Diego
Fueron dos semanas en las que estuve en coma; dos semanas de no saber nada de lo que pasaba a mi alrededor. No sé qué tan cierto sea ya que hoy en día el cerebro sigue siendo el órgano más impresionante del cuerpo humano. Cada día se descubren cosas nuevas de este y al mismo tiempo se desconocen otras. Dicen que estar en estado de coma es igual a estar dormido y que uno no percibe los ruidos del exterior, sin embargo, puedo decir que tuve algunos recuerdos con varias de las personas que estuvieron a mi lado todo este tiempo; Temo, mi mamá y mi novio Mateo fueron algunos con los que llegué a soñar recreando distintas situaciones del pasado.
Sólo ha pasado un día desde que me desperté y no puedo creer cuantas personas mostraron interés en mí. Cuando Mateo se fue me sentí destrozado porque creí que ya no le importaba. Ni a él ni a nadie pero eso no era cierto y muestra de ello son todos mis conocidos que han estado día y noche cuidando de mí mientras me despertaba.
Mateo me entregó la carta que mi padre me envió para leerla; no importaba que él ya lo haya hecho mientras estaba en coma yo la quería leer. Mis ojos se cristalizaron conforme avanzaba en la lectura y mil recuerdos llegaron a mi mente. Un nudo se formó en mi estómago y mi voz se entrecortaba; dicen que los padres no pueden cambiar de actuar y de pensamiento pero eso es una gran mentira. Toda persona sin importar su edad y su historia puede mejorar si así lo decide y mi padre lo estaba haciendo.
-¿Por qué no le hablas? –Había terminado de leer la carta, mis ojos estaban rojos de tanto llorar y la voz de mi novio me sacó de mis pensamientos.
-No lo sé Maty... yo... no creo que...
-Diego, amor –limpió mis lágrimas y tomó mi mano- tu papá te ama y pienso que se alegraría al oír tu dulce voz. Oírte decir papá ¿no crees?
-Tal vez pero... tengo miedo ¿qué tal si no es así?
-Vamos Diego. Todos merecemos una segunda oportunidad en esta vida y tu papá ha demostrado un gran cambio en su forma de actuar y de pensar. Él te ama, precioso y tú no guardas rencores o ¿sí?
-No, claro no –nos miramos a los ojos por algunos segundos y él tenía razón. Mi papá ha cambiado en este tiempo y no podía seguir negándolo yo quería escucharlo al igual que él-. Está bien, marca y pásamelo –dije sonriendo.
-Te amo, mi güerito –dijo levantándose de su lugar para darme un beso en la frente y después marcarle a mi papá-. Él pensará que soy yo, así que dirá mi nombre. Tú dile quién eres –mencionó extendiéndome el celular mientras esté aún sonaba.
-Pero...
-Nada de peros, Diego. Tú puedes, vamos amor. Saldré un momento para que puedas hablar con mayor libertad con tu padre.
-De acuerdo –me dio un último beso en los labios y salió del cuarto cerrando la puerta. No puedo mentir, estaba angustiado. Después de tanto tiempo volvería a hablar con mi padre.
-Bueno... ¿Symanski? –ahí estaba su voz gruesa. Mi mano comenzó a sudar, sentía algo extraño en el estómago. Trague un poco de saliva antes de hablar.
-Papá... -dije una vez me controlé
-¿Diego?
-Sí papá... soy yo. Hola –respondí con una sonrisa
-Hijo... Diego no puedo creerlo –su tono de voz reflejaba que estaba emocionado y llorando- no sabes lo alegre que estoy de poder oír tu voz nuevamente. Te amo hijo.
-Yo también te amo, papá –mi voz se estaba entrecortando por la emoción que sentía y mis ojos se volvían a poner cristalinos-. Te extraño mucho papá.
ESTÁS LEYENDO
Óyeme...Planganomangano
Teen FictionLa depresión se expresa de diversas maneras. Muchas veces, aunque una persona se vea optimista y este sonriendo, por dentro se puede estar desmoronando. Y, eso es lo que les estaba pasando a Diego y a Mateo. El rechazo por parte de la familia; la r...