Un Guerrero

58 8 3
                                    

"Yo no soy lo que me sucedió; yo soy lo que elegí ser". -Jung C.

*****************************************

Diego

Los Ángeles, California.

Tiempo atrás.

Sabían que a nivel mundial, la depresión es la cuarta causa principal de enfermedad entre los adolescentes de 15 y 19 años. Se calcula que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo y qué creen. Sí, yo formo parte de esos 300 millones de personas con depresión o bueno, formaba parte.

Desde que tengo memoria las personas que me han rodeado a lo largo de estos años me han dicho que algo muy característico de mí es mi sonrisa y el que siempre estoy feliz. Sin embargo, yo no pensaba eso o, creo que aún lo sigo pensando. No creo que mi sonrisa sea hermosa es más... no creo que ninguna parte de mi cuerpo sea hermosa. Y en cuanto a lo de estar feliz siempre sólo es una fachada; en realidad, desde algunos años me he sentido demasiado triste. Como si estuviera en un abismo sin la posibilidad de poder salir.

Comencé a ir al psicólogo desde temprana edad, sin embargo, cuando creo que estoy avanzando llega un momento en el que todo lo que he trabajado se viene abajo. Mis pensamientos negativos me invaden y abandono todo. Sin darme cuenta caí en una especie de rutina o círculo mal sano. Comienzo bien, voy a terapia, avanzo y cuando menos veo, nuevamente me siento mal, triste, deprimido y dejo todo. Tal vez se estén preguntando ¿por qué? ¿Qué es lo que me hace abandonar mi tratamiento y rendirme? La verdad, no lo sé o no lo sabía hasta hace poco.

Cuando les conté a mis padres que soy gay ellos lo tomaron muy bien. Creí que me había salvado de pasar malos momentos como sucede con otros jóvenes pero no fue así; sí, mi mamá me acepto y me respeto, pero no puedo decir lo mismo de mi papá. Él me acepto pero nunca me respeto. Sabía que no le agradaba del todo que su único hijo varón sea homosexual. Poco después de mi confesión note cierta distancia entre nosotros por su parte. Me ignoraba, me dejó de abrazar y de jugar conmigo. Lo peor fue cuando me comenzó a comparar con los hijos de sus amigos que eran mejor que yo. Eso me ocasionó una gran tristeza que no pude controlar y terminó en depresión.

Recurrí a medicamentos y hasta cierto punto a la práctica del cutting. Cuando me fui a vivir a Oaxaca con los López mi papá se puso furioso y hasta me llegó a golpear. Vivir allá me ayudo un poco pero no fue suficiente para poder salir de mi depresión. Vinieron cosas que sólo contribuyeron a que me sintiera despreciable e inseguro. Al regresar a vivir a la Ciudad de México con Temo como mi novio, era algo que siempre había soñado. Pensaba que al fin sería feliz. Lamentablemente no podemos forzar a una persona a amarnos como uno desearía. Sabía que mi mejor amigo no me amaba de la misma forma que yo; él me amaba de otra forma que no quería aceptar.

Con todo esto, el desprecio de mi padre, la decepción amorosa, las constantes burlas y malos comentarios de las personas hacia mí por ser homosexual y el desprecio que me tenía yo mismo, me llevaron a pensar que nunca sería feliz o que no encontraría al amor de mi vida dando como resultado una depresión.

Caí en un abismo del que estaba seguro, nunca saldría. Sin embargo, siempre hay una luz en medio de toda esa oscuridad que nos llega a invadir. Para mí, parte de esa luz fue un amigo que con el tiempo se convertiría en alguien muy importante y especial. Mateo Symanski forma parte de esa luz en medio de tanta oscuridad. Él tomó mi mano cuando nadie más lo hacía, me animó a escalar ese abismo y salir de él. Me hizo entender que necesitaba ayuda, algo que yo me había estado negando a recibir después de tantos fracasos anteriormente. Además, me ayudo a comprender que debía amarme a mí mismo primero para poder estar bien con los demás.

Óyeme...PlanganomanganoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora