Capítulo 9

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Maldita sea. ¿Por qué Londres es un lugar tan frío? Tengo frío hasta con mi chaqueta. Debería de llevar guantes, pero sé que tal vez se caería alguna de mis maletas. Soy torpe con los guantes.

La mano cálida de Giselle coge la mía mientras la otra está en el volante. Me mira con una pequeña pero dulce sonrisa y acaricia mi mano con sus dedos.

—Estás congelado, cariño —dice mirando la carretera mientras conduce.

—Ya sabes que no me gusta usar guantes y, además, salir de casa tan temprano me hiela el cuerpo —ríe y asiente.

—Lo sé, lo sé. Por lo menos en casa eres calentito y no me gusta abandonar la cama.

—Y por eso, te follo bien duro.

Abre la boca sorprendida y me da un dulce golpe en el brazo. A su derecha hay un hombre muy abrigado y no entiendo porqué está allí. ¿Se ha estropeado la máquina para sacar el ticket del parking?

Giselle baja la ventanilla y sonríe.

—Buenos días —dice y el chico tose un poco. Se está poniendo enfermo o ya lo está.

—Buenos días. Aquí tiene su ticket —le entrega el pequeño papel a mi chica y sonríe de manera tímida—. Lo siento. La máquina se ha estropeado.

—No te preocupes. Gracias.

Giselle sigue conduciendo y, después de dar varias vueltas en el aparcamiento e ir a la planta superior, aparca el coche. Me mira y se queda en silencio.

Miro cada centímetro de su rostro y mi mirada va bajando. Se queda clavada en sus pechos. Lamo mis labios y me muevo un poco en el asiento sintiendo cómo mi polla se va endureciendo.

—¿Estás bien? —me pregunta mirándome y levanta una ceja.

—¿Puedes sentarte en mi regazo y moverte mientras estoy dentro de ti?

Sonríe cogiendo sus guantes y no paro de mirarla.

Podría arrancarle la ropa y follarla sin importar que alguien la escuche.

 —Zayn, tienes que coger un avión en una hora —suspiro de mala gana y miro mi entrepierna.

—Si mis vaqueros se manchan, será culpa tuya y tendremos un gran problema.

Se acomoda en el asiento y me mira de forma burlona.

—¿Y qué vas a hacer? Recuerda que no estaremos juntos de nuevo —pongo los ojos en blanco y gruño. Esto le hace gracia y la acerco hacia mí cogiéndola de su abrigo.

—Cierra la boca —digo antes de impactar mis labios contra los suyos. Muevo su cuerpo rápidamente colocándolo en mi regazo y no paro de besarla.

Pongo mis manos en sus caderas y comienzo a moverlas. Gimo contra su boca y abro mis ojos mientras paro de besarla, pero aún tengo su rostro muy cerca del mío. Sigo moviendo sus caderas y su parte más íntima roza contra mi erección.

—Veo que necesitas placer, Malik —asiento gimiendo contra su piel—. ¿Y eso por qué?

—¿Por qué? Pues porque todas las mañanas hacemos algo y son las cinco de la mañana ahora y me tengo que ir. Y no hemos hecho nada. Estoy bastante acostumbrado a sentir placer y darte placer.

—¿Eso significa que te harás muchas pajas allí en Australia? —ríe traviesa y aprieto su trasero con una de mis manos.

 —Estoy seguro de ello. Y espero tener alguna sorpresa.

—¿Sorpresa? —ahora es ella quién mueve sus caderas sin que yo le obligue a moverlas. Esto me hace gemir de nuevo y escondo mi rostro en su pecho. Me está molestando bastante lo que siento allí abajo. Solo siento dolor y muy poco placer. Necesito hacer algo.

—Llamada sexual. Videollamada enseñándome tu bonito cuerpo. Eres mi diosa.

Ríe dulcemente y gruño sintiendo dolor. Me mira y pasa su lengua por sus labios. Después de hacer esto, pasa al asiento trasero y se queda sentada.

Somos una pareja bastante lista porque hace tres años compramos este coche. Tiene las ventanas traseras y la ventana del maletero negras. Nadie puede ver lo que pasa dentro del coche. Pero eso no es todo, compramos una pequeña cortina negra que siempre la pasamos para que nadie nos mire gracias a las ventanas delanteras, las cuales no son oscuras.

Bajo del coche y miro a mi alrededor. Una familia está cogiendo sus maletas y parecen muy felices. Sonrío mirándolos y entro en la parte trasera del coche. Encuentro a Giselle jugando con la tela de su vestido y en su rostro hay una sonrisa traviesa. Ya ha pasado la cortina negra.

Cierro el coche con el mando inalámbrico y miro a mi chica. Me recuerda a aquella chica que conocí hace años. Siempre se ponía un poco nerviosa antes de tener sexo con ella y era una chica muy traviesa. Ahora esta chica está a mi lado, pero tiene varios años más.

Y allí, delante de mí, comienza a acariciar su muslo con una de sus manos. No deja de mirarme y muerde su labio inferior. Está tan jodidamente sexy haciendo cualquier cosa...

¿Está intentando volverme cada vez más loco?

Cierro los ojos suspirando.

—Por favor, para. Me correré en unos segundos si no paras —digo y escucho su risita.

Cuando abro los ojos, me encuentro a mi chica en mi regazo. Lleva sus manos a mi entrepierna mientras me mira con una ceja elevada.

—Hazlo ya —le pido y coloco mis manos en sus caderas. Muevo su cuerpo contra el mío y muerdo mi labio inferior.

Desabrocha mi pantalón y mete una mano en mis bóxers. Cuando lo hace, gruño a punto de gemir.

—Está bastante lista para mí —comenta y, por fin, saca mi polla de mis bóxers. Echo mi cabeza hacia atrás gimiendo un poco.

Siento sus labios rozando mi cuello y besándolo. Y en pocos minutos, siento cómo mi polla está atrapada entre las deliciosas paredes vaginales de Giselle. Gimo con fuerza y pongo mis manos debajo de su trasero.

Comienza a moverse de arriba a abajo. Nuestras pelvis se chocan y me siento en el paraíso cuando estoy dentro de ella. Esta sensación es demasiado increíble.

—Joder, nena —digo gimiendo y escucho sus pequeños gemidos y sus jadeos mientras no para de cabalgarme—. Me voy a correr.

Parece que no me ha escuchado porque a continuación dice:

—Papi, ¿qué has dicho?

Demasiado tarde.

Hundo mi rostro en sus pechos mientras su vagina se llena de mi líquido salado y blanco. Gimo muy fuerte sintiendo que pronto me desmayaré por el gran placer que estoy sintiendo.

Unos movimientos más y mi chica clava sus uñas en mi espalda gimiendo.

Nuestra respiración es muy ruidosa y, en pleno invierno, comenzamos a sudar.

Elevo mi rostro y sus manos se colocan en este rápidamente mientras ella sonríe cansada. Besa mis labios atrayéndome más a ella. Aprieto su trasero contra las palmas de mis manos.

—Gracias, mi diosa —le digo cuando nos alejamos un poco.

—Te voy a echar tanto de menos, Zayn.

work |zayn malik|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora