[ 𝟎𝟏 ; 𝟏𝟖 ; 𝟐/𝟐 ]

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Hablar y pasar tiempo con Jimin era terapéutico, me ayudaba a olvidar que dentro de mi departamento tenía al culpable de mis inseguridades y miedos, aunque aquel chico era el mismo que volaba mi cabeza con sólo dedicarme una estúpida e insignificante mirada. En fin, no tuve eso en mente durante algo así de dos horas, ya que, estaba ocupado dando vueltas por las calles consiguientes a mi condominio, intercambiando comentarios con el castaño y riéndonos de la mayoría de cosas que decíamos. Hasta que se hizo tarde y contemplamos la idea de ir cada uno a su hogar, él con su familia, yo con otros cuatro jóvenes que aparentaban ser simios. Pero, para mi sorpresa, las luces estaban apagadas, no había ruido y sólo se podían divisar los muebles de mi piso en penumbras.

Acostados en el sofá estaban Kai y Soobin, lo que me hizo entender que Taehyun debía estar dormido en el lado derecho de mi cama. Eran las dos de la madrugada, se me hacía normal que ya estuvieran descansando, caso contrario a lo que me producía la ausencia del quinto faltante. Entonces caminé hasta mi dormitorio —de paso notando que el baño estaba desocupado— y abrí la puerta, pero la única presencia que se podía ver, era la del pelirrojo, quien roncaba ligeramente.

No tenía que pensarlo demasiado como para saber que el mayor se había marchado a su casa. Sus zapatos no estaban en la entrada y su abrigo no estaba en una de las sillas de mi pequeño comedor. Mas no significaba que no siguiera buscando alguna señal de que en realidad sí seguía aquí, pero Soobin fue más rápido, porque su grave voz impactó contra mis oídos, sacándome de mi trance.

—Se fue poco después de que tú bajaras con ese chico —explicó, asomando su rostro por encima de la cabeza de su novio, castaño que dormía plácidamente.

—Hmm, vale... —apreté mis labios, formando una línea en donde estos debían de estar —Buenas noches —me despedí, yendo de vuelta a mi cuarto.

—Buenas noches, descansa —volvió a acomodarse entre el cuerpo de Kai, abrazándolo.

Todo esto era tan jodidamente desalentador y parecía que cada vez me gritaban más fuerte que me detuviera, que al final del arcoíris no estaba la olla llena de oro, que sólo me encontraría con un lamentable charco de desengaños. 

Lentamente y sin ganas fui despojándome de mis prendas y eventualmente colocándome las de mi pijama, para así dormir más cómodo, pero eso era ser optimista, porque esta noche tenía toda la pinta de ser igual a las anteriores, una llena de cuestionamientos.

Mi cuerpo cayó a un costado de la cama. Mis ojos estaban postrados en el techo, pero la imagen que se reproducía no era la de su aburrida y monótona tonalidad blanca, sino que la de los ojos del peliazul, esa mirada que tenía en el momento en el que Jimin estaba bromeando con los otros tres chicos a través de la ventana. Llegaba a ser irónica la intimidad que podía generarse en esas circunstancias en las que lo que menos había era cercanía.

Desconectado de la recapitulación mental, giré mi atención a la mesilla de noche en la que mi teléfono estaba descansando. Ni aunque quisiera podría mentirme a mí mismo, porque era consciente de la desesperada idea que tenía de coger el aparato y hacer una de esas llamadas en la madrugada, pese a que esta fuera ignorada o directamente tomada por una perdida de tiempo por el que estaba al otro lado de la línea. 

No demoré más de un minuto en tomar el móvil y adentrarme en el extremadamente angosto balcón en el que acostumbraba colgar mi ropa recién salida de la lavadora. Apoyando mi espalda en la muralla, viendo el paisaje iluminado que entregaba Seúl por las noches, esperando que la llamada diera tono. Y una vez eso ocurrió, una parte de mí creyó que sería el único sonido que escucharía antes de dormir, pensamiento que se esfumó tan pronto como pude ser capaz de oír al mayor carraspear.

❝𝒉𝒐𝒓𝒏𝒔, 𝒏𝒐 𝒉𝒂𝒍𝒐𝒔❞ ⁽ʸᵉᵒⁿᵍʸᵘ⁾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora