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Por supuesto que las astas de Jaskier serían valiosas, eran enormes, hermosas y uniformes, y Geralt quiso vomitar al imaginarse al fauno dejando que se las cortaran, sabiendo lo orgulloso que siempre estaba de ellas.

Era evidente que un sanador no cobraría barato por tratar a un brujo. Necesitaban mucha más anestesia que un humano y, desde luego, estaba el desprecio que sentían por su especie, pero demonios, él hubiera preferido morir a dejar que alguien pusiera un dedo sobre las astas de Jaskier.

—Geralt, ¿qué sucede? ¿Te sientes mal? —preguntó el fauno en cuanto salieron, tomándole la mano con ambas suyas y posicionándose en frente viéndolo con preocupación.

El brujo no pudo devolverle la mirada. Si no hubiera sido tan estúpido Jaskier no habría arriesgado su vida entrando al pueblo en pleno otoño, y no tendría que haber hecho lo que hizo a cambio del maldito trabajo de un sanador.

Como tenía la vista baja, se enfocó nuevamente en los dedos vendados del fauno, y se preguntó cómo demonios las astas no habrían sido suficiente, para que también tuviera que tocar su laúd hasta el punto de hacer sus dedos sangrar.

Tragó saliva, sintiéndose impotente y, al mismo tiempo, abrumado por el cariño que el fauno le demostraba. No lo merecía, no merecía todo ésto, y le molestaba no saber qué hacer al respecto.

—Jaskier, yo... —tragó saliva con las palabras atascadas en su garganta. Unos labios sobre los suyos lo sorprendieron, y alzó por fin la vista para ver una enternecida sonrisa a cambio.

—Está bien, Geralt —susurró el fauno de manera íntima, y el brujo dedujo que había adivinado sus pensamientos—. Te amo, y si estás bien, yo lo estoy.

Geralt dejó de respirar con esas palabras, todo el mundo a su alrededor desapareciendo de pronto. Él también lo amaba, maldición, nunca lo había puesto en palabras, pero lo amaba tanto que dolía.

Asintió, apretando la mandíbula y entrelazando sus dedos con los del fauno, tratando de transmitirle con la mirada que él sentía lo mismo. Jaskier sonrió con el cariño que siempre le dedicaba, y supo que lo había entendido.

—Vamos por Roach, ¿sí? Tenemos que llegar a tu fortaleza antes de la primera nevada —animó el ojiazul, guiándolo de la mano hacia el establo donde había dejado a la yegua. Geralt asintió, y lo siguió en silencio porque era todo lo que podía hacer.

Cuando llegaron, Geralt descubrió que Jaskier ya se había encargado de todas las provisiones, e incluso había rellenado sus pociones, aunque no sabía en qué momento había aprendido su composición. Aún con sus manos entrelazadas, acarició suavemente las vendas del ojiazul, e intentó procesar el que alguien hubiera hecho tanto por él sin pedir nada a cambio.

Jaskier lo obligó a montar a Roach, argumentando que aunque fuera un brujo no debía forzar sus heridas, y Geralt no pudo hacer nada ante la estricta mirada que le dirigió el fauno antes de que intentara replicar.

Llegó la noche cuando llevaban la mitad del camino, y aunque armaron su campamento Geralt se quedó despierto toda la noche, abrazando a un ojiazul dormido y enterrando la nariz en el pelo marrón. Lo amaba demasiado, pero le asustaba pensar en lo que Jaskier era capaz de hacer por él.

Suspiró innumerables veces durante esas horas, analizando la relación que tenían. Él estaba dispuesto a dar la vida por Jaskier y, por mucho que le costara asimilar la idea, debía aceptar que Jaskier se sentía de igual manera por él.

Cuando la luz del amanecer comenzó a cubrirlos, los ojos azules se abrieron lentamente, y él sonrió, ya con una decisión en mente.

Se acercó para frotarse contra la mejilla de Jaskier a modo de saludo, obteniendo una soñolienta sonrisa y un beso a cambio, pero el fauno volvió a acurrucarse contra su cuello, no dispuesto a levantarse aún. Rió, totalmente dispuesto a darle unos minutos más de descanso.

Spring is (not) pretty | GeraskierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora