Amuleto

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Kayla caminaba entre los árboles, sintiéndose inquieta desde hace varios minutos

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Kayla caminaba entre los árboles, sintiéndose inquieta desde hace varios minutos. Escuchó algo acercarse, y antes de que pudiera reaccionar, una flecha atravesó el aire y alcanzó a la criatura que la seguía.

— ¡Ah! ¿Qué era eso? — preguntó, volteándose hacia ti.

— No sé, no lo vi — respondiste, bajando el arco y acercándote a ella —. Te vi pasar y luego vi a esa cosa que te seguía, así que vine a ver qué pasaba.

Ambas chicas se agacharon para examinar el polvo dorado en el suelo, cuando sintieron una mano en sus hombros. Kayla gritó alto y tú te sobresaltaste, actuando instintivamente y golpeando con tu arco al intruso. Sin embargo, la persona detrás de ustedes desvió el arco en el aire, haciéndote caer fuertemente al suelo.

— ¡Dioses, Alexis, lo siento! — dijo Will, corriendo a ayudarte a levantarte.

Una línea de sangre corría por tu cabeza y manchaba tu camisa.

— N-no es problema — dijiste con dificultad, tratando de mantener la calma.

Kayla, al ver la sangre, entró en pánico.

— ¡Oh dioses, un... un doctor!

— Kayla, tú eres doctora... — mencionaste con una sonrisa forzada, intentando tranquilizarla.

════ ∘◦❁◦∘ ════

Estabas acostada plácidamente en una de las camillas de enfermería. No habías podido dormir bien la noche anterior porque uno de tus hermanos decidió estudiar toda la noche. Intentaste refugiarte en la cabaña de Apolo para descansar, pero dos campistas decidieron aprender a tocar el bajo ahí mismo, así que vagabundeaste hasta la enfermería y te tiraste en una camilla. Finalmente, estabas teniendo un sueño reparador cuando el universo decidió intervenir.

— Ae, ¡Ae! — alguien te llamó, y decidiste ignorarlo cerrando los ojos con fuerza.

— Ale-... — intentaron de nuevo.

— ¿Qué...? ¿Qué estás haciendo? — abriste un solo ojo, viendo a tu amiga Mónica parada frente a ti.

— Tal vez... — susurraste, intentando volver al sueño — Tal vez si cierro los ojos todo desaparecerá.

— ¡Webona, ayúdame! Trae ropa, ¡estoy muriendo de frío en la cueva de Rachel! — Mónica se dejó caer al suelo dramáticamente —. ¡Trae un médico!

Parpadeaste tres veces y sacudiste la cabeza. Mónica siempre tenía esos momentos dramáticos.

— Dame un momento, Mony, llegaré enseguida — dijiste mientras te levantabas de la cómoda camilla.

— ¡Rachel! Rachel, veo la luz, vienen por mí — continuó Mónica con su actuación —. ¡Webonas, las quiero! ¡Allá voy, Padre! ¡Nos vemos en el infi-!

Notame | Nico Di Angelo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora