Crónica 2(pt. 1): Si mis sueños se hicieran realidad mi destino habrías sido tu

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Las cartas de Artemisa llegaban, pero Ares castigó a Artemisa, pensó, "si ella pudo estar tantos siglos sin mí, yo puedo estar sin ella", aunque quería verla, saber si ya había cambiado de opinión o si seguía pensando que él era el peor Dios de todos. En fin, no lo averiguaría, tampoco abrirla o respondería las 100 cartas que ella le envió, quería reinventarse, ser más feliz y no preocuparse tanto por lo que pudo haber pasado si ella lo hubiera dejado todo por él.

Había pasado una larga temporada en el Chipre, normalmente habría ido a buscar a Afrodita, habían estado jugando a verse y revivir viejos encuentros sexuales, pero él ya se encontraba cansado de eso también, ella ya lo había cansado, porque sabía que Afrodita y Hefesto seguirían casados hasta el final de los tiempos. En Chipre, todos se conocían y eran felices. Estaban cerca del siglo XVII y a él le incomodaba mucho la moda de esa época y de Europa en general, pero debía adaptarse a la época en la que vivía. Había conocido una chica en las playas de Chipre, era demasiado bella para ser mortal, así que se planteó la posibilidad de que fuese hija de Poseidón, tenía esa habilidad de bucear por largo rato y nadaba como nadie. Su nombre era Nausica, y aunque no planeaban nada a largo plazo la quería, quizá porque parecía tener lo mejor de Afrodita y Artemisa en una sola mujer. Cuando caminaban por la playa de Chipre, el día Hermoso se empezó a nublar de pronto comenzó a llover.

—Te acompaño a casa—le dijo él a Nausica y trató de cubrirla con su camisa.

—Ares, no es necesario, de igual forma tendrías que regresar, yo puedo irme sola.

Y era verdad, Ares vivía en la playa, para ser concretos vivía en el faro de la ciudad, Nausica vivía cerca de la playa, pero él trataba de ser caballeroso. Cuando llegó a la casa que conectaba con el faro fue directo a bañarse, la única razón por la que seguía en Chipre era Nausica, odiaba la arena que acarreaba todo el tiempo, pero ella le gustaba. Al estar desnudo en la bañera sintió que alguien lo miraba.

—Supe que habías sido tu Afrodita—dijo él y Afrodita se limitó a sonreír—, mira que nublar todo de la nada no creo que sea algo que a Apolo le guste.

—Vístete, necesito hablar contigo.

—No quiero hablar contigo, sé sobre qué quieres hablar y no tengo ganas de aclararte nada.

—No sabía que teníamos una relación tan abierta.

Ares lanzó una carcajada.

—Afrodita, estas casadas con Hefesto, no tienes planes de dejarlo ¿y yo soy el que no deja las cosas claras?

Ella se acercó a la bañera y comenzó a acariciarle la cara.

—Ares, te perdone tu aventura con Artemisa y tus múltiples amantes, pero estar en Chipre con una de ellas eso si no te lo perdonaré jamás.

—No me importa Afrodita, había pensado que quizá tú y yo deberíamos dejar de jugar a esto.

—Yo te amo Ares, haría cualquier cosa por ti.

—No, no lo harías, porque si me amaras habrías dejado a Hefesto.

Los ojos azul violáceos de Afrodita se llenaron de lágrimas.

—Te lo he dicho tantos años, no voy a provocar una guerra por un amante.

—Un amante que provocó la guerra de Troya por ti, hice tantas cosas por ti—Ares estaba reclamando—, me fallé mil veces a mí, para no fallarte a ti.

—Pero aún podemos estar juntos, iré y terminaré mi relación con Hefesto de una vez por todas.

—Ya es tarde Afrodita—Ares se levantó, se puso una bata y la echo del baño.

Las Crónicas de AresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora