Burguer.

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Paula cogió la hamburguesa con las dos manos mientras resbalaba un montón de salsa con ellas. Ajustándose a la proporción, podía decirse que era incluso mucho más grande que su cara. Pero la mordía con ganas, como quien lleva mucho tiempo sin probar bocado. En cierto modo era así, tantos días en el hospital y el sufrimiento que la acompañaba, había hecho mella en su cuerpo. Para Ángel, seguía siendo tan bonita como el primer día que la vió. Estaba más blanca, con la mirada cansada y un montón de huesos, asomaban por su piel. A él sólo le nacía cuidarla y protegerla. Nunca había entendido cómo un hombre podía llegar a poner una mano encima de una mujer, pero mucho menos, cómo podían haber maltratado a AQUELLA MUJER. Paula era arte, ciencia o sexo. Tenía la versatilidad de ser lo que le apeteciese en el momento y ella era consciente de eso. Sabía que armas sacar a relucir para seducir y cuando hacerse la tonta para no tener una fila de babosos en su puerta. A él, nunca le quedó claro a que grupo pertenecía. A veces dudaba si se estaba enamorando de Paula o de Juliette.

-¿Qué me miras tanto? - Haciéndolo abstraerse de sus pensamientos.
-Eres muy simpática.
-Pues no es que tú seas mucho más.
-¿Me estás llamando borde?
-Y gilipollas.
-¿Y ese insulto tan gratuito?
-Me has puesto los cuernos, recuérdalo. -Ambos se quedaron un segundo en silencio, sin saber que decir. -Es broma.
-¡Ah! ¿Acabas de divorciarte de mi?
-Para divorciarme, tengo que estar casada primero. -Enseñándole su mano vacía de cualquier complemento.
-¿Quieres casarte conmigo?

Paula estaba a punto de darle un gran bocado a su hamburguesa y rápidamente, la soltó en el plato, el tono con el que pronunció esa frase exacta no sonó a una broma más en la conversación, pero el contexto si lo era. Aturdida, no sabía qué pensar y mucho menos qué responder. Miró a Ángel para asegurarse de lo que acababa de decir, pero su cara de póker sólo consiguió confundirla mucho más.

-Hasta que no me lo pidas bien. Con un anillo... No.
-¿Por qué un anillo?
-Pues porque lo dice la tradición.
-No eres una chica tradicional.
-Que no lo parezca, no implica que no lo sea.
-¿Lo eres?
-Sí y no. Quiero casarme, pero no con una súper boda. Quiero algo tranquilo, familiar. Casarme en el campo, descalza y bailar hasta quedar exhausta. Quiero sentirme libre el día en que me comprometeré con alguien. Amar es desear la felicidad de la otra persona aunque no sea contigo. El amor bueno sabe a libertad. Y quiero tener un hijo y llevarlo al cole mientras los padres solterones me tiran ficha. Que mi marido se ría y presuma de eso, que tenga la tranquilidad de que no va a pasar nada. No habrá nadie que lo sustituya. A no ser que él quiera.
-Explícame eso último. - Dijo entre risas.
-Pues sí a los tríos. Pero sólo con chicas, que a mi varias pollas me estresan.
-Monogamia a tope.
-Sí, monogamia.
-Ven a vivir conmigo.
-¿Estás seguro?
-Así tendrás a alguien que te cuide hasta que te olvide el loco ese.
-Sólo hasta que se olvide ¿Vale?

He visto cómo me mirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora