𝖥𝗂𝗋𝖾 [𝖩𝖩 𝖬𝖺𝗒𝖻𝖺𝗇𝗄]

𝟤𝟦| 𝖯𝗋𝖾𝖿𝗂𝖾𝗋𝗈 𝖺𝖻𝖺𝗇𝖽𝗈𝗇𝖺𝗋

Lᴇx Aᴍᴇʀʏ

—Antes de que digas nada—levanté la palma de mi mano derecha—¿Me trajiste ayer a casa?—

JJ bajó la vista unos segundos, y luego volvió a mirarme.
—Si—dijo—Estabas... estabas muy borracha y no podía dejarte allí—

—Oh, vale—asentí ligeramente con la cabeza—Bueno, ¿qué quieres?—

El rubio soltó un bufido nervioso.
—Oye, no puedo seguir con esto—habló—La cagué muchísimo, lo sé, pero creo que deberíamos hablar—

Me crucé de brazos.
—¿Me vas a contar qué te pasó?—

—Supongo que es lo justo—

—Nada de esto es justo—negué.

—Ya, bueno...—se pasó la mano por la nuca—No sé cómo empezar a hablar—

—Solo dime qué demonios te pasó—

JJ parecía abrumado, casi asustado.
Supe que había venido corriendo desde su casa, o dónde hubiera dormido, por cómo había entrado en la habitación. Estaba despeinado y con las mejillas algo sonrojadas.

—La verdad es que quería alejarte de mi—se encogió de hombros, inquieto—El día antes de la fiesta... fui a casa de mi padre—

Suspiré y me senté en el borde de mi cama. Después le hice un gesto a JJ para que se sentara a mi lado. Él lo hizo.

—¿Qué pasó?—pregunté.

El rubio empezó a mover su pierna derecha con nerviosismo, mientras permanecía con la vista fija en el suelo.
Puse mi mano sobre su rodilla con delicadeza, para calmarle, y él me miró y dejó de agitar la pierna.

—Él y yo... hablamos—dijo.

—Os peleasteis—especifiqué.

—Si—asintió—Me dijo que lo nuestro no iba a durar, porque tú eres una kook, y yo soy un muerto de hambre. Que tú te casarías con algún tío de Stanford o algo así, y yo me quedaría currando en un taller o pasando droga—

—Oh, JJ—me giré hacia él—Por Dios, lo sabía—

—Creo que tiene razón—frunció el ceño—Tú te mereces algo más—

Me levanté y me puse delante suya.
—Mira, Maybank, no sabes cuánto te odio cuándo te pones así de autodestructivo—le señalé—Es... es frustrante—

Él también se levantó.
—Ya, vale, discúlpame por ser realista—

—Madre mía, JJ, ahora mismo te odio—entrecerré un poco los ojos—Antes, hace unos días te adoraba, pero ahora te detesto—

—¿Qué?—frunció el ceño.

—¡Que eres imposible!—me crucé de brazos—Me dices que me quieres y después te acuestas con otra tía, ¿para qué? ¿para que yo pueda tener un... un futuro mejor? Es ridículo—

—Si, ya sé que no ha sido una jugada muy inteligente, pero...—

—¡Ha sido estúpido!—le interrumpí—Y sé que hay algo más—

—No lo hay—negó.

—Dímelo—di un paso hacia él—No puedes mentirme—

—No sé de qué hablas—

—¡Dímelo!—le di un pequeño empujón—Quiero saberlo. Tengo que saberlo—

—Alexia, no hay nada más—volvió a negar—En serio—