CAPITULO XI

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Demian estaba tan perdido en su propia confusión, perdido entre los sentimientos que tenia hacia su padre. Sin embargo, todo eso desapareció al instante que escucho un sonido de metal y levanto la cabeza rápidamente solo para ver el arma que le apuntaba.

— ¡Policía! ¡Estas detenido! – grito el hombre, justo antes de darse cuenta a quien tenía enfrente. Entonces bajo el arma. — ¿Demian? – pregunto confundido. 

El chico también tardo un segundo en reconocerlo, era el Oficial Theo Amicci, el segundo al mando de la comisaria y sobre todo, alguien que no le agradaba.

— ¿Tu qué demonios haces aquí? – exigió saber de malos modos, cosa que hacia siempre que tenía que saludas o hablar a aquel sujeto.

Theo guardo la pistola en su lugar y se cruzó de brazos. Muy serio.

— Te hago la misma pregunta, ¿Qué haces aquí? ¿No se supone que deberías estar en la escuela? – inquirió.

Demian se encogió de hombros, tratando de restarle importancia.

— Salí temprano y quise dar un paseo. ¿Desde cuándo es un crimen dar un paseo?

Amicci arrugo el gesto, por supuesto que no le creía ni una palabra al chico pero eso no era lo más preocupante de todo. Eso estaba por hacérselo saber.

— Lo es cuando lo haces en un lugar de venta de drogas. – dijo.

Demian palidécelo al instante de escucharle.

— ¿Qué? ¿De que estas hablando? – exigió saber. Hasta donde el recordaba, estaban pisando una iglesia, abandonada, pero una iglesia al fin y al cabo. ¿Qué clase de idiotas se ponen a vender drogar en un lugar así?

Amicci lucho por creer en su reacción como un indicador de que en verdad no sabía lo que pasaba ahí, sin embargo, prefirió no arriesgarse y continuar con el protocolo establecido por el mismo Adrián.

— Por favor levántate lentamente y acompáñame. – ordeno.

— ¿Por qué? – exigió saber de vuelta, no le gustaba que le dieran ordenes, y mucho menos alguien tan estúpido como era aquel oficial.

Amicci tuvo que contenerse para no someterlo ahí mismo, pues estaba tan acostumbrado a las faltas de respeto del muchacho como para tomarse aquel desacato como algo serio. Así que se relajó.

— Demian, por favor no lo hagas difícil y ven conmigo. Llamaremos a tu padre y. . .

— ¡No! – grito y sin pensárselo, se levantó del columpio de un brinco y corrió.

Amicci puso los ojos en blanco, sin poderse creer la niñería que aquel chico estaba haciendo. Si antes ya lo consideraba un mocoso malcriado, ahora ya no tenía ninguna duda de que lo era. Y eso era extraño, pues Ángel era un hombre tan serio y formal, que no se podía imaginar cómo permitía que su hijo se comportara de aquella manera. Como fuese, él no estaba ahí para juzgar a nadie, sino para trabajar.

— ¡Vuelve aquí! – le grito y luego comenzó a correr también.

Demian miraba a todas partes en busca de una salida, pero no había, la reja que habían puesto para que nadie pasara estaba entera y debido al estúpido oficial que le perseguía, no podía volver por donde entro. Así que en un último y desesperado intento por escapar (no solo de Amicci, si no del mismo Ángel) termino subiéndose a la misma reja para tratar de cruzarla. Sin embargo, el oficial Amicci se movió rápido y se lanzó sobre sus piernas, tirando de ellas para bajarlo de ahí.

— ¡Suéltame! ¡Déjame en paz! – le grito, pero Amicci obviamente no hizo caso de sus protestas y termino por ponerlo de vuelta en el suelo. Demian estaba furioso, y no dejaba de retorcerse para tratar de escapar. Aunque sabía perfectamente que podría enviar a ese sujeto al otro lado de la calle con un solo empujón, tenía aun la suficiente cordura como para no quererlo dañar, no realmente, así que con fuerza medida, le soltó un puñetazo en la nariz al hombre.

ANGEL & DEMIAN 3: LA VENGANZA DE GREYSTOKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora