Capítulo 8

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Narra Amy

Me dirigía al comedor para tomar un poco de café. Estaba cansada y me dolía todo el cuerpo. 

Lo cogí y tomé asiento fijando mi vista sobre el oscuro líquido. Estaba sola y agradecía el silencio que había en la estancia, era lo mejor para mi mal humor.

Después de los encuentros, Shadow nos organizó por equipos para entrenar y preparó toda una serie de ejercicios y pruebas. Rouge y Knockles competían entre ellos para mejorar y, a la vez, ayudaban a Tails con ejercicios de fuerza y agilidad, y Silver y Blaze formaban el otro equipo. Ambos eran supervisados por Shadow y todos lo escuchaban sin rechistar. Yo, en cambio, no estaba en ningún grupo. Shadow había insistido en apartarme de los demás ya que afirmaba que desconocía mis habilidades y prefería que tuviera otro ritmo. Aunque se que, a pesar de que intente convencerme, solo es una estrategia para intentar que deje de contenerme. 

Así que me hace correr por toda la isla, golpear sacos de arena hasta que mis guantes se rasguen, y utilizar mi martillo, a pesar de mis quejas. La verdad es que me arrepiento bastante de haberlo convencido para que se uniera a nosotros. Su hipocresía y egoísmo me fastidian tanto como su rudeza y frialdad y cada vez soporto menos su actitud ¡Se comporta como si le tuviera que dar las gracias por entrenarnos! No, definitivamente no lo soporto. 

Al principio pensé  que apartarme de los demás era una especie de venganza por dormirme cuando nos explicaba los nuevos ejercicios, así que empecé a ponerle pegas a su forma de entrenarme, cosa que solo me trajo más problemas.

-¿Pero por que quieres que utilice el martillo? ¡Ya te he dicho que no dependo de él! -le contesté uno de los tantos días que me entrenaba, por la tarde. Él apretó sus puños y me fulminó con la mirada.

-¡Y yo te he dicho que es un objeto al que sueles recurrir cuando te ves indefensa y debes practicar así que deja de quejarte como una niñata y muévete! -me contestó y yo, llena de rabia por lo cabezota que es, lancé el martillo hacia el suelo, creando un pequeño agujero, y me fui dejándolo con la palabra en la boca. A la mañana siguiente me hizo trabajar con Piko Piko todo el día y no permitió que me fuera hasta que todos los ejercicios me salieran a la perfección. 

Lo detesto.

Mientras, los días pasan y mis pesadillas no mejoran. 

Todas las noches me despierto con un sudor frío recorriéndome la espalda, pero la primera semana fue la más dura, sin duda. Me levanté llorando todas las veces que aquella pesadilla acababa, siempre igual, el mismo sueño... Siempre era el mismo y,  sin querer, lo memoricé, cosa que me ayuda a soportarlo pero, aun así, no puedo dejar de sentir ese miedo tan profundo cada vez que estoy en él... 

Cuando despierto la esmeralda siempre está iluminada y cuando la toco se apaga... Y no lo entiendo, como tampoco comprendo porqué Silver siempre llama a mi puerta justo después de que me despierte. 

Un día grité tan fuerte que me obligó a dejarle pasar. Aún tenía los ojos llorosos y las mejillas húmedas pero temblaba menos. Silver me calmó con un fuerte abrazo, sin decirme nada, era como si lo entendiese... Y me quedé dormida entre sus brazos.

El resto de noches, después de su visita, empecé a ir a la biblioteca para intentar comprender más sobre todo lo que me está pasando, las esmeraldas y esta extraña energía que, al parecer, solo siento yo.

Pero una madrugada decidí salir. Necesitaba que el cálido viento me envolviera y, sin darme cuenta, me vi en el templo de la Esmeralda Madre. 

Ese sitio me inquieta pero a la vez me da paz... Una cosa demasiado extraña en la que no tuve mucho tiempo para pensar esa noche al darme cuenta de que había alguien más conmigo.

Un Cuento Oscuro «Shadamy»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora