CAPITULO III

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La ciudad tenía cinco cementerios, pero el cementerio del norte era el más concurrido. No solo por la facilidad que las personas tenían para llegar a el, sino también por los precios que manejaban. Digamos que si algún familiar sufría de algún imprevisto y uno no tenía dinero suficiente para darle una lujosa sepultura, el cementerio del norte era el lugar adecuado al que ir. No era un sitio muy bonito, ni tampoco muy complicado de entender. El terreno era prácticamente un jardín un poco seco, donde las lapidas estaban acomodadas en filas sobre la tierra; Algunas tenían flores y otras yacían más solitarias que los caminos del condenado Chernóbil. Ángel y Demian estuvieron caminando entre todas ellas por un buen rato, el chico lo encontraba interesante, ya que ver todos esos nombres y fechas e imaginarse el tiempo que llevarían ahí o el tiempo cuando estaban vivos, era una infinita fuente para su imaginación. Ángel, sin embargo, lo encontraba un tanto irrespetuoso. El odiaba que las tumbas estuvieran bajo tierra y no en gavetas, pues caminar por ahí, era casi como estar caminando sobre los muertos. Irrespetuoso.

Demian se tropezó con una piedra grande, pero solo dio un traspunte y se apoyó del brazo de su padre para evitar caer. 

 – Cuidado. – le dijo Ángel.

— Es que esta oscuro, no todos tenemos visión de vampiro ¿sabes?

Ángel puso los ojos en blanco, de verdad que a ese chico le gustaba complicarse la existencia con cosas tan pequeñas. Se metió la mano en la chaqueta, saco una linterna pequeña y se la entrego. 

– Pudiste habérmela dicho desde que llegamos.

— Pensé que una linterna llamaría la atención de. . . bueno, lo que sea que estemos buscando por aquí. – dijo, pero encendió la luz y la apunto bajo sus pies para alumbrar el camino en el que iba.

—Bueno, no tienes que preocuparte por eso. Si hubiera algo aquí, seguro notaria primero tu olor antes que la linterna.

— ¿Mi olor? Tu estas. . . ¿oliéndome? – estaba incómodo con eso.

— Si. – Ángel tampoco estaba cómodo en admitirlo, pero era necesario. – Tu olor es más fuerte que el de los humanos, ya te lo había dicho. Es como miel para las abejas.

— Genial. Soy una paleta de dulce para los vampiros. – dijo con toneladas de sarcasmo.

— Lo serias si no estuvieras conmigo.

Demian se detuvo. 

— ¿De qué hablas?

Ángel se encogió de hombros. 

– Mi hedor es más fuerte que el tuyo. Un vampiro tendría que concentrarse mucho para sentir el tuyo antes que el mío.

— Ah y... ¿Tú a que hueles?

Ángel torció una mueca. ¿De verdad se lo estaba preguntando?

– Demian, esas cosas no se preguntan. Es de mala educación.

— ¿De mala educación? - pregunto, estaba flipando. - ¿ósea que tu si puedes saber exactamente como huelo, pero yo no puedo saber sobre ti?

— Exacto.

— ¿Qué? ¡Eso no es justo!

— Tienes razón, no lo es. Pero es lo que hay.

— Grr. – Demian odiaba cuando Ángel le hablaba con frases hechas pues era como estar de vuelta con su padre adoptivo, el padre Kieran, en la misa de domingo. Siempre escuchando sermones de cómo era la vida. 

¿Por qué los adultos no podían dejar que él lo descubriera por sí mismo? ¿Era mucho pedir? 

– De todos modos no creo que huelas a rosas precisamente. – murmuro el chico para sí mismo. Pero Ángel lo escucho, como siempre.

ANGEL & DEMIAN 3: LA VENGANZA DE GREYSTOKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora