Era el cumpleaños 16 de Alcíone, Ares lo consideraba como su hijo, prácticamente era el único niño al que había criado en toda su vida y desde hacía varios años quería regalarle una avioneta, la verdad era porque tenía un concurso contra Tanatos para ser el papá favorito, aunque Tanatos no estaba enterado de eso. Ares había estado lejos de Nueva York varios días porque había ido a hacer algunos negocios entre ellos comprar la avioneta para Alcíone. Quería que fuera nueva y bien equipada, también debía contratar a un instructor pero no tenía problemas con eso.
—Hola papá—le dijo Adrestia quien era seguida por Apolo.
—Ares—saludo Apolo.
—No pensé que siguieran juntos.
—No es así pero Apolo es quien conoce quien te pueda vender la avioneta que tanto quiere—Adrestia volteó a verlo—¿dónde esta tu vendedor?
—Claro, iré por él.
Apolo salió del lugar y Ares se sintió confundido.
—Supongo que te estás preguntando que paso, solo te diré que no puedo estar con alguien que no es libre.
—Apolo tiene deberes Adrestia, no todos los Dioses viven la libertad que nosotros tenemos.
—No es solo eso, creo que ya no nos llevamos bien, no estamos al mismo ritmo.
—Usted debe ser Ares-dijo el vendedor-dígame de cuánto es el presupuesto.
—No hay un presupuesto, quiero la mejor avioneta que tenga y quiero todos los papeles arreglados para su uso próximo
—¿Es para usted?
—Es para mi hijo.
—Hijastro—le recordó Apolo.
—Bueno es para un joven, siempre ha querido una avioneta
Después de ver muchas avionetas, Ares se decidió por una pequeña roja, el vendedor le dijo que era la mejor para aprender porque sería fácil de controlar. Ares estaba emocionado por el regalo pero aún necesitaba ir a buscar a Hécate, quería ponerle algunos escudos para que Macaria estuviera segura de que nada le iba a pasar a Alcíone.
—Mi niño—Hécate lo abrazó.
—Ya no soy un niño—Ares estaba sonriendo pero demasiado apretado.
—Mientras yo siga siendo más vieja que tu, siempre serás mi niño—ella acerco una silla—siéntate, ¿en qué te puedo ayudar?
—Bueno, necesito que vuelvas seguro algo que le regalaré a Alcíone.
—¿Seguro en que forma?
—Bueno le compré una avioneta y no quiero que Macaria me mate por eso, así que quiero que le des un hechizo o una poción a la avioneta.
—No estoy segura de que es lo que quieres, él es un Dios, es obvio que no le ocurrirá nada.
—Lo sé, pero quiero algo que le diga a Macaria:"no solo me preocupo por tu hijo, me preocupo por ti"
—Quizá podría hacer una poción.
—Prefecto, sabes debo ir al inframundo por algunas piezas, ya sabes para venderle a algunos de mis coleccionistas. Avísame cuando la poción esté lista.
Ares llegó a la oficina de Hades este estaba leyendo.
—Supongo que ya te enteraste—le dijo Ares.
—Qué tu y mi hija son novios, claro, los chismes corren rápido. Pero no entiendo porque aún no lo hacen oficial.
—Bueno Macaria prefiere no dar explicaciones y yo no tengo problemas con eso.
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Las Crónicas de Ares
DiversosSer un Dios no es fácil. Mucho menos ser el mismísimo Dios de la guerra. Claro que su familia suele odiarlo por su evidente falta de escrúpulos y por ser un causante de problemas pero, ¿què Dios no los causa? Su vida ha sido larga, y ha tenido mucho...