Flash back

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-He perdido lo infinitos minutos de mi vida observando cómo me miras. Y como tus dedos pasan al sentido de una caricia por mis clavículas, como si se tratase del más delicado cristal. Sin hablar de la ternura con la que me lanzas sobre la cama, a pesar de haber pagado para llevarme hasta ella.

Qué no puedes leerme a Neruda después de follar o enseñarme a tocar la guitarra cuando caigo exhausta sobre tu pecho. No te puedes enamorar así, aquí y de mi. Esto sería el barrizal, donde caeriamos hasta en la discusión ¡Más mínima! ¡Más tonta! Y yo no quiero éstas nuevas reglas del juego.

Ángel, ésto no era el trato. Tu me elegiste y yo me deje elegir, entre una galería de mujeres que no habrían titubeado en comerte la polla si las hubieras señalado con un dedo -

Juliette se levantó del pequeño sillón orejón de terciopelo, moviéndose de un lado para otro mientras hacia aspavientos con los brazos, para intensificar el drama. Ángel permanecía expectante ante aquel diálogo venido de la nada, pero no podía evitar sentir cierta ternura. Sabía que ella sentía lo mismo que él y en el fondo, las únicas barreras las ponían ellos y los prejuicios impostados por la sociedad. Pero cuando el agua viene a toda corriente, había que remar con más fuerza. Era hora de arriesgar o dejarse arrastrar y Ángel, cogió al vuelo por los hombros a Juliette, trayéndola del "Camino de Santiago" que formó en la habitación. Apretándola fuerte para que no pudiera apartar la mirada...

-Llevo cada semana viviendo a ésta mierda de lugar y reclamándote. Haciéndote mía cuando ya lo han hecho otros y preguntándote que como han ido tus servicios, como si a mi no me importase y vienés ahora, con esa cuestionable superioridad moral para decirme que ¿No puede enamorarme de ti?

-¡Ángel! Exclamó ella.

-Me buscas cada vez que tienes un problema, fuera de aquí. Me cuentas tus ocurrencias, tus penas, tus meteduras de patas y tus alegrías. ¿No creés que eso significa algo? ¿A quién escribes nada más levantarte? (Mientras torpemente sacaba el móvil de su bolsillo y señalaba la pantalla). Y qué hago si entre los consejos de tus idas de olla, me haya enamorado de ti.

-Que la situación no es la mejor, Ángel.

-¿Tienes hijos, estás casada...?

-¡Joder, Ángel, soy puta! Te parece un motivo con el peso suficiente para saber que esto sólo acabará de una manera y es mal.

-Déjame que te pregunte una cosa. Una última sólo y si quieres, no aparezco de nuevo por aquí. - Juliette lo miró con los ojos envidriados mirando con atención a Ángel y esperando su última pregunta. - Cásate conmigo.

Juliette quedó petrificada al escuchar juntas las dos palabras que siempre había soñado querer escuchar. Rosa tocó la puerta y la abrió de par el par, como siempre que se acababa la hora. Aquel lugar tenía fama impoluta y uno de los motivos, era el de no dejar cometer ningún abuso del cliente a sus trabajadoras. Ella salió de la habitación dejando el dinero en el mismo lugar donde Ángel, se lo había dejado. Él sentando en la cama, intentando asimilar que es lo que había pasado en aquellos dilatados sesenta minutos. Que a veces corrían como milésimas de tiempo y otras como eternidades.

He visto cómo me mirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora