Crónica 10: No

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Ares estaba mareado en la fiesta, necesitaba hablar con alguien y ese alguien era Macaria ¿Por qué lo había besado? ¿por qué si se había sentido tan bien Macaria había huido? Fue a la habitación de ella pero no la encontró y algunas de sus cosas ya no estaban.

—¡Ares aquí estás!—dijo Perséfone.

—¿Has visto a Macaria?—dijo desesperado.

—No...—ella dio un vistazo a la habitación—pero, Artemisa te está buscando.

Ares dejó lo de lado su búsqueda y se tocó el bolsillo ahí traía el anillo de compromiso que le quería dar a Artemisa, pero ya no estaba tan seguro de hacerlo. Más bien sabía lo que quería hacer pero no sabia si tenía la fuerza para hacerlo

—Hace algo de frío—dijo Artemisa y Ares abrió un portal para alcanzar un abrigo para ella.

—¿Querias hablar conmigo?

—De pronto desapareces, es tu fiesta y dejas a tus invitados preguntándome dónde estás.

Ares sacó la cajita, se la iba a entregar cuando ella comenzó a negar con la cabeza y unas lágrimas rodaron de sus mejillas.

—No puedo—ella cerró la caja—, Ares te quiero, pero para ser sincera no puedo con todo lo que implica casarnos.

Se alejó un poco y entró a la casa.

—...nos volveríamos mortales y Hades nos llevará al Tártaro y yo no estoy lista para eso... no por alguien a quien no amo

—¿No me amas?—Ares caminaba en  círculos y se alejaba de ella, el mareo había vuelto—¿Qué fue todo ese numerito en casa de Apolo?

—Ocurrió, pero no estoy contigo porque te amo, estoy contigo porque me siento muy sola—ella lo abrazó por la espalda—, extraño a Orión.

Los mortales y los Dioses miraban la escena mientras Ares estaba perplejo por lo repentino del comportamiento de Artemisa.

—Artemisa escucha, por favor.

—No me puedo casar contigo...

Ares se llevó las manos a la cintura.

—Arti...

—...no, aunque quisiera aceptar no puedo hacerte eso...—Artemisa hablaba desde el corazón con un nudo en la garganta—aún con la promesa de que quizá algún día pueda amarte de la forma en que tu te lo mereces, sería egoísta mantenerte a mi lado solo para no estar sola. Y te prometo que eventualmente una hermosa chica se enamorará de ti, tomará tu mano y bailará contigo... Pero yo no soy esa chica.

Ella corrió fuera y abrió un portal en el jardín, en un lugar donde no pudieran verla los mortales, Ares la siguió.

—Necesito que te calles y me escuches.

—Ares mírame, no quieres ser mortal, no quieres que nuestras almas se vayan al Tártaro por romper mis votos, lo sé porque yo no quiero—ella comenzó a llorar—, no puedo hacerte eso. Y aunque pudiera, ¿crees que seré una buena esposa?¿crees que podría llevar una casa como esa?—ella señaló la casa y cerró el portal porque quizá la discusión tardaría más.

—¿Porque hablas de esto?

—Porque quiero que entiendas que...

—Que no me amas y que siempre amaste a Orion—Ares suspiro—, no te preocupes ya entendí. Pero quiero que tengas este anillo.

—¿Por qué?

—Lo compré para ti, me quería casar contigo, ese habia sido mi sueño prácticamente desde que te conocí pero—él se llevo la mano al pecho—...algo cambio aquí. Ya no eres tu y yo ya no soy yo.

—¿Estás terminando conmigo?

Ares sonrió.

—De una forma menos dramática que tu lo acabas de hacer pero sí lo estoy haciendo.

—¿Podemos ser amigos?

—No, yo no puedo ser tu amigo, porque quiero hacer algunos cambios importantes y avanzar. El pensar en ti me estanca en lo mismo una y otra vez.

—Entonces se acabó.

Ares abrió un portal.

—¿Me acompañas?

Fueron hasta donde Ares tenía los diarios de Artemisa y se los entregó uno a uno.

—Hace siglos te borré los recuerdos pero tu me habías dado esto—Él los entregó uno a uno—. Los he leído cientos de veces pero nunca me di cuenta que en realidad no me amas. Hasta que alguien me lo dijo.

—¿Por qué me borraste la memoria?

—He hecho cosas horribles y creí que borrando tu memoria te protegería.

—No tenias derecho a decidir sobre mi.

—Lo sé. Entenderé si no me quieres volver a ver.

Artemisa abrió un portal a Turquía se llevó sus diarios y dejó ahí a Ares. Entró Adrestia apenada.

—Les pedí a los invitados que se fueran, no saben que estás aquí.

—Gracias, hija

Ella ya se iba cuando Ares la detuvo.

—¿Has visto a Macaria?

—No papá, desapareció después de la cena.

Ares bajo la mirada y acompañó a Adrestia de vuelta a la "fiesta" que ya había llegado a su fin, un joven le dio pastel y Ares comenzó a comerlo pensando que los postres que hacia Macaria eran mejores que ese pastel.

—Iré a la piscina—le dijo Ares a su hija.

Camino allá se encontró con Eros.

—Hola papá.

—Tu otra vez, ¿me ayudas a entender algo?

—Claro.

—¿Porqué nunca disparaste la flecha a Arti y a mi?

—No es tan fácil, todas las flechas tienen unas iniciales grabadas, la tuya y la de Arti no coinciden. La de ella dice AO

—Por Orión.

—Exacto. La tuya dice AM y por si no te has dado cuenta la de Macaria dice MA.

—Nunca nos has lanzado la flecha.

—Lo iba a hacer pero ella se casó con Tánatos antes de lograrlo.

—Bueno ahora nada te detiene.

Ares fue hacia la piscina y se encontró con Perséfone y Hades.

—Ya nos vamos—le dijo Hades—, la fiesta fue increíble.

—Lo sé esa escena dramática con Artemisa fue la cereza del pastel—bromeó.

—¿Estas bien?—Perséfone sonaba preocupada.

—Claro Persi, solo necesito aclarar mi mente y no se preocupen no consumire nada de polvos. Ya estoy limpio y me quiero mantener así.

Perséfone se acercó y le besó la frente.

Hades y ella se despidieron.

Ares se quedó jugando con el agua de la piscina, Macaria salio de la casa y se sonrieron, ella se veía como un ángel, tal y como Ares siempre le decía. Quizá esa noche después de todo si seria el inicio de algo maravilloso.

Las Crónicas de AresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora