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El sonido de algo rascando contra un árbol lo despertó, e intentó aclarar rápidamente su vista mientras buscaba qué o quién lo causaba.

Sin embargo, su pecho dolió cuando vio la escena y deseó haber dormido un poco más; Jaskier estaba removiendo aquel terciopelo que cubría sus astas y, a cambio, dejaba unas afiladas ramificaciones, preciosas por supuesto, pero peligrosas en todo el sentido de la palabra.

Especialmente en el sentido que significaba la despedida.

El ojiazul no se dio cuenta de que era observado, y Geralt no quiso interrumpirlo. Vio con amargura cómo despejaba por completo sus nuevas adquisiciones y pensó que el fauno tenía razón; eran realmente preciosas, por mucho que significaran algo malo.

Cansado de esa vista y armándose de valor para lo que vendría ahora, se puso de pie y comenzó a ordenar sus cosas, listo para partir. Al oírlo moverse, Jaskier se giró hacia él y corrió a saludarlo, pero Geralt no podía quitar la rigidez en sus músculos.

—¡Geralt! ¡Mira, mira! ¡Ya están listas! —celebró el castaño, luciendo sus astas. El brujo les dio una breve mirada, dándose cuenta de que había alcanzado a terminar de remover el terciopelo, y asintió bajo un gruñido.

Ni siquiera se había dado cuenta de cómo pasó el último mes. No quiso contar los días, pero si lo hubiera hecho, tal vez estaría mejor preparado para este momento y no al borde de buscar un maldito monstruo para desahogar contra él algo de su enojo.

—¿No te... gustan? —murmuró Jaskier a su lado, y se dio cuenta de que apenas le había prestado atención. Suspiró profundamente, y se armó de valor para girarse y ver los inseguros ojos azules mirándolo, subiendo luego hacia las altas y bellas astas.

—Son hermosas —dijo con sinceridad, ofreciéndole una sonrisa. El rostro del ojiazul se iluminó de inmediato, y por fin se permitió desviar la vista, esperando que en cualquier momento Jaskier comenzara a despedirse.

—¡Lo sé! ¡¿Verdad?! ¡Puedo derribar cualquier monstruo con estas bebés! ¡Ya no estoy indefenso, Geralt! —gritó emocionado, corriendo para embestir a un pobre árbol víctima de su ataque.

—Hm —asintió con desgano—. Lo sé, ya no necesitas protección —comentó, intentando sacar el tema a propósito. Mientras más durara ésto, más dolería.

Jaskier desenterró sus astas del tronco y se giró rápidamente hacia él, sorprendido, y Geralt hizo una mueca cuando lo vio bajar sus orejas, desviando la vista. Al menos, no parecía ser el único triste con ésto. Sabía que tenía el cariño del fauno, y el fauno definitivamente tenía el suyo.

—Sí, ya no... —asintió Jaskier, irguiéndose para fingir una sonrisa—. Supongo que es el adiós, ¿no?

Geralt dudó apretando sus labios, pero terminó por asentir también.

—Sí, esta vez sí.

Ambos desviaron la mirada, alargando por cualquier medio ese momento. Sin embargo, Jaskier dio el primer paso, y Geralt no pudo girarse hasta que sintió un par de brazos rodeando su cuello, en un abrazo que lo obligó a agacharse.

Se quedó inmóvil, sorprendido de que Jaskier lo estuviera abrazando, descansando su mejilla sobre su hombro y no frotándola. No esperó mucho para devolver el abrazo también, apretándolo con fuerza y sólo deseando que no le pasara nada, que nadie nunca le hiciera daño y que pudiera comer sus flores favoritas por muchos, muchos años más.

Estuvieron bastante tiempo así, pero para el brujo se sintió como un breve instante cuando el fauno se separó, frotando sus mejillas por última vez antes de darle una lastimera sonrisa, una que devolvió a duras penas.

Spring is (not) pretty | GeraskierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora