Capítulo 2

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Cinco años. Se dice pronto, ¿Verdad?

¿Porqué no había vuelto antes? Bueno... Esa es una pregunta muy interesante.


Se tocaba el pelo con sus guantes una y otra vez. La verdad es que no se sentía muy bien... ¿Acaso sería por los nervios?

Lo obvió y se dispuso a salir del aeropuerto. Un taxi la dejó en el centro, pagó y colocó sus cosas en el suelo, lista para empezar a caminar.  Se sintió extraña al volver a ver esa ciudad pero, sobre todo, al comprobar que no había cambiado mucho. 

Sus pasos eran acelerados pero  se suavizaron al darse cuenta de que nadie se fijaba en su presencia, así que se limitó a recorrer las calles con calma, pero su nerviosismo aumentó al llegar a una de las calles, la calle donde vivía... Y allí estaba su casa, llena de flores en las ventanas y repintada. Por un momento pensó que se había equivocado pero se acercó a la puerta y introdujo la llave, esta giró y la puerta se abrió. 

Ella cerró los ojos a la espera de encontrarse con su desordenada y sucia casa pero, para su sorpresa, no fue así. Un dulce aroma a flores salió de su interior y provocó que volviera a abrir sus ojos. Sonrió con alegría al ver que alguien lo había puesto todo en su sitio... Pero pronto la tristeza remplazó esa alegría. 

-Cream...-susurró mientras entraba. Era obvio que había sido ella, las flores, el color, la luz... Solo ella podía volver a revivir esa triste casa... 

Miró toda la planta sin dejar de sentirse mal. Su culpabilidad se mezcló con una sensación un poco extraña al entrar en el salón, ese lugar que ahora quedaba iluminado por esas grandes ventanas y que ella recordaba como un lugar oscuro donde se pasaba el día leyendo y escribiendo...

Sacudió su cabeza y se fue a la parte de arriba para dejar sus cosas y lavarse un poco la cara. ¿Cómo era posible que no recordara ni la mitad de su propia casa? La verdad era que parecía otra con tanta luz y colores... Cream había hecho un trabajo excelente... ¿Cómo estaría? ¿Se encontraría con una pequeña mujercita?  

Se miró en el espejo del baño, un espejo que parecía nuevo y obviamente lo era, porque el suyo lo rompió un día cuando se encontraba observando su enferma figura y no pudo más con la rabia. Recordó que ese día se asustó mucho porque, al golpear el espejo, los cristales le provocaron cortes en su mano y brazo derecho y, al no poder salir, se lo tuvo que curar en su casa con lo que tenía a mano.



Por fin salió de allí, después de recorrer todas las estancias de la casa con lágrimas en los ojos al pensar en que todo eso lo había arreglado su pequeña amiga, ansiosa y temerosa por lo que iba a hacer. 

Además, no podía evitar sentirse extraña al caminar entre la gente con tanta libertad y sin oír a nadie gritar su nombre con asco y desprecio.

Se detuvo a observar esa calle por la que había corrido tantas veces para ir a buscar a su fiel amigo... Y allí estaba esa puerta...

Acercó su puño a ella y hizo una mueca ¿Qué le iba a decir?

«¡Hola! ¡Si! ¡Soy la chica que se fue sin deciros nada!» No... Sin duda no iba a decir eso...

Llamó y no tardó en oír pasos detrás de ella. Una voz un poco más gruesa de lo que recordaba sonó y la puerta se abrió, quedando ante ella una figura alta y delgada que la miraba con curiosidad, cosa que hizo que se pusiera aun más nerviosa.

Un Cuento Oscuro «Shadamy»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora