Herida

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POV Yaten

Vi a Mina apenas llegó a la fiesta. Se veía tan hermosa como siempre, su risa iluminando el lugar, pero no notó mi presencia. La observé distraída, mirando a dos chicos que, al igual que ella, no le quitaban los ojos de encima.

Sentí mi sangre hervir de rabia y celos. El corazón me latía con fuerza cuando vi cómo se alejaba de Serena y se acercaba a ellos con una seguridad que me desarmaba. Quise ir y golpear a esos tipos hasta que no pudieran levantarse, pero... ¿qué derecho tendría yo? Me pregunté a mí mismo.

A medida que pasaban los minutos, mi ira crecía como un volcán a punto de estallar. No pude evitar seguirlos, mis pasos guiados por una mezcla de deseo y desesperación. Se dirigían hacia una habitación privada, y mi corazón se hundió al imaginar lo que podía suceder allí.

Desde el pasillo, observé cómo disfrutaban de Mina como si fuera un juguete, tomándola sin consideración, saciando sus instintos más bajos. Cada risa y cada gemido que escapaba de ella eran como dagas en mi pecho. Grabé un fragmento del espectáculo con la intención de confrontarla más tarde; quería pruebas de lo que había ocurrido en esa habitación. Fue la hora más larga de mi vida.

Me autoflagelé escuchando los gemidos de Mina que resonaban hasta donde yo estaba. La angustia me consumía mientras me preguntaba si alguna vez podría mirarla a los ojos después de esto.

Finalmente, tomé el valor necesario y entré sin pensarlo dos veces.

Ella salió de la ducha justo en ese momento y me vio. Su rostro reflejaba pánico y vergüenza al mismo tiempo; yo solo podía mirar su expresión con tristeza profunda, una tristeza que calaba hasta el fondo de mi alma.

—Qué increíble que lo primero que vea al llegar a la Tierra sea esto, ¿no? —rompí el silencio, tratando de ocultar el dolor en mi voz—. No sabes cuánto imaginé este día, pero en todas las posibilidades nunca pasó esto por mi mente.

Mina temblaba; las palabras no salían de su boca.

—Yat...

—No digas nada; ya lo vi todo, Mina —interrumpí con dureza—. Además, sé cuál es mi lugar. ¿Cómo podría reclamarte algo si nunca fuimos nada?

En un acto desesperado, Mina intentó abrazarme, pero la rechacé suavemente.

—Lo siento, Mina... no puedo. Aún no puedo sacarme de la cabeza cómo gozabas en los brazos de ellos.

Entonces rompió en llanto.

—No, Yaten, por favor perdóname. Nunca quise lastimarte; nunca imaginé que volverías.

—Pero lo hice... y fue por ti, Mina —dije con voz quebrada—. No sabes cómo me siento; estoy devastado.

Ella bajó la mirada, llena de remordimiento.

—Lo sé y lo lamento. Sé que no merezco tu perdón y no te lo pediré... Pero quiero que sepas que te quise mucho, Yaten. Pero ese sentimiento se enfrió con el tiempo. Ahora solo te veo como un gran amigo. La mujer que viste aquí... esa es la que soy hoy en día.

Las palabras cayeron entre nosotros como piedras en un lago tranquilo, creando ondas de dolor e incomprensión. En ese instante comprendí que había perdido algo irremediable: no solo a Mina, sino también la posibilidad de un futuro juntos.

La tristeza se apoderó de mí mientras la miraba llorar; deseaba poder consolarla, pero las heridas eran demasiado profundas.

Ambos quedamos atrapados en un silencio desgarrador, donde las palabras sobraban y los sentimientos se desbordaban sin poder ser expresados.

Entre El Deber Y El Deseó  (Lectura Erótica) Multi ShipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora