Capítulo 14

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Había transcurrido una semana. Dixie no hablaba con nadie y si lo hacía con sus amigos, era durante unos breves minutos.

Mantenía toda su concentración en los estudios. Duraba horas en la biblioteca, intentado escapar de la realidad, de su asquerosa realidad.

Estaba enamorada de la perra que detestaban sus amigos, la misma que la humillaba a ella, la misma que se comía a su novio en los pasillos y la misma a quien había tratado de evitar todos estos días.

Ahora que era consciente de sus sentimientos, sentía un gran nerviosismo al verla, como si fuera más torpe de lo estrictamente debido.

Sus amigos le preguntaban qué sucedía y ella prefería mentir o cambiar de tema.

Los evitaba, evitaba a todo el mundo, al llegar a su casa iba directo a su habitación para estudiar. Ya no podía diferenciar que día era del otro, el tiempo pasaba sin realmente estar pasando para ella.

No podía parar de pensar en el rostro de Addison y era una mierda.

Estaba caminando por el pasillo, con su mochila colgándole del hombro y jugaba distraídamente con el cierre de su chaqueta mientras avanzaba.

Así llevaba todos esos días la chica de los ojos cafés. Perdida en su mundo de enamorada. Era estúpido y lo sabía, pero no podía evitar sonreír cómo boba cada vez que recordaba la risa de  Addison o cómo mordía su lengua al sonreír.

—¡Diiix!—canturreó Madi, colgándose de su brazo derecho, y Charlie sujetó el izquierdo.

—¿De qué va esto? —preguntó Dixie, un poco intimidada por las sonrisas picaras que mostraban sus amigas.

Anthony intentaba parecer neutro, pero se reía.

—Tendremos una reunión de amigos—dijo y los tres comenzaron a llevarla a rastras fuera del colegio, por la calle.

—¿A dónde vamos? Tengo que estudiar, mañana hay clases y... —Dixie intentaba poner vagas excusas, pero sus amigos la ignoraron.

—Hoy es viernes—dijo Madi y la pelinegra abrió los ojos como platos. «¿No era martes o algo así?» Pensó distraídamente.

—Hoy, hoy será el día en que nos sueltes que sucede—dijo Charlie con una voz cargada de veneno.

Dixie comenzó a temblar e intentó soltarse del agarre de sus amigas, ellas prácticamente la cargaron para entrar a la pizzería.

La dueña las recibió con alegría y comenzó a reír al ver cómo Dixie intentaba escapar, pero Charlie la llevaba hasta la mesa.

—Los jóvenes de hoy en día son muy animados —dijo la atractiva mujer mayor con una sonrisa.

—Ya, habla. —exigió Madi fulminándola con la mirada, Dixie se encogió en el asiento.

Parecía un interrogatorio, estaban en la mesa: Charlie y Madi estaban sentadas frente a ella con las manos cruzadas, observándola con una intensidad abrasadora. Dixie tragó en seco, Anthony sentado junto a ella también la observaba, expectante.

Le hizo señas con la mano, para que verbalizara alguna respuesta.

—¿Qué quieren que diga?—preguntó, haciéndose la desentendida. Charlie golpeó ligeramente su vaso contra la mesa y atravesó a Dixie con los ojos.

—¡Habla, ya! Algo te sucede, llevas toda la semana prácticamente fuera de satélite—dijo, acusándola, y Dixie bajó el rostro.

—¿Te hicieron algo?—preguntó Madi un poco preocupada, su amiga no había estado muy bien en estos días.

RIVALES //  DIXISONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora