Sasha estaba cruzado de brazos, odiaba a esas tres perras con todo su ser, por desgracia no podía hacerles nada. Eran las hermanas de Astrid.
Átropos, Clotho y Láquesis.
Átropos era la encargada de terminar con la vida de las personas, con sus tijeras doradas cortaba la el hilo que tan pacientemente Clotho hilaba en su inmensa rueca, ella era quien colocaba las calamidades en la vida de las personas así como sus momentos de felicidad, ella era la encargada de emparejar o no a los Were Hunter, ella hilaba hasta donde Láquesis indicaba, después de medir con su vara el tamaño del hilo de la vida de mortales e inmortales (si es que podía llamarse así a alguien que también podía morir).
Todos en el panteón les temían y procuraban no provocarlas, una mala palabra y podrían hacer de tu vida un infierno, alargarla para que siguieras sufriendo y al final darte una muerte horrible.
Ahora las tres desgraciadas estaban intentando congraciarse de nuevo con Kyra y Astrid, al menos sabía que las Moiras tenían corazón y ellas solo tenían en él a sus queridos sobrinos y pequeña hermana, pero definitivamente Zarek estaba completamente fuera, sin embargo, no podían matarlo, no al menos que quisieran perder a sus sobrinos y Astrid.
Su presencia le hacía recordar a su familia, ellas hilaban, ellas decidían. Había hecho que su familia se enfrentará a los Dioses Griegos y eso había marcado su destino.
Todos habían sido asesinados.
Habían hecho de él un exiliado.
Él era ahora algo que nunca debió de haber sido.
Su destino era el ser alguien importante en su manada, era un strati. Su destino era ser el siguiente líder de su manada, protegerla y hacerla fuerte. Su abuelo había cometido un error.
Gracias a las Moiras.
-¿Estas de buen humor?- Y allí estaba de nuevo ese imbécil, Zarek era un grano en el culo.
-Vete a la mierda- Zarek sonrió divertido y bebió el contenido de su vaso.
-Vamos Scoby, es una fiesta, diviértete- Él le gruño y se alejó de él. Camino por el salón de fiesta que Astrid tenía en su templo y se coloco en la esquina más alejada, estaba junto a un gran ventanal que daba a los jardines. El conjunto lo conformaban pequeñas islas sobre nubes, cada una tenía enormes prados verdes, llenos de flores y colores. Él nunca se sintió cómodo. Mientras los Dioses disfrutaban su "vida eterna" llena de privilegios y juegos, los mortales sufrían todos los días gracias a ellos. Los momentos de felicidad eran efímeros y el costo era muy alto.
El salón se abrió, no se extraño que ellos estuvieran aquí. Tory, Acherón y sus hijos eran allegados a Astrid, aunque él seguía sin comprender porque las Moiras parecían odiar (y temer) tanto a Acherón, él no solía meter sus narices en los asuntos de familiares de Astrid, pero eso no evitaba que él se sintiese bastante curioso de la extraña relación que esas tres mujeres tenían con el atlante.
Los observó saludarse, Sebastos le entregó una caja a Kyra y esta sonrió encantada, lo abrazó y comenzaron una conversación. Las Moiras caminaron hacia el jardín, caminaban juntas y parecían apreciar el paisaje, aunque él estaba seguro que estaban furiosas por ser desplazadas.
Poco a poco más invitados fueron llegando, todos Dioses o Semidioses, los mortales no tenían permitido estar en el Olimpo, al menos que un Dios los invitara.
Las puertas se abrieron de nuevo y él tuvo que hacer un gran esfuerzo por contenerse. Sol había entrado acompañada de Remi. Detrás de ella venían Héctor y Victoria con los brazos entrelazados y detrás de estos venían Alexander y Luz.
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Una flor sin espinas
FanfictionSasha había sido perdonado por la ninfa de la justicia Lera a los catorce años, su clan había cometido el error de tomar partido en la batalla entre los Dioses Griegos y Egipcios... habían elegido a los Egipcios y los Griegos habían vencido. Toda su...