta que nos quedamos encerrados en un supermercado. — Explica Kristoff sonriendo.

— ¿Y porqué no llamaron al 9-1-1?

— Me agradaba más inconsciente — Admite Mérida suspirando.

Pasaron más horas en las que simplemente no sabían que hacer. Se dividieron entre pasillos en silencio, solos y acompañados, algunos daban vueltas y otros (Elsa y Mérida) trataban de buscar soluciones. Buscaron llaves, alguna manera de contactar a algún gerente o alguien que los pueda sacar pero no encontraron nada, lo cual era casi tan estresante como en hecho de que los incompetentes veinteañeros de sus amigos no hacían más que quejarse y entrar en pánico.

Kristoff hasta tuvo un ataque de claustrofobia y ahogo que terminó con Anna tirándole una botella de agua encima gritándole que se callase un rato.

— Vamos a morir, sin oxígeno, deshidratados y por hambre. Y en caso de salir de aquí no podremos comprar nada para la semana porque para esta hora las tarjetas ya están bloqueadas. — Lloriquea Jack apoyado en el estante de limpieza y hogar.

— Debo de decir que me encuentro terriblemente tentada por tomarme ese envase de cloro. — Murmura Hiccup en medio del silencio. — De esa manera me ahorraría el discurso de mis padres... y de Astrid. Seguro me asesina por no responderle los mensajes durante horas.

— ¿Quién es Astrid? — Pregunta Elsa confundida.

— Su novia. — Contesta Jack — Buena chica, pero demasiado intensa cuando Hiccup no responde los mensajes.

— ¿Y no te molesta? — Pregunta Anna.

— La entiendo realmente. La última vez que no le contesté los mensajes fue porque tuve un accidente y estaba en un quirófano con una costilla rota.

Después de ello todos se quedaron en el pasillo conversando sobre aquella chica que era la novia del ojiverde de la cual nadie sabía. Al parecer la conoció hace un par de años en la universidad y recién hace poco más de 1 mes comenzaron a salir. Todos se asombraron al oír que por más corto que sea el tiempo que salían, las cosas entre ellos parecían ir bastante bien y en una buena dirección, cosa extraña en el castaño ya que no es mucho de relaciones.

Luego de eso todos tenían cara de muerto. Desde el silencio del pasillo de limpieza se escuchaban los estómagos del grupo rugir en busca de comida. Les dolía la cabeza, estaban hambrientos y sedientos. La opción que había era dormir pero la verdad la cerámica del supermercado no era tan cómoda como lo era la del hotel. Y no fue hasta que dieron las 2:30 de la mañana que una de las ocho cabezas se dió cuenta de algo.

— Esperen un segundo. — Dice de repente Rapunzel. — Estamos encerrados en un maldito supermercado, lleno de comida, cosas y todo tipo de bebidas.

— Tienes razón. — Completa Flynn. — ¿Qué hacemos sentados aquí? Ahora mismo muestras posibilidades son infinitas.

Dicho esto los ocho jóvenes comenzaron a sonreír.

Definitivamente las posibilidades eran infinitas.

Las Vegas || Jelsa AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora