Larga espera

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Han transcurrido ya varios años desde la épica batalla contra Galaxia. La vida de las Sailors ha retomado su curso natural, un sosiego que contrasta con la inminente unión entre Serena y Darien.

Serena, sumida en sus pensamientos, reflexiona sobre el camino recorrido. Su corazón alberga una mezcla de emociones encontradas. Por un lado, el cariño y la lealtad hacia su prometido; por el otro, la huella indeleble que cierto Starlight ha dejado en su alma. Aquel breve pero intenso romance con Seiya sigue resonando en lo más profundo de su ser. Lo extraña, lo añora; cada día que pasa, el anhelo de volver a cruzarse con él se torna más apremiante.

Darien se esfuerza por hacerla feliz, colmándola de atenciones y lujos. Pero Serena sabe que la felicidad no reside en la opulencia, sino en la chispa de la aventura, en la pasión que enciende la vida. Teme que el matrimonio la condene a una existencia monótona, una jaula de oro donde su espíritu se marchite.

Recientemente, Mina ha intentado hacerla entrar en razón:

-¿Y qué hay de Tokio de Cristal? ¿Y Rini? Si te echas atrás, ella nunca nacerá. Debes dejar de pensar en lo que pudo ser. Si los chicos no fueran felices en su planeta, ¿habrían regresado ya no crees?

Las palabras de su amiga resuenan en su mente como un eco persistente. Serena sabe que su destino está trazado, que su deber como futura reina es anteponer el bienestar del reino a sus propios deseos. Pero en lo más profundo de su corazón, duda si está haciendo lo correcto.

Agotada por la vorágine de pensamientos que la asaltan, Serena se entrega finalmente a los brazos de Morfeo, esperando que el sueño traiga un poco de sosiego a su alma inquieta.

**Al día siguiente:**

Serena baja las escaleras y se encuentra con su madre, Ikuko. La saluda con cariño, consciente de que el tiempo juntas se acorta.

-Buenos días, mamá. ¿Está listo el desayuno? ¿Cómo te encuentras? Perdona si no he podido ayudarte en casa últimamente.

-Tranquila, hija mía. Entiendo que tengas la cabeza llena de preocupaciones, más aún con tu boda con Darien tan cerca. Y además, estás a punto de graduarte como psicóloga. ¿Cómo podría pedirte más?

-No digas eso, madre. Es mi deber cuidar de ti. Te he notado muy decaída últimamente, sobre todo desde... -Serena hace una pausa, incapaz de pronunciar las palabras- Desde que papá y Sammy nos dejaron. Creo que nunca superaré aquel fatídico día.

-Ni yo, hija. A veces me pregunto cómo he podido seguir adelante. Ahora tú también te irás de casa, y yo...

Ikuko rompe a llorar. Serena la abraza con fuerza, susurrándole al oído:

-No digas eso, mamá. Tú eres la mujer más valiente y hermosa que conozco. Por favor, no te dejes vencer por la tristeza. Sé que es difícil para ti, y para mí también lo es. Pero es un paso que tarde o temprano tendría que dar. Lo mío con Darien es casi un hecho. Pero tú deberías pensar en retomar tu vida, en encontrar a alguien que te haga feliz. Recuerda lo que dijo papá antes de partir: quería verte sonreír.

-Lo sé, mi niña. Tú eres lo único que me queda.

Permanecen abrazadas durante unos minutos, hasta que el teléfono de Serena interrumpe el silencio. Es Mina, con su habitual entusiasmo.

-¡Serena! ¿Cómo estás, amiga? ¡Tienes que venir a mi casa! He encontrado unas revistas con vestidos de novia preciosos.

-Ay, Mina, siempre tan oportuna -ríe Serena.

-¿Y yo qué? ¡Me preocupo por ti! -se queja Mina.

-Lo sé, amiga. Oye, ¿qué te parece si voy a eso de las cinco? Recuerda que hoy tengo clases.

-¡Ah, sí! Es verdad... Yo y mi cabeza. Tendré que ponerme las pilas con los estudios. Ya tengo 23 años y no me decido por una carrera. ¡Culpa de mi vida tan ajetreada!

-Tú no cambias, Mina. Bueno, nos vemos. ¡Besitos!

-¡Chao, guapa! -se despide Mina con su habitual efusividad.

Serena se despide de su madre y se encamina a la universidad. Las horas pasan rápidamente, y cuando se quiere dar cuenta, ya son las 4:30.

**Pensamientos de Serena:**

Mmm... ¿Qué podría llevar hoy a casa de Mina para comer? Quizás algún pastelillo...

De repente, siente unos brazos que la rodean con fuerza por la espalda. Una voz familiar susurra en su oído:

-¿En qué piensas, preciosa?

Serena se gira y se encuentra con unos ojos verdes que la miran con intensidad.

-Haruka... ¿Qué haces aquí? ¿No temes que Michiru te vea?

-Jajaja, como si no me conocieras, belleza. Sabes que lo prohibido me excita. Y tenerte aquí, en público, me enciende la sangre.

-Por favor, Haruka, no...

Pero Haruka no le da tregua. La toma de la mano y la conduce a un callejón apartado. Allí, la acorrala contra la pared y comienza a acariciar sus curvas con descaro.

-Ay, Serena, cómo te deseo. Sabes que a veces, cuando estoy con Michiru, pienso en ti...

-Mmm... Haruka, otra vez no, por favor. No te niego que me excitas, pero recuerda que soy tu princesa y pronto me casaré con Darien.

-No me hables de él. No te merece. Eres demasiado mujer para ese principito de cuarta -gruñe Haruka, antes de atrapar sus labios en un beso hambriento.

Serena siente cómo la pasión la inunda. Haruka le desabrocha la blusa con dedos ágiles, revelando su sostén de encaje. Lo aparta a un lado y comienza a besar y lamer sus pechos erectos. Serena gime y se aferra a su cabello, acercándolo más a su piel.

-Mmm... Haruka, me estoy mojando...

-Lo sé, preciosa. Y no creas que vamos a parar aquí. Al menos, déjame hacerte llegar al orgasmo una vez más.

-Sí... hazlo como la otra vez, en mi casa, con tu lengua...

Haruka la desviste con urgencia, admirando su cuerpo desnudo. Serena se estremece bajo su mirada hambrienta. La tumba en el suelo y se posiciona entre sus piernas, besando y lamiendo su sexo con fruición. Serena se retuerce de placer, aferrándose a su cabeza.

-¡Ah, Haruka! Sí... justo ahí...

Haruka se deleita con el sabor de Serena. Sabe que es virgen, que nunca se atrevería a penetrarla, pero eso no le impide disfrutar de los placeres de su cuerpo. Sabe que otras Sailors sienten atracción por ella, pero no permitirá que nadie más la toque. Serena es suya.

Continúa estimulando su clítoris hasta que Serena alcanza el éxtasis, corriéndose en su boca con un grito ahogado.

-Mmm... delicioso...

Haruka la viste con cuidado y la besa con pasión.

-Sabes, gatita, me vuelves loco. Te deseo con locura. Eres la única para mí.

-Ay, mi bella Urano... Sabes que no puede ser. Te adoro, pero tienes a Michiru y ella te corresponde.

-No es lo mismo, preciosa. Con ella es solo atracción física, pero mis sentimientos por ti son de verdad. Eres la única que quiero. Si tan solo me dieras una oportunidad...

Antes de que pueda terminar, Serena lo besa con ardor.

-Sé que no puedo entregarme a ti por completo. Pero al menos, puedes tener mi cuerpo cuando quieras. Sabes que te encanta.

-Y a mí, gatita. Pero yo quiero más que eso y no me rendiré. Por cierto... ¿A dónde ibas?

-Pues a casa de Mina. Pero tengo que comprar unos pastelillos antes. ¿Me llevas?

Haruka sonríe con picardía.

-Claro, preciosa. Vamos.

Serena se despide de Haruka y se encamina a casa de Mina, con el corazón acelerado y la mente llena de dudas. ¿Qué hará con su vida? ¿Seguirá el camino trazado o se arriesgará a buscar su propia felicidad?

Entre El Deber Y El Deseó  (Lectura Erótica) Multi ShipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora