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Como cada año, Geralt fue el último en abandonar la fortaleza.

Eskel y Lambert solían irse tan pronto el invierno fuera menos gélido, pero Geralt esperaba hasta el primer día de primavera pues no tenía ningún apuro por marcharse, no cuando lo único que lo esperaba allá afuera era el odio de los humanos.

Sin embargo, año tras año de la misma rutina hizo que terminara odiando el olor del polen, y ahora cada vez que veía salir las primeras flores no podía evitar formar una pequeña mueca de asco.

Este año no era diferente. Terminó de atar sus cosas a la montura de Roach y se despidió de Vesemir, antes de salir caminando al lado de su yegua para hacer más lento su viaje.

Decidió que haría más tiempo si atravesaba el bosque, por lo que se internó entre los árboles sin pensarlo demasiado; el sendero empinado y mortal para muchos humanos era simplemente aburrido para él. Sí, siempre estaba atento —sería idiota si no lo estuviera—, pero había vivido varias décadas ya, y todo a su alrededor comenzaba a cansarlo.

Los mismos insultos, las mismas piedras, los mismos contratos; la misma maldita monotonía.

Un enorme montón de maleza con flores se cruzó en su camino y, ya que estaba solo, se permitió gruñir con asco mientras la esquivaba. Sin embargo, dio un sobresalto y desenvainó su espada en un instante cuando se dio cuenta de que había una criatura escondida allí.

El joven se paró en seguida, mirándolo con atentos ojos azules. Geralt frunció el ceño al no reconocer la especie; se veía casi completamente humano, exceptuando por las largas y peludas orejas a los costados de su rostro.

—¿Hola? —saludó tentativamente el castaño, saliendo por completo de su escondite y revelando que su mitad inferior eran dos patas con pezuñas en lugar de piernas.

«¿Un sylvan?» se preguntó alzando una ceja, pero no había cuernos, colmillos, una larga cola o todo el aspecto monstruoso, ¿tal vez la cría de un sylvan y un humano?

—Hola —murmuró en respuesta mientras envainaba su espada, pues el ojiazul seguía observándolo con incertidumbre y no parecía una amenaza. Le dio una última mirada extrañada, y optó por seguir con su camino.

No había dado ni diez pasos cuando escuchó a la criatura siguiéndolo. Frunció el ceño, dándose vuelta para encararlo a la vez que el ojiazul se apresuró en mirar hacia otro lado, fingiendo estar concentrado en su alrededor. Sus orejas lo delataban, sin embargo, revelando cuán atento estaba a sus movimientos.

Suspiró y volvió a caminar, pero los pasos resonaron tras él nuevamente, obligándolo a darse vuelta de nuevo.

—¿Se te ofrece algo? —masculló, logrando que los ojos azules lo miraran.

El castaño pareció dudar, jugando con sus manos con nerviosismo y removiéndose en su lugar. Conmovió al brujo, sacándole una larga exhalación y haciéndolo acercarse a la criatura, quien lo miraba alerta.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó, esta vez intentando sonar más amable. El ojiazul alzó sus orejas y sonrió, asintiendo repetidamente. Geralt ya se estaba arrepintiendo de ésto.

—Soy Jaskier —se presentó el castaño, extendiendo su mano hacia él. Geralt la estrechó, notando que no tenía garras; en realidad, parecía una criatura bastante indefensa.

—Geralt —dijo a cambio—. ¿En qué puedo ayudarte?

—Yo... ¿puedo viajar contigo durante un tiempo? —preguntó Jaskier en voz baja, como si temiera ser rechazado. Y tenía razón, no era algo a lo que Geralt accediera fácilmente, él no viajaba con nadie.

Spring is (not) pretty | GeraskierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora