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Annabeth suspiró y se dejó caer contra el escritorio, el cansancio y la frustración marcados en su rostro.
— ¿Pasa algo, listilla? — preguntó Piper, levantando la vista de un libro y arqueando una ceja.
— Percy quiere un perrito, así que le prometí darle uno si cuidaba mi planta — explicó Annabeth, masajeando sus sienes.
Piper no entendía la frustración de Annabeth. Aunque Percy hubiera matado la planta, era una planta, no un perro; eran diferentes cuidados.
— ¿Mató la planta? — preguntó, y la rubia asintió con un gesto de abatimiento — Pero, las plantas son diferentes a los perros. ¿Cuál es el problema?
Annabeth suspiró nuevamente, exhalando con resignación.
— La planta era de plástico.
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Nico entrenaba, matando cruelmente a los maniquíes del campo, su frente perlada de sudor y su respiración pesada, tratando de concentrarse en si mismo.
Fallo estrepitosamente.
Nico jamás lograría tener un día tranquilo, jamás. El hijo de Hades paró el entrenamiento cuando escuchó el grito de uno de los hijos de Ares.
— ¡No es justo y es preocupante! — te gritó el hijo de Ares, manteniendo su distancia — Date la vuelta, nos vamos.
Tú solo te quedaste callada, mantuviste la misma expresión dulce y robótica de siempre, tus manos temblando ligeramente.
— Ali, ¿acaso no escuchas? — insistió el chico de Ares, dando un paso adelante con evidente frustración.
— No — dijiste en un susurro, apretando el agarre de la funda de espada que llevabas, tratando de mantener la calma.
— ¿Qué está pasando? — resonó una voz firme y autoritaria.
Nico había decidido acercarse, sus ojos oscuros llenos de determinación. Cuando llegó, vio cómo el hijo de Ares te gritaba, así que decidió intervenir. No es que le gustaras, porque no era así, pero le parecía repulsivo ver cómo un chico que te sacaba el doble de tamaño y era notoriamente más fuerte te estuviera gritando.
Eso no lo debería hacer nadie, no está bien y es ser un aprovechado.
La molestia era tanta que el hijo de Hades ignoró el "Ali" que escapó de la boca del chico.
— Vete, Di Ángelo, este no es tu asunto — masculló el chico de Ares, molesto, tratando de intimidar a Nico con su mirada.
— ¿Por qué le gritas? — preguntó Nico, dando un paso adelante y cruzando los brazos sobre el pecho.
— ¡Vete! — hizo el amago de voltearse, pero lo interrumpiste, sujetando su camisa con fuerza.
— Mark, no — dijiste, tu voz cortada pero decidida.
