Crónica 5(pt. 2): Erase una vez pero ya no.

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Los días pasaron tranquilos, Hades y Perséfone seguían fingiendo y todos se lo tragaron, incluso Ares pensaba que quizá tenían algo de franceses, Perséfone le había ayudado con esos magueyes que Ares quería plantar para hacer un buen tequila.

—Creo que deberías ir al pueblo—le dijo Perséfone a Ares un día que andaban en el campo.

—¿Para qué? aquí tenemos lo que necesitamos.

—Artemisa está allá, necesita hablar contigo.

Ares la habia estado evitando y la había tratado de olvidar con los polvos de Morfeo aunque era obvio que eso no funcionaba. Porque siempre soñaba con ella.

—No iré, tengo mucho trabajo y el saqueo es en unos días. Dile a Artemisa que se regrese a donde sea que viva ahora.

—Ya se lo dije, Hades también, pero viene todas las noches a mi habitación a pedirme que hables con ella—Perséfone  puso su mano en el hombro de Ares y lo miró directamente a los ojos—tiene dolores de cabeza intensos, y recuerdos contigo que se han revuelto, no sabe que es real y que no.

—Eso no es mi culpa, es tuya, tu la hiciste olvidar y hay efectos secundarios.

—Nadie tiene dolores de cabeza, el vino funcionó, pero Artemisa tiene dolores porque ella es quien tenía recuerdos contigo—Perséfone le picó el pecho en señal de protesta—dolores que por supuesto tu no entenderías porque no lo bebiste.

—Baja la voz Perséfone.

—Si estas tan bien sin ella ¿porque no la olvidas de una buena vez?

—Porque no quiero, la amo y quizá nunca dejaré de hacerlo, aunque la olvide encontraré la forma de quererla inconscientemente y el ciclo nunca terminará—Ares tomo aire—, no espero que lo comprendas, tu siempre has amado al mismo Dios, incluso cuando te fingiste enamorada de... un... mortal—sonaba exactamente igual a lo que él estaba haciendo.

—Puedes decir que no, pero me atrevo a decir que ella y tu no están destinados a estar juntos, bajo ninguna situación.

—Se hace tarde, debo ir al pueblo, verme con Allende entre otras cosas.

Ares odiaba comportarse como humano, normalmente, habría hecho un portal al pueblo pero las cosas no eran sencillas, se fue a caballo y cuando llegó fue directo a la iglesia, ahí se reunía siempre con los hombres de Hidalgo, era el lugar ideal porque nadie podría estar conspirando en la casa de Dios, afortunadamente él no era cristiano o católico, ni nada que se le pareciese.

—Dicen que hoy empezamos—le dijo un hombre a su lado.

—Habían dicho que era en unos días, mis hombres vienen de muy lejos...

—Baja la voz, ya hay sospechas del movimiento, traelos si puedes.

Ares salió de la iglesia con el estómago revuelto y pensando como traería a esos hombres hasta ahí, justo cuando iba camino al mercado alguien lo interceptó lo llevó a un lugar oscuro y le puso una navaja en el cuello.

—¿Que planeas?—le dijo ese hombre de dientes amarillos.

—Ir al mercado, necesito unas botas nuevas ¿y tu?

Artemisa apareció de la nada y lo desarmó, le dio un par de golpes fuertes y lo mando al piso. Después abrió un portal y desapareció al hombre.

—¿Cuantas veces debo salvarte la vida?—le pregunto ella.

—Ese hombre no iba a matarme, no tiene una daga forjada en el inframundo—él miro a Artemisa a los ojos, esos ojos cafés que siempre había amado, que incluso en el momento que más amaba a José Manuel, lo ponían a dudar—, pero gracias, hasta luego Artemisa.

Las Crónicas de AresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora